Réquiem por la lealtad
«Yolanda Díaz sigue acumulando traiciones. Nadie de los que se han acercado a ella en los últimos años ha sobrevivido. Que se cuide Sánchez, es el siguiente»
En política nada se puede dar por seguro. Nunca, jamás. Porque la lealtad es una virtud que a menudo brilla por su ausencia, el oportunismo está a la orden del día, se producen extraños compañeros de cama o de siglas y el mismo o la misma que juraba por sus muertos que no bebería de determinada agua acaba la botella y sonríe con cara de felicidad después de hacerlo.
Podemos no ha firmado su certificado de defunción, pero casi. Yolanda Díaz sigue acumulando traiciones en su biografía. Nadie de los que se han acercado a ella en los últimos años ha sobrevivido. Que se cuide Sánchez, es el siguiente, si no lo es ya. De momento, en este capítulo se ha cargado a Pablo Iglesias y a Irene Montero, que han sido sus valedores en Madrid una vez que dejó la política en Galicia, donde ya había dejado varios cadáveres a sus espaldas. Yolanda Díaz es la campeona de la tierra quemada, tierra arrasada, aunque se ha hecho experta en pronunciar palabras que pretenden presentarla como ejemplo de política cargada de ilusiones, esperanzas, trato exquisito, simpatía arrolladora e imágenes que provocan una generalizada corriente de simpatía. Pura fachada.
Al anunciar el acuerdo de Sumar con una quincena de partidos dijo que “España quería que nos diéramos la mano”. Qué maravilla, qué gran actitud. Se apropia de la representación de España aunque ha pasado los últimos años asociada a quienes quieren destruirla… No importa, siempre habrá quien caiga rendido ante su eterna sonrisa y su sentido de Estado. Y dice más: «Vamos a ganar cuidando a la gente, con formas diferentes: lo vamos a hacer con cuidado, con cariño y con mucho respeto. Digo radicalmente sí a la ilusión. Ilusionarnos es mejorar la vida de la gente, ser serios, responsables, cuidadosos con las personas y con nuestro planeta». Sinceramente, no se puede ser más cursi. Sobre todo cuando cualquiera puede encontrar su biografía en internet y ver cómo se las gasta la vicepresidenta segunda.
Allá cada uno con su conciencia y con su voto, pero produce vergüenza ajena que se la puede considerar una gran figura política. Mejor un presidente terminator, mentiroso y sectario que una mujer que pretende presentarse como la solución a todos los males. Males de los que ha sido partícipe activa. Ha avalado lo que proponían Pablo Iglesia, su promotor y amigo, y Pedro Sánchez después, otro de sus promotores y amigos. Al primero lo ha dejado muy perjudicado al llevar a su partido, a Podemos, al cadalso, y además ha vejado y humillado a su mujer.
«Irene Montero merecía un cierto respeto de aquella a la que consideraba compañera y amiga»
La nueva lideresa de la izquierda ha hecho flaco servicio al feminismo, al dar la razón a los machistas que aseguran que no caben dos mujeres poderosas en un mismo despacho, porque los celos y rivalidades acaban rompiendo los lazos más sólidos. Irene Montero merecía un cierto respeto de aquella a la que consideraba compañera y amiga. Lo merecía aunque Montero haya ha sido una pésima ministra y una política que ha medrado avasallando a quienes no aceptaban de buen grado algunas de sus iniciativas, que se veía a la legua que eran disparatadas. Lo que se ha demostrado cierto con el balance siniestro de la ley del solo es sí es sí, que ha puesto en la calle o rebajado condenas a centenares de abusadores sexuales. No por culpa de jueces machistas, como dicen los podemitas pata negra, hoy caídos en desgracia.
Quienes así actúan ponen el grito en el cielo porque el PP ha iniciado negociaciones con Vox para formar algunos gobiernos locales y regionales. Mejor dicho; ponen el grito en el cielo porque negociar con Vox es pecado mortal. Solo el PSOE puede pactar con quien le da la gana.
Vox es partido inquietante para muchos, con algunos dirigentes a los que Abascal debería meter en cintura si pretende pasar por un político serio y respetuoso con la Constitución. Pero no son Pedro Sánchez, ni Yolanda la desleal, los dirigentes más apropiados para decir al PP con quién es decente pactar.
Lo primero, porque hay que ver qué se pacta y con qué resultados. De momento en Valencia el PP ha conseguido que un condenado por maltrato haya sido apartado de un posible gobierno de la Generalitat, lo que no es poco. Lo segundo, porque malos ejemplos de gobiernos de coalición hemos tenido en los últimos años.
Si la gente ha votado el 28-M lo que ha votado, castigando al PSOE, ha sido porque el resultado de los gobiernos que formó Sánchez no les ha gustado un pelo.