Hacia un bipartidismo sensato
«Algo se mueve en el PSOE y en el PP. Solo falta que dialoguen, que se pongan de acuerdo en cuestiones básicas, como respetar las instituciones políticas»
He asistido a dos actos públicos que me han reconfortado tras los amargos tragos de los últimos meses y tras la suicida orientación de la política española en los últimos cinco años. Por fin he visto la posibilidad de salir del peligroso bucle en el que andamos metidos. No me tachen de ingenuo, simplemente soy optimista, por experiencia, quizás también por naturaleza.
Esta suicida orientación a la que me refiero es la bipolaridad que se ha instalado en nuestro sistema político, la política conformada en dos bloques que rechaza un principio estructural básico de nuestro sistema democrático: el pluralismo político.
Según esta política de bloques, las opciones políticas son sólo dos, la A y la B, la de los rojos y la de los azules. Y peor aún: la A contra la B, los rojos contra los azules. Y viceversa, claro. Una sociedad, pues, dividida entre amigos y enemigos, y una actividad política que consiste en una lucha radical entre ambos. Es la lucha existencial de la que hablaba Carl Schmitt en su famoso opúsculo Concepto de la política y que explica la Alemania totalitaria de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial. Una política basada en el antagonismo, de un frente contra otro, sin fisuras en cada uno de ellos. Dos opuestas Verdades metafísicas (por esto utilizo la mayúscula) que son incapaces de entenderse debido a su propia naturaleza.
En definitiva, todo ello es lo contrario de una auténtica política democrática, la del diálogo, el pacto, la negociación, el compromiso, es decir, la que utilizan los ciudadanos en sus relaciones privadas cuando no se ponen de acuerdo pero quieren llegar a una solución, seguro que para las diversas partes, pero que tiene una gran virtud: poner fin a un conflicto. La democracia está basada en ciertos valores —la libertad y la igualdad como primordiales— que se concretan a través de determinados procedimientos y respetar los procedimientos es tan importante como no vulnerar los valores. Poco más es la política democrática.
«La sociedad española no está dividida en dos bloques, es mucho más plural»
Pues bien, la sociedad española, es decir, los ciudadanos que la componen, no está dividida en dos bloques, es mucho más plural. Los partidos políticos son los encargados de acoger esta pluralidad y mediante los procedimientos establecidos en las leyes, y respetando las costumbres políticas acumuladas con el paso de los años, traducirlas en decisiones concretas. Los procedimientos no deben dar lugar a cambalaches: sólo pueden llegar a pactos aquellos partidos con afinidades en lo esencial, con homogeneidad de ideas e intereses.
Esto es lo que se quebró a primeros de junio de 2018 con la moción de censura que negó la confianza a Mariano Rajoy y la otorgó a Pedro Sánchez. Fue en este momento en que se solidificaron los dos bloques: uno encabezado por el PSOE y otro por el PP. Estos dos grandes partidos buscaron apoyo en los extremos dejando desguarnecido un espacio central en el que pudieran entenderse en las cuestiones fundamentales que les unen.
En los dos actos públicos a los que me refería al principio he podido captar una añoranza por esta hoy envejecida política de los primeros decenios de nuestra democracia que empezó a debilitarse en la segunda mitad de los años noventa y ello se acentuó en el primer decenio de este siglo. El primer acto fue la entrega del premio Rojana en recuerdo de Alfredo Pérez Rubalcaba. El acto fue breve pero tras el mismo se sirvió una copa de vino y se formaron corrillos. Hablando con unos y otros percibí que habían dos PSOE y en uno de ellos se repetían las palabras de Rubalcaba que acabábamos de ver en un vídeo de 2011: «El PP es nuestro adversario, no nuestro enemigo». Unos las escucharon complacidos, otros irritados. El fallecido político ponía en cuestión la actual política del PSOE. También hubo abrazos significativos dando ánimos a quiénes podían encabezar un relevo en la dirección socialista si los pronósticos electorales iban a cumplir.
«Con el actual clima político y unos políticos como los de hoy, no hubiera sido posible la construcción de la España constitucional»
El otro acto, más reciente, tuvo lugar hace dos días, el martes de esta misma semana, con ocasión de la presentación del libro de memorias Aquel PSOE, escrito por el veterano Virgilio Zapatero, catedrático de Filosofía del Derecho pero muy activo en los gobiernos de Felipe González. Virgilio es un intelectual de gran calado, un jurista muy reconocido con una importante obra escrita. Habrá tiempo de comentar las memorias una vez leídas. Solo remarcar aquí las diferencias entre lo destacado por los dos presentadores (Rosa Conde y Alfonso Guerra), así como por el propio autor, respecto a la política actual. La sensación quedó entre los asistentes es que habíamos sido transportados a una envidiable política de otros tiempos, con partidos que reflejaban el pluralismo político que para nada se parece a la bipolaridad actual, a los bloques irreconciliables con los que nos quieren dividir.
Ciertamente, con un clima político como el actual, y con unos políticos como los de hoy, no hubiera sido posible la construcción de la España constitucional ni el Estado social y democrático de derecho que disfrutamos desde entonces. Gobierno y oposición, fueran de UCD, del PP más tarde o del PSOE siempre, se confrontaban en ciertas materias pero colaboraban para llegar a acuerdos en otras. Así se construyó la democracia, así se consolidó un Estado social —sanidad, pensiones, enseñanza— y así se respetaban las reglas del Estado de derecho. Sólo así pudo construirse un Estado de constitucional, el mismo que ahora se tambalea.
Un tercer acontecimiento nos conduce a pensar que algo se mueve e invita al optimismo: la elección de alcalde de Barcelona. Por sorpresa, a ultimísima hora, se produjo un inteligente pacto entre socialistas y populares, cada uno aportando su nivel de apoyo electoral, para impedir que gobernara un independentista. En Barcelona se rompió la política de bloques y el partido de Puigdemont fue derrotado a pesar de ser el que obtuvo más votos. Fue espectacular la reacción de Xavier Trias, un hombre hasta ahora educado y prudente, que perdió las formas institucionales y profirió un inadecuado mitin lleno de rabia, propio de su líder residente en Bruselas pero no de una persona de su trayectoria. No admitir la derrota es signo de debilidad y si el arrogante nacionalismo da signos de ir de capa caída los demócratas debemos alegrarnos.
En conclusión, tras estos años tan peligrosos que estamos pasando, que los dos grandes partidos fueran convergiendo hacia el centro, y no cada uno hacia sus extremos respectivos, sería una gran noticia, un giro conveniente para todos. Ahí está el escondido secreto de la política española tras las elecciones del 23 de julio. Algo se mueve en el PSOE, también en el PP. Sólo falta que dialoguen, que pacten, que se pongan de acuerdo en determinadas cuestiones básicas, por ejemplo, en respetar las instituciones políticas. Muchos españoles, hartos de experimentos fallidos, deseamos volver a un bipartidismo sensato.