Diccionario del sanchismo
«Las elecciones se ganaron el 28 de mayo, antes que esa piara de asesores se esforzara para que el magnánimo autócrata no les cortara la cabeza»
La política en España es un barco petrolero, de esos enormes que se mueven con una inercia gigante que casi lo hace imparable. Los periodistas, ahora voceros de baja estola al servicio de la subvención, necesitan echarle miguitas diarias al gran hermano que han creado alejado de la realidad, pero ya saben, han de ganarse el pienso. La realidad es completamente distinta. Las elecciones del 23-J se ganaron el 28 de mayo, antes que esa piara de asesores presidenciales se esforzara para que el magnánimo autócrata no les cortara la cabeza. Un debate a dos, a tres, a siete, o seis debates, como quiso a priori, no cambiarán las reglas del juego ni las cartas, pues éstas se han venido repartiendo durante estos cinco años de polarización y de mentiras.
La calle no ve la política con la inmediatez que requieren sus forofos. Por muchos programas, reels, tuits, entrevistas o platós, la basca va a lo suyo y lo que quiere es irse de vacaciones —los que pueden—, o volver al septiembre de las penas y el esfuerzo para seguir manteniendo los poco que les queda. Tiene mucho de endogamia pero más de narcisismo pensar que el voto cambia de lunes a jueves porque Gad, Sigma, CIS o quien sea, realice encuestas semanales para ver que la gente no ha cambiado de opinión. Es muy difícil que las personas cambien de opinión, mucho menos un sólido voto porque entonces no sería sólido, así que cuando acabe el circo, lo mejor que nos puede pasar es que se establezcan algunos recursos para reparar el daño que la democracia española ha sufrido los últimos años. Y la prensa dependiente es cómplice de todo este lagar plagado de cochinos.
Igual que el tabaco lleva en sus cajetillas un cartel que reza «Fumar mata», deberíamos obligar a los periódicos, televisiones, radios, y demás canales de información, que suscriban bajo sus siglas un mensaje, algo sencillo: «Este medio de información vive de la publicidad institucional» o «Este periódico no es libre porque se sostiene de las subvenciones que recibe de la administración». Dejemos que la vida siga, que los cambios se produzcan y que la prensa sea libre, para ello, nada sería más fácil que no aceptar un céntimo del que se investiga, y de hacerlo, que la gente sepa cuando un periodista se convierte en activista y se entenderá el porqué de sus opiniones, que a priori, me importan un bledo pues denota la tétrica falta de escrúpulos a la hora de ser objetivo.
«Que ganas que pase ya el domingo y que volvamos a esa nueva normalidad que era la vieja normalidad, y que seamos, de nuevo, normales»
Para definir a Sánchez, sólo hace falta mirar al pasado, al inicio de su mandato y entender que cuando dice una cosa, en realidad, piensa otra. Tienen hemeroteca para aburrirse, videos que se acumulan en la nube apestados de mentiras y de cambios de parecer en cosas que debieran ser motivo suficiente para que se apunte a la lista del paro, o un casting de una película de terror; asesores que asesoran peor que un amigo malote, habitaciones atestadas de bots, un expresidente, Zapatero, amigo del narcodictador Maduro y blanqueador profesional de tiranos latinoamericanos, que ahora se hace el digno sin entender que a la gente no se le ha olvidado lo bien que nos gobernó. Ojalá que alguna editorial se arriesgara en sacar un manual de estilo, un diccionario de usos y costumbres sanchