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Esperanza Aguirre

La hipocresía de Sánchez

«Atacar al PP por llegar a acuerdos con Vox es una exhibición de hipocresía cuando los socialistas han pactado con ERC y Junts para repartirse el poder en Cataluña»

Opinión
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La hipocresía de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El golpe de Estado de octubre de 2017 tuvo la virtud de dejar para siempre meridianamente claro que en Cataluña no existe el nacionalismo moderado. Quedó claro que el nacionalismo catalán, en todas sus formas, está radicalmente enfrentado con la Constitución Española de 1978, porque niega de manera inequívoca que el sujeto constituyente sea la nación española, es decir, el conjunto de todos los españoles, como ciudadanos libres e iguales. Hoy ya sabemos que el objetivo último de todos los nacionalistas es la destrucción de España.

Atrás ha quedado el entusiasmo con el que los catalanes aprobaron el texto constitucional en el referéndum de diciembre de 1978. Recuérdese que en Cataluña la participación fue casi un punto mayor que en el conjunto de España y que los síes fueron el 90,5% por un 87,9% de la media nacional.

Y atrás ha quedado el señalado protagonismo de los dos políticos representantes de partidos catalanes que, junto a otros cinco provenientes de partidos de implantación nacional, formaron la ponencia constitucional, encargada de elaborar el texto final.

Porque, entre los siete padres de nuestra Constitución de 1978, había dos catalanes: Jordi Solé Tura y Miquel Roca i Junyent.

Solé Tura estaba allí como representante de los comunistas catalanes del PSUC, y es bueno saber que ese partido se creó, como una escisión del Partido Comunista de España, el 23 de julio de 1936, sólo cinco días después de haber empezado la Guerra Civil, siguiendo las directrices de Stalin, que sabía lo importante que era manipular los sentimientos nacionalistas. El PSUC, desde su fundación, había mantenido posturas de un nacionalismo militante y, al final del franquismo, esas posturas eran más radicales que las de los herederos de la Lliga e, incluso, que las de los pujolistas. Es muy significativo que los comunistas de Carrillo cedieran el puesto que les correspondía en aquella ponencia a un comunista catalán.

«La distinguida participación de catalanes en la elaboración de la Constitución hace ya mucho que se olvidó»

Miquel Roca era el representante de Convergencia Democrática de Cataluña, el partido de Jordi Pujol, que se presentaba como el encargado de llevar la voz del catalanismo, entonces calificado de moderado, a las instituciones del Estado.

Aquello, la distinguida participación de catalanes en la elaboración de la Constitución y el entusiasmo de la población de Cataluña por el texto constitucional, hace ya mucho que se olvidó. Probablemente el responsable último de la desaparición allí del espíritu constitucional sea el socialista Zapatero con su Pacto del Tinell. Aquel pacto según el cual no se podía pactar nunca nada con el Partido Popular. También su irresponsable promesa de aceptar cualquier reforma estatutaria que le llegara del Parlamento de Cataluña desató una desenfrenada carrera entre las fuerzas políticas catalanas por demostrar quién llegaba más lejos en su enfrentamiento con la nación española, que culminó con el golpe de Estado.

Desde aquel Pacto del Tinell a finales de 2003 ya no hay la menor duda de que los socialistas españoles preferirán siempre aliarse con todo tipo de nacionalistas antes que llegar a acuerdos de Estado con el PP, que para ellos es la denostada derecha, a la que, ya que no pueden eliminarla, siempre tratarán de aislar con cordones sanitarios. Porque, desde entonces, los socialistas españoles parecen empeñados en buscar su legitimidad, no en la democracia liberal que nos dimos en el 78, sino en el Frente Popular de la II República, como pretende expresar la siniestra Ley de Memoria Histórica, que se apresuró a promulgar y que, desgraciadamente, el PP no derogó, a pesar de contar con una mayoría aplastante.

Esto es lo que hay cuando estamos embarcados en unas elecciones generales en las que es evidente que España se juega mucho más que el cambio de inquilino de La Moncloa. Sánchez, digno y aplicado discípulo de aquel Zapatero, ha conseguido enfrentar a los españoles, ha terminado por cargarse el espíritu de concordia y reconciliación de la Constitución del 78 y ha mostrado su cercanía y casi identificación con todos los enemigos de la libertad, la propiedad y la nación española.

«ERC y Junts no sólo son golpistas, sino que se declaran enemigos de la España Constitucional»

Enfrente de él y su Frankenstein, los españoles que queremos que se frene esa deriva zapaterista-sanchista y se vuelva al espíritu del 78, tenemos sólo dos opciones, el PP y Vox. Ante esto, todo el aparato de propaganda sanchista-comunista-golpista, junto a todos los fieles seguidores de los dogmas de la corrección política, se han lanzado como lobos a descalificar a Vox, que es un partido estrictamente constitucional, con el que yo discrepo en algunas cosas, pero que defiende con pasión que España es una nación de ciudadanos libres e iguales.

Atacar al PP por llegar a acuerdos con Vox es una exhibición de hipocresía descomunal cuando sabemos que los socialistas han pactado en este último mes con Esquerra Republicana y Junts para repartirse el poder en innumerables ayuntamientos de Cataluña. Porque no hay que olvidar que estos dos partidos no sólo son golpistas, sino que se declaran -ellos sí- enemigos de la España Constitucional.

Lo más grave es que, en su actual tournée por los medios de comunicación, ni un solo periodista le pregunte a Sánchez cómo justifica ese encamarse impúdicamente con los que quieren romper España, y le dejen, sin replicarle lo más mínimo, que coloque sus diatribas contra el PP y Vox, que son los dos partidos que luchan para que en España se recupere ese espíritu constitucional que Sánchez ha demostrado que desprecia y que quiere eliminar.

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