THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

Los 'congreperros'

«El Congreso lleva tiempo pareciéndose a una jauría de ladridos. Todos se lanzan de una bancada a otra, manteniendo sus privilegios»

Opinión
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Los ‘congreperros’

Imagen del Congreso de los Diputados.

La política es el espejo de la sociedad, pero también parece el parque de perros del Retiro. Después del debate, en el que se oyeron más ladridos que propuestas, veo un halo de canes y razas que se mueven en las instituciones, como no podía ser de otra manera. Hay perros de presa, perros de rastro, de exposición, de concurso de peinados, guardianes, perros guía, abandonados…; hay ejemplos para todo, pues hay personas de diferentes colores y raza, que siendo todos iguales no quita que también sean distintos. 

Es como un sueño, una serie de mosqueperros que dibuja el congreso actual, no el que vendrá tras el 23-J. 

El Gobierno actual trata de mantenerse como una coalición del todo vale, siempre y cuando sigan dispensándoles huesos gratis y el chollo de vivir metiéndole miedo al personal. Ladran por desconfianza, por inseguridad, como el chihuahua de Hot Shots que siempre lanzaba el graznido aterrado por si le asentaban un pandero encima. Tienen de todo: el abandonado chuchillo de la ministra de Igualdad, que ha vuelto a la perrera porque ahora reniegan de ella, el bulldog francés que se come todo sin pudor de Escrivá, el caniche de escarapela y concurso de peinados de Yolanda Díaz, el mil leches cruzado de Grande Marlaska, el yorkshire de Bolaños, que ahora llama ultraderecha a todo el electorado del PP,  la templanza mastina de Margarita Robles, el border collie de Nadia, el saluki o perro afgano de la ministra de Justicia, o el pug o carlino del ministro de Cultura, que se las pasa pagando con su presupuesto las letras de la hipoteca que ha firmado el jefe al banco nacionalista.

Son tan dispares entre sí que parecen representar un novedoso centro de vacaciones caninas, una especie de hotel glam versión poder político, que tiene un horizonte a la vuelta de la esquina con el temido día de las expulsiones del público. Todos en el patio del centro se mueren de miedo cuando aparece el más temido de todos, el zorro Sánchez, que de pronto mete un ñasco por si acaso, pleitesía, orden, pirámide de fuerza, lo que sea, pero que se ha colado en el grupo siendo de otra especie.

Aprieta los carrillos y el resto mira al suelo, como sí mirar hacia arriba fuese una garantía de correctivo. De todos los que ladran en el Consejo de Ministros, no hay ningún perro guía, el clásico labrador o incluso alguno de rastro, como bien podría ser Feijóo, que se parece más a un golden retriever con gafas. No me digan que Borja Sémper no sería un fox terrier de pelo liso, entusiasta cazador de ratas, rápido, atento, y con la capacidad de saltar del suelo a lo más alto del sofá con tal respingo, que ni Javier Sotomayor cuando superó los 2,45 metros batiendo todos los registros.

Ahí está Bendodo, que se asemeja al american staffordshire terrier, o Cuca Gamarra que parece un teckel de pelo largo con el mismo instinto para seguir el olor a una presa. Juanma Moreno parece un pointer, siempre correcto, como que te puedes fiar de él pase lo que pase. Y no dejo de pensar en nuestro alcalde Almeida como el spaniel breton que no se hace grande. El ministro Garzón es como un shi tzu perezoso, mientras que la ministra de Hacienda bien podría ser uno de esos perros de agua que va siempre acompañando a los barcos para ver qué pesca. 

La zona de Vox da un poco más de achante. Se oye un ladrido grave del pastor alemán de Abascal, Ortega un cruzado de bull terrier con Mastín Napolitano, Espinosa de los Monteros me recuerda al spinger spaniel, ojeador, inteligente, y que no le preocupan los espinos por su espeso pelaje, aunque también conviven con Buxadé, el bóxer que siempre estuvo cerca de los perros grandes. Desde que Olona marchó, se quedaron sin ese Beagle al que llamas y no te hace caso, obsesionada detrás del rastro que no sabe muy bien cuando dejar de correr. 

No se ofendan, señorías, no se trata de un texto peyorativo sino un guiño al mundo canino que tanto abarrota las ciudades en estos tiempos. A los animales les sobra lealtad, muchas veces tienen ese concepto mucho más desarrollado que las personas, más si cabe estos años de gurús y asesores, de estrategas en la sombra, de aquellos hombres que dominan los poderes mediáticos, como los Migueles en Prisa, que serían esa pareja de adiestradores a lo César Millán, que tratan de mantener el poder de un conglomerado de deuda al servicio de Moncloa. Luego dicen que sí habría que poner un bozal a los periodistas y echarles a patadas del gremio, cuando en realidad, pocos zorros tuvieron tantos voceros ideológicos al servicio de sus artimañas. 

No se olviden de los otros, los que no distinguen un lado del otro porque solo les interesa la pasta; esos son todavía peores porque juegan disparando cañonazos a todos lados con tal de mantener su poder e influencia, como el PNV en versión empresa. 

Lo cierto es que el Congreso lleva tiempo pareciéndose a una jauría de ladridos. Todos se lanzan de una bancada a otra, manteniendo privilegios y obviando esas cosas del bien común mientras esperan que les lancen otra chuleta desde Bruselas. 

Menos mal que hemos ido perdiendo a los más tóxicos, los que vinieron a refundar la democracia y que resultaron ser unos vagos que no se ponían vacunas para la rabia. Veremos si el próximo 23-J no seguimos siendo esa serie de los Congreperros, y volvemos a tener a personas normales que dirijan un país. 

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