THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Miedos en campaña

«Esta procelosa dinámica del miedo, que puede tener réditos electorales, no nos ayudará a encontrar una respuesta a los retos que tenemos por delante»

Opinión
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Miedos en campaña

Pedro Sánchez.

Antes incluso de iniciada la campaña electoral ya nos hemos acostumbrado a que los políticos alienten miedos diversos con la ayuda de sus partisanos. Y, según se mire desde los diferentes ángulos del tablero ideológico, no son pocos. Uno puede comprender que existen indicios para despertar algún que otro temor por la presencia de quienes quieren tensar la convivencia y, de nuevo, tanto a izquierda como a derecha. Pero esta procelosa dinámica del miedo, que puede tener réditos electorales -entiendo que menos de los que podrían suponerse-, no nos ayudará a encontrar una respuesta a los retos que tenemos por delante. Porque las hipérboles jamás han solucionado problema concreto alguno, ni han servido para proteger nuestros derechos. 

Los apocalipsis que las derechas y las izquierdas llevan denunciando más de una década no se han llegado a hacer realidad. Aunque sigan azuzándolos como si fuera la primera vez que que se inflaman por estas cuestiones. Lo que sí ha sucedido es que hemos ido rompiendo ciertos consensos demoliberales por un cálculo partidista, que va deteriorando nuestro Estado de derecho por el camino. Y en este proceso han tenido mucha más responsabilidad los partidos del sistema que los que no creen en él. Porque en esto de las catástrofes venideras tenemos unos comportamientos más amazónicos y otros más integrados, pero ambos nos llevan al mismo punto.

El miedo nació con la humanidad y se ha convertido en una constante histórica que nos ha atenazado desde los orígenes. Probablemente sea una de las emociones más poderosas, intensas y ambiguas de las que nos pueden dominar. Con todo, y pese a ser un elemento central de la experiencia humana, se ha camuflado y sepultado sobre un manto inconfesable de silencio. El miedo es una sensación múltiple y en constante cambio, ya que solamente cambia aquello a lo que tememos con su intensidad. La inseguridad se ha ido reconfigurando a lo largo de los siglos. En la actualidad, además, se ha transformado la velocidad del cambio continuado.

«De todos los apocalipsis declarados en la última década, el del coronavirus ha sido el más real y peligroso»

El miedo, aunque inevitable y saludable en su justa medida, es un riesgo para cualquier sociedad plural. No es difícil que en coyunturas como ésta el temor se desborde y nos haga buscar un chivo expiatorio en el que reflejar nuestra desazón. Como nos recordó hace ya unos cuantos años Pascal Bruckner, el lenguaje del miedo es paradójico porque, en última instancia, sirve para tranquilizar nuestras conciencias. Miren las páginas de estos días porque encontrarán multitud de ejemplos.

También vale la pena recordar esto ahora que los expertos -benditos ellos, estén donde estén- han permitido al Gobierno declarar el fin de la crisis sanitaria. De todos los apocalipsis declarados en la última década, el del coronavirus ha sido el más real y peligroso. Habrá que volver a señalar que el miedo que llevó a miles de españoles a vaciar las estanterías de los supermercados, ante el desdén de los apologetas de otros desastres posibles, fue mucho más racional y razonable que los miedos que ahora nos atenazan. Parece que lo que más molestaba en aquellos días era que iban sin pancartas ni consignas. Quizá habrá que volver a pedir responsabilidades por la pésima gestión, especialmente al inicio de la misma. Si una mala decisión en la gestión de la economía tiene consecuencias sobre los responsables directos -incluso si la crisis afecta a muchos países-, ¿por qué no iba a suceder lo mismo en las políticas públicas sociosanitarias? Porque, más allá del uso político de esos errores, los fallos fueron gruesos por mucho que hayan sido tapados por escándalos posteriores. 

En fin. En un mundo repleto de incertidumbres, el miedo puede dejar de ser episódico y convertirse en algo inalterable. Hay suficientes problemas para permitir que este se esclerotice. Como tantas otras veces, y probablemente pecando de optimismo, saldremos otra vez de las dificultades. El problema es saber cuánto nos costará y quién se quedará atrás. Porque sucederá. También uno tiene sus miedos.

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