Carlos Alberto Montaner, combatiente por la libertad
«Con la muerte del intelectual y disidente cubano América Latina se ha vuelto más pequeña, más pobre, menos inteligente. Menos humana»
Ha muerto uno de mis grandes amigos. Pero más allá de ese evento personal, ha muerto una de las grandes cabezas intelectuales de América Latina: Carlos Alberto Montaner (1943-2023).
Murió plácidamente en su piso de Menéndez y Pelayo en Madrid rodeado de toda su maravillosa familia. Había escrito hace poco su última columna anunciando que era la última. Tenía una enfermedad neurodegenerativa, una parálisis supranuclear progresiva. No sólo no podría escribir más sino tampoco leer ni llevar una vida normal.
Cuando leí, destrozado, su última columna, con la revelación de su enfermedad, le escribí un correo para verlo, imaginaba, en Miami, donde lo había visto tantas veces. «Querido Alfredo: estoy en Madrid. Una vez que llegues escríbeme para que pases por la casa».
Llegué a Madrid, viajé al Sur, me enredé como todos en muchas cosas, y pensaba escribirle este viernes, no sospechando que su final había llegado. Me quedé sin verlo una última vez. Lo lamentaré para siempre porque era un amigo entrañable.
Lo conocí en un viaje que hizo a Lima en 1980 y nos hicimos amigos para siempre. 43 años de una amistad sin una sola nube. Me lo presentó Javier Valle-Riestra, que había sido su abogado en el exilio madrileño del tardo-franquismo. Llevé a esa reunión a Alan García, hoy envuelto también en las sombras.
Como tantos jóvenes cubanos anti-Batista, Carlos Alberto fue al principio un entusiasta de la rebelión de Fidel, pero fue de los más rápidos en darse cuenta que aquello iba en la mala dirección y comenzó a participar de la oposición estudiantil. Fue arrestado pero logró asilarse en una embajada y salió para un exilio de 64 años. Fue un combatiente por la libertad de Cuba, y la libertad en el mundo, todos estos 64 años. Sin desmayo y sin cólera.
Se casó a esa edad, impropia para un matrimonio, con Linda, una mujer extraordinaria, con la que tuvo un matrimonio ejemplar y envidiable. Estar con ellos producía una instantánea paz interior.
«Fue el principal enemigo intelectual de Fidel Castro»
Carlos no venía de una familia bien hecha del todo. Viendo como abrazaba a mi hijo mayor recién nacido (Carlos estuvo en su bautismo en Lima), me dijo: «Me haces acordar a mi padre. Era un irresponsable, pero lo recuerdo con cariño porque era muy agarrador, muy cariñoso».
Al salir al exilio, Carlos pasó por Miami pero se instaló en Puerto Rico antes de recalar en España.
Un intelectual de primer orden, parte de las razones para su posición económica, es que la vida le enseñó muy pronto el mundo de los negocios, para el que tenía un raro instinto. En España creó de la nada un pequeño imperio editorial, la editorial Playor, que publicaba muchos libros de texto (el corazón de sus beneficios), pero donde también publicó grandes obras cubanas. Allí comenzó a publicar el gran economista cubano Carmelo Mesa-Lago y allí se publicó la monumental obra sobre Cuba: economía y sociedad de Levi Marrero.
Carlos Alberto fue el principal enemigo intelectual de Fidel Castro: desenmascaró al castrismo muy pronto, cuando la revolución cubana seguía teniendo epígonos después de más tiempo del lógico (a fin de cuentas, en 1968 Castró había apoyado la invasión de los tanques rusos a Checoslovaquia contra la primavera de Dubcek).
Pero la obra, y la vida, de Carlos Alberto giró desde muy joven en torno a una columna semanal que publicó seis décadas, sin interrupción. «Todo lo hice sobre mi columna», me dijo un día. Sus columnas se publicaron en centenares, quizá miles, de periódicos. Debe de haber sido el columnista más leído de habla española. Eran directas, sólidas, siempre con buena información, con posiciones claras pero sin un ánimo sectario. Me dio una temprana lección para escribir columnas, a lo que hasta hace un tiempo yo también me dedicaba: «Hay que meterle los dedos al ojo al lector en las primeras dos líneas».
