THE OBJECTIVE
Antonio Caño

La reconstrucción del modelo político

«Sin necesidad de un Gobierno de coalición, PP y PSOE deberán establecer algún día un nuevo consenso nacional»

Opinión
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La reconstrucción del modelo político

Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez | EuropaPress

España se encuentra ante una evidencia que nos cuesta trabajo reconocer: su sistema político está bloqueado, la gobernabilidad del país está cada vez más amenazada, la propia formación de gobiernos, tanto a nivel local como autonómico y nacional, se empieza a hacer imposible. El modelo bipartidista no ha encontrado un sustituto que garantice la estabilidad. Si una improbable arrolladora victoria del PP no lo impide, la fracasada coalición actual continuará en el poder -agravada por una posición más débil del PSOE y más fuerte de sus aliados más radicales- o será sustituida por otro pacto indeseable con un partido extremista que nos promete otro ciclo de división y odio.

La incapacidad de los dos principales partidos constitucionales para entenderse entre sí dio paso hace ya una década a la configuración de un sistema multipartidista cuyo saldo es bastante desafortunado. Empezó el Partido Popular, promocionando, a través de sus socios mediáticos, una fuerza de extrema izquierda surgida del movimiento 15-M, Podemos. Y continuó el PSOE, dando alas, también con la colaboración de sus amigos en los medios de comunicación, a la réplica de Podemos en la extrema derecha, Vox. Ambos apostaron por destruir al adversario. En medio se coló un partido, Ciudadanos, que hubiera sido muy útil para darle consistencia al sistema, pero que naufragó como consecuencia de errores propios y ataques ajenos, principalmente del PP y PSOE, actuando, de nuevo, de espaldas a los intereses nacionales.

Podemos ha sido sustituido ahora por una nueva marca de la vieja factoría comunista, Sumar, que, en realidad, no cambia nada más que el rostro del líder en la papeleta. Sale la desgastada imagen de Iglesias y es sustituida por otra más sonriente e inane, la de Yolanda Díaz. Todo ello salpicado de los tradicionales personalismos y vendettas que comprometen seriamente el futuro de ese espacio político.

En todo caso, el escenario que se avecina es el de una mayoría del PP con Vox o del PSOE con todos los demás, incluidos Bildu y ERC. No son alternativas equiparables. No es tan grave el pacto con un partido de ideas retrógradas y voluntad divisoria que con fuerzas que pretenden de forma manifiesta utilizar nuestro sistema político para debilitar nuestra democracia y violar nuestra Constitución. Pero ambas soluciones son malas y nos condenan a la prolongación de este periodo de estancamiento político y económico. No puede ser casualidad que nuestra economía lleve precisamente una década sin crecer.

«La incomunicación entre PP y PSOE es particularmente grave en las circunstancias actuales»

Desgraciadamente descartada cualquier posibilidad de un acuerdo entre PP y PSOE, estamos, por tanto, abocados a una salida en falso. La incomunicación entre PP y PSOE es particularmente grave en las circunstancias actuales. Hay quien alerta con buenos argumentos del peligro de entregar la oposición a los grupos extremistas. Y es esa una razón que podría ser válida en una coyuntura diferente, cuando el relevo en el poder se cumplía sin dificultades y el sistema se mostraba vigoroso y estable.

Sin embargo, no son esas las características actuales de nuestra democracia. Más bien, todo lo contrario. Mencionaba antes los problemas de gobernabilidad, pero existen otras muchas reformas pendientes que sólo son posibles mediante alguna forma de colaboración entre los dos principales partidos. Esas reformas deberían afectar a nuestro sistema electoral, a nuestro modelo educativo, nuestro modelo productivo y todo lo que España requiere para ganar competitividad en el mundo actual.

Tal vez por encima de todo eso, está pendiente la modernización de nuestro modelo territorial, que hace aguas a todas luces y que, más grave aún, está empezando a perder la simpatía y el apoyo de los españoles. Sería muy grave esperar hasta que una mayoría pida el regreso a la más estricta centralización, pero ese es el camino en el que estamos.

Los ciudadanos lo ven con claridad. Siempre que se les pregunta en las encuestas, se pronuncian a favor de un mayor entendimiento entre PP y PSOE. Pero no lo ven los políticos, que admiten con naturalidad lo que debería ser muy excepcional, como es la repetición de elecciones, antes de pactar con sus rivales históricos. Se sientan a hablar con los socios más estrafalarios y peligrosos, antes que con el otro partido básico de nuestro modelo político.

Es verdad que fue Pedro Sánchez quien hizo de su enemistad al PP su única bandera política. Del famoso “no es no” pasó a entenderse con el mismo diablo antes de hacerlo con su contrapunto en el centroderecha. El PSOE de Sánchez no tiene reparo en reservar los elogios para Otegui y los insultos para Feijóo. Mientras Sánchez siga, eso no va a cambiar. Pero también es cierto que alguien tiene que romper la inercia actual y que, si el PP quiere por fin actuar como un partido de Estado, debe de tomar la iniciativa en este terreno.

Ignoro qué pasará después del 23 de julio. Tal vez una victoria muy amplia del PP relegue a Vox a una posición marginal. Pero eso no será fácil y, aún así, el Gobierno naciente tendría que apoyarse en la extrema derecha en muchas votaciones y, a la larga, vería condicionada de alguna forma su acción legislativa. Como decía, la solución de repetir elecciones se contempla con demasiada alegría. Pero la mejor salida sería, sin duda, la de buscar alguna fórmula de acuerdo con el PSOE que, sin necesidad de formar una Gobierno de coalición, permitiera identificar los puntos de conexión de ambas fuerzas en relación con las principales reformas pendientes y generar en torno a los dos grandes partidos el consenso más amplio posible para volver a poner al país en marcha de una vez.

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