Unicornios ministeriales
«La realidad es que hay muchas incógnitas que hacen muy difícil que lo previsto en el PNIEC se haga efectivo para 2030»
Hay una máxima irrefutable en la realidad de los estados, sus ansias de acaparar poder son infinitas. La pérdida paulatina de los valores de la libertad ha conducido a una sociedad anodina que se ha ido dejando arrebatar poco a poco esos espacios en los que soberanía individual era inviolable. Los gobiernos se inmiscuyen en aspectos de nuestras vidas en los que jamás deberíamos haberles dejado entrar. Regulan todo, intervienen todo y lo que es peor, ni siquiera conduce a una mejora en nuestros estándares de vida. Más bien todo lo contrario.
Por intervenir, intervienen incluso aquello que ellos mismos han escrito en una ley que está libre de intervención. Podríamos esbozar muchas muestras de esto, pero el sector energético es uno de los ejemplos por antonomasia. En su momento, debido a un requerimiento europeo, la generación de energía eléctrica se liberalizó. Esto quiere decir que un productor de electricidad puede decidir qué tecnologías de generación instala y qué cantidad de ellas. Pero todos sabemos que esto no es verdad. Que la mano del gobierno está detrás de cada una de las inversiones en el sector energético (y de la falta de inversiones también).
La enésima muestra de esto que comento ha sido la publicación del nuevo borrador del PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima). Se trata de un documento que exige la Comisión Europea y que define los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. El problema es que ese documento determina también cuáles deben ser las líneas de actuación para conseguir esos objetivos. ¿Por qué el gobierno tiene que establecer líneas de actuación en una actividad que está liberalizada desde hace décadas? ¿Cómo puede el gobierno decidir qué cantidad hay que instalar de energía solar o eólica cuando la Ley dice que no lo puede hacer? A pesar de ello lo hacen y aquí es donde todos los burócratas del mundo fallan, simplemente porque no tienen la información necesaria para saber cuál es la solución óptima. Únicamente el mercado tiene esa información, como ya nos advirtió Mises hace más de cien años.
«Los actores del propio sector renovable han afirmado (en público algunos y en privado casi todos) que a Teresa Ribera se le ha ido la mano»
A pesar de que el PNIEC original -redactado en 2019- ha sido un fracaso en muchas de sus predicciones, esta nueva versión es una patada hacia delante que deja el fracaso anterior en un mero juego de niños. Ha establecido unos objetivos de energías renovables fuera de todo raciocinio, de tal modo que los actores del propio sector renovable han afirmado (en público algunos y en privado casi todos) que a Teresa Ribera se le ha ido la mano, que el papel lo aguanta todo. La realidad es que hay muchas incógnitas que hacen muy difícil que lo previsto en el PNIEC se haga efectivo para 2030. ¿Qué industria va a fabricar toda esa potencia renovable? ¿Qué empresas la van a instalar? ¿Dónde vamos a instalar toda esa potencia? ¿A qué puntos de conexión se va a conectar? ¿Qué va a pasar con la contestación pública a los proyectos renovables?
El problema fundamental es que el escenario del PNIEC implica una sobreinversión que muchos actores cuestionan por innecesaria. El sobredimensionamiento del parque de generación de electricidad adquirirá tintes dantescos en 2030, donde se planea que tengamos una capacidad de 214.000 MW cuando, el año pasado, en la hora de máxima demanda en España apenas llegamos a los 38.000 MW. Se nos intenta convencer de que se llevará a cabo una inversión de casi 300.000 millones de euros, de los cuales el 85% será dinero de la industria privada. Pero no se explica cómo alguien va a invertir en un sistema donde hay exceso de oferta. ¿Qué precio tendría la cerveza en un país donde hay capacidad para fabricar 6 veces más cerveza de la que se consume? Y aún peor, una parte grande de los productores (la energía solar) generan electricidad todos a la misma hora, llevando el precio de la electricidad a cero en esos momentos. ¿Usted invertiría su dinero en una central eléctrica que fuera a regalar la electricidad? Se nos dice que habrá que reformar los mercados eléctricos, pero la incertidumbre es tan grande que únicamente lastrará todavía más las inversiones.
Adicionalmente, debido a la enorme sobrecapacidad, tiraremos mucha electricidad porque sobrará. Las estimaciones dicen que los vertidos casi alcanzarán el 10% de la electricidad producida, lo cual pondrá en serias dudas la viabilidad económica de los nuevos proyectos renovables. Tampoco nadie nos explica qué va a pasar con las centrales de gas, absolutamente necesarias para asegurar el suministro de electricidad al continuar con el ideológico plan de cierre de las centrales nucleares. El gas funcionará cada vez menos horas, pero cuando funcione querrá recuperar todo lo perdido cuando las centrales están paradas. O no serán capaces de recuperar sus costes y cerrarán, dejando el sistema en serio riesgo de cortes de suministro. La alternativa es establecer un mecanismo para pagarles, aunque no funcionen. Ni una palabra de esto en los cientos de páginas del PNIEC.
Los más kafkiano del asunto, como publicaba El Periódico de la Energía hace unos días, es que es imposible que este plan ministerial sea realidad porque así lo demuestra el propio análisis de Red Eléctrica. De manera sorprendente, el PNIEC publica como anexo los modelos llevados a cabo por los técnicos de Red Eléctrica para «demostrar» la viabilidad del PNIEC… y acaba demostrando justamente lo contrario. Para alcanzar un grado tan elevado de penetración de energías renovables se necesitan varias cosas que no tenemos y no parece que se vayan a desarrollar a tiempo: tecnologías de almacenamiento e interconexiones eléctricas con Francia. Red Eléctrica afirma que necesitaremos 8.000 MW de interconexiones cuando, en la actualidad, contamos con 2.400 MW y no parece muy realista considerar que vayamos a tener más de 5.000 MW en 2030.
Un plan, en definitiva, que hace aguas por muchos sitios y que tiene innumerables lagunas independientemente del ángulo desde el que se analice. Se nota que hay elecciones generales y que había que sacrificar todo en el altar climático. Total, pagaremos los de siempre, no les quepa duda.