Debe de haber sido de los pocos que despreció la nacionalidad de Estados Unidos cuando tuvo la española (descendía directamente de catalanes). Era muy español. Su cultura era completamente española. Por eso, aparte de su talante dialogante, siguió con tanta pasión la Transición española, desde la muerte de Franco en noviembre de 1975. Creo que esta era la cultura política a la que realmente perteneció Carlos Alberto.
Por eso, cuando cayó el Muro de Berlín, Carlos creyó (como muchos para decir la verdad), que el fin de Castro y el castrismo llegaba. Quiso organizar una plataforma democrática plural, que pudiera conectar al exilio con los opositores internos. Fundó la Unión Liberal Cubana, y llegó a ser vicepresidente mundial de la Internacional Liberal. El esfuerzo fue a la postre efímero, y la influencia de Carlos procedía fundamentalmente de sus escritos, y primordialmente de sus columnas semanales.
«Era cultural y temperamentalmente, completamente distinto a los anticastristas primarios de Florida»
Carlos y Linda vivieron la mayor parte de su vida en Madrid (España), la ciudad y el país que amaban, pero vivieron bastantes años en Miami. Carlos era no sólo cultural, sino temperamentalmente, completamente distinto a los anticastristas primarios de la Florida, agrupados políticamente en la Fundación Cubano-Americana que fundó Jorge Mas Canosa. Apoyó a los demócratas y, en lugar de un trumpista vulgar como la mayoría de ellos, Carlos apoyó a Biden.
Montaner era un liberal. En un homenaje que le hicieron a Carlos, Vargas Llosa (según contó el propio Carlos en Libertad Digital en un artículo del 26 de junio de 2012, fui yo quien los presentó en Lima casi a finales de los años ochenta), Mario dijo que Montaner había dicho lo que todos dijeron después, «pero mucho antes y mejor».
Quisiera poner aquí una nota un poco heterodoxa. Carlos era sin duda un liberal, político y económico, un defensor de las economías abiertas de mercado, pero su talante era el de un socialdemócrata. Respetaba lo que en el mundo había logrado el Estado del Bienestar. No estaba nunca en los extremos sino en el centro (como los socialdemócratas en serio). Era tolerante, amable, tenía la rara capacidad de escuchar, no era nada sectario. Y detrás de todo ello, un humor, sutil, siempre a flor de piel.
Conocía al dedillo toda América Latina, no sólo la civilización caribeña en la que había nacido. Había recorrido todos sus países con sus prédicas, y en todos dejó amigos.
Porque Carlos tenía un don especial. Un don que todos creen universal pero es escaso: el don de la amistad. Siempre dispuesto a ayudarte, a defenderte cuando era necesario, y a poner en contacto gente que debía conocerse.
Carlos tenía una cultura enciclopédica, le encantaban sobre todo las grandes historias globales.
Novelista, ensayista, memorialista, comentarista de televisión, fue sobre todo un columnista fuera de serie, de los mejores que la prosa española moderna haya producido.
Escribió decenas de libros, pero si tuviera que rescatar algunos señalaría Las raíces torcidas de América latina y Los latinoamericanos y la civilización occidental, además de sus magníficas memorias, Sin ir más lejos.
En medio del desorden político e intelectual que es hoy el continente, era cuando más lo necesitábamos.
Con la muerte de Carlos Alberto, América Latina se ha vuelto más pequeña, más pobre, menos inteligente. Menos humana.
Carlos Alberto: gracias por tu amistad de casi medio siglo. Haberte conocido fue una de las grandes fortunas de mi vida. Adiós, querido amigo.
Alfredo Barnechea es político y periodista peruano.