Perder, voto útil y volver atrás
«La polarización, la abstención, la pérdida de confianza y algún oscuro factor más calcinaron muchas candidaturas naranjas a lo largo y a lo ancho de España»
El 28 de mayo de 2023 fue una noche dura para mí. La lista de Ciutadans a la alcaldía de Barcelona que yo encabezaba obtuvo muchos menos votos de los esperados. No sólo la mía. La polarización, la abstención, la pérdida de confianza y algún oscuro factor más calcinaron muchas candidaturas naranjas a lo largo y a lo ancho de España.
De mi difunto padre aprendí a encajar las derrotas sin buscar excusas, aunque las haya. Siempre las hay. A veces vas a la batalla sabiendo que lo tienes todo en contra porque crees que lo tienes que hacer, y a lo mejor hasta piensas que con un poco de suerte y de coraje le podrás dar la vuelta. Bueno, pues si al final no se puede, toca sacar conclusiones y dar explicaciones.
Mucho se ha hablado antes y después del 28-M del famoso voto útil. Yo siempre que en unas elecciones oigo hablar de voto útil, me pregunto: ¿útil para qué o para quién? Eso no suele quedar claro hasta bastante después… cuando ya no tiene remedio. Salvador Illa pidió el «voto útil» en unas elecciones autonómicas que ganó, las de 2021, y desde entonces esa victoria del PSC sólo ha sido útil para apuntalar desde el Parlamento catalán los apoyos del independentismo catalán al Gobierno de Pedro Sánchez, pagando por ello peajes como saltarse a la torera las sentencias judiciales a favor del 25% de español en las aulas, indultar no ya sólo a golpistas, sino a todos los malversadores, etc.
Gracias a ellos, Laura Borràs casi se jubila de presidenta del Parlament, condenada y todo. Dato no menor: la pobreza se ha disparado en Cataluña. Un 18% de los hogares no puede hacer frente a los gastos más básicos según el último informe de la Cambra de Comerç de Barcelona. No parece que la izquierda útil, si es que ahora mismo la hay, se esté luciendo mucho en la defensa de las clases medias y trabajadoras que se supone que lleva en su ADN. Ni en Cataluña ni en Barcelona, donde el PSC ha sido socio de gobierno de Ada Colau, intenso copartícipe de todas las políticas que Jaume Collboni criticó ferozmente en campaña, y que nos están dejando una ciudad sólo apta para ricos. O para okupas.
«Hacer oposición no es algo que el PP se plantee ni en el Parlamento catalán ni en el Ayuntamiento de Barcelona»
Otro que ha pedido a pleno pulmón el voto útil ha sido el candidato del PP a la alcaldía barcelonesa, Daniel Sirera. También a él le funcionó y consiguió entrar en el consistorio, donde ahora dice que quiere estar en el gobierno, porque, ciertamente, hacer oposición no es algo que esta cepa del PP se plantee seriamente ni en el Parlamento catalán ni en el Ayuntamiento de Barcelona. Lo malo es que la única manera que tiene Sirera de tocar gobierno es haciendo alcalde al candidato de Pedro Sánchez o al de Carles Puigdemont. Las últimas apuestas están más cerca de esto último, ya que Alberto Núñez Feijóo parece propicio a un nuevo pacto del Majestic. Total, para eso sirve el voto útil en Cataluña, ¿no? Para cambiar cromos y caballos de Troya.
Y en estas apareció Vox. Un partido que todo lo quiere arreglar con mano dura, que torpedea sin piedad los asfixiantes imperativos de corrección política de una progresía peor que woke, profundamente falsa e hipócrita, y que con un discurso mitad rancio, mitad más rancio todavía, penetra igual en los barrios pijos que en los más sufridos. «Yo sé que lo que dicen los de Vox tampoco está bien ni va a arreglar nada, pero es que ya estoy harta…», se me sinceraba brutalmente uno de estos días la dueña de un bar en Barcelona, comida a horas trabajadas, crujida a impuestos y a disgustos, que pide una beca comedor para su hija y no se la dan y ve en cambio que a los hijos de una inmigrante que no trabaja, ay…
Lo cual nos lleva a inferir que a este paso cada vez habrá más que apaciguar. Se multiplican los problemas, no las soluciones. Teníamos okupas profesionales y ahora llegan los de Desokupa. Teníamos independentistas y ahora llegan racistas. Teníamos a la Sor Citröen del Ministerio de Igualdad y ahora llega la monja alférez. Vamos para atrás, como los cangrejos. Del daltonismo al blanco y negro.
Da mucha pena y da mucho que pensar y que autocriticar que ante semejante abanico de ofertas políticas, un partido como Ciudadanos haya hecho plof. Sólo se explica por la pérdida de algo mucho más serio y sagrado que el dichoso voto útil. ¿Quién busca el voto útil, pudiendo dar un voto de confianza? ¿Quién que tenga ilusión y pasión va a resignarse a votar con la luz y la nariz tapadas, al porno sin ganas de la abstención?
«Había que ser muy liberal para atreverse a lanzar un órdago como el de Ciutadans en Cataluña en 2006»
Si algo demuestran con tenacidad los últimos ciclos electorales es que determinado tipo de ciudadano y de votante no acepta que le den gato por liebre ni marca blanca por liberalismo. Había y hay que ser muy liberal, pero mucho, mucho, para atreverse a lanzar un órdago como el de Ciutadans en Cataluña en el 2006. Pero ser liberal era sólo el principio. El arranque del sueño. El kilómetro cero de una insobornabilidad deslumbrante e impermeable a todos los cantos de sirena y de piratas. No se trataba de triunfar sino de prevalecer. No de hacer carrera, sino de cambiar las cosas.
Veremos qué alegrías nos depara el 23-J, esas elecciones generales a las que la dirección nacional de Ciudadanos ha decidido no concurrir, con gran pesar de algunos, incluida quien esto firma. Aunque no puedo decir que me sorprenda del todo la decisión adoptada por una mayoría de dirigentes nacionales del partido, a los que hace tiempo que siento muy desconectados de Ítaca, de la de verdad. No la de los nacionalistas, ni siquiera la de Kavafis, que quería que el viaje de vuelta a casa fuera largo, lo más largo posible.
Pues igual va siendo hora de abreviarlo. Que la gran Cataluña Penélope que se ha tirado todos estos años destejiendo de noche lo que tejía de día, haciendo tiempo y esperanza para la vuelta del héroe, bueno, ha empezado a bajar los brazos. A dar hora a los pretendientes.
Si algo o alguien tiene que llegar, que llegue a tiempo.