El sábado más negro de Pedro Sánchez
«El PSOE ya no va a poder tildar de fascista al PP, al convertirse por derecho propio en el partido que les ha regalado el gobierno de Barcelona»
El pasado sábado los socialistas vivieron su jornada más aciaga de la última década con la elección de los alcaldes y alcaldesas que nos gobernarán durante los próximos cuatro años en los plenos celebrados ese día en los 8.131 municipios de nuestro país, una votación cuyos números hablan por sí solos: mientras los socialistas perdían casi la mitad de sus gobiernos de grandes ciudades y capitales de provincia y cabeceras de comarca, el Partido Popular los multiplicaba por tres.
En un solo día, centenares de alcaldes y miles de concejales y cargos de libre designación del PSOE en ayuntamientos, diputaciones y cabildos, es decir, las personas que constituían la columna vertebral invisible del PSOE en nuestro país, han pasado de mandar en sus municipios, provincias, empresas públicas y mancomunidades a estar en situación laboral de demandantes de empleo y sobre todo en situación personal de cabreo africano con quien les ha llevado a perder las elecciones en muchos casos de forma injusta, que no es otro (y bien lo saben ellos) que el presidente del Gobierno y líder de su partido.
En un solo día también, cientos de miles de votantes socialistas convencidos por sobrepoblada y obsequiosa constelación de opinadores y opinatrices cercanos al Gobierno de que lo del 28 de mayo había sido solamente una dulce derrota y que como cantaba Carlos Gardel tres puntos no son nada (y febril la mirada), los dos ejes del torpe argumentario ferraciano para tratar de minimizar la debacle de las pasadas elecciones, se han dado cuenta de que a pesar de lo que les decían su televisión, su radio y su periódico de referencia, en su ayuntamiento, en el de al lado y en el otro de más allá habían pasado de tener alcalde socialista a estar gobernados por el Partido Popular.
Pero sobre todo y también en un solo día -y esto es lo más grave para los socialistas- el PP de Alberto Núñez Feijóo ha demostrado que tiene el colmillo suficiente como para desembarazarse sin complejos de la llave de Jiu-Jitsu que le había tratado de aplicar el PSOE tras el prematuro pacto con Vox en la Comunidad Valenciana, un acuerdo que estaba dando a Sánchez además de oxígeno político, un argumento medianamente potable para la movilización de sus huestes el 23J.
«Entregando Barcelona y Vitoria al PSOE, el PP de Alberto Núñez Feijóo ha demostrado que tiene el colmillo suficiente como para desembarazarse sin complejos de la llave de Jiu-Jitsu que le habían tratado de aplicar los socialistas tras el pacto con Vox en la Comunidad Valenciana»
Una contrallave ejecutada, además, con una cuidada belleza táctica y un sorprendente manejo de los tiempos por parte de los populares: me refiero por supuesto a entregar a los socialistas Barcelona (¡Barcelona!) y Vitoria, cerrando el paso a los independentistas de Junts y EH Bildu respectivamente, algo que además de situarlos por fin en el imaginario colectivo como un partido de Estado susceptible de ser votado por la mayoría de los españoles, desactiva de forma definitiva el burdo soniquete con el que el PSOE pretendía sobrevivir a las próximas elecciones, hablo naturalmente a aquello «la derecha extrema y la extrema derecha» que repetían constantemente todos sus portavoces.
Una maniobra la de Feijóo, que, además de todo lo anteriormente mencionado, garantiza que el partido de Sánchez se va a enfrentar en las próximas semanas al menos a otras dos jornadas teñidas de un negro profundo para sus intereses: La de la constitución de los gobiernos autonómicos y sobre todo la del 23-J, una noche electoral en cuya campaña ya no van a poder tildar impunemente de fascista al Partido Popular, no en vano se ha convertido por derecho propio en el partido que les ha regalado gratis et amore el gobierno nada más y nada menos que de la ciudad de Barcelona, frenando de paso y en seco las aspiraciones de los independentistas puigdemoníacos de convertir esta ciudad en un ariete contra el Estado.
Lo que viene siendo un gol de chilena y por la escuadra en el minuto 93, vamos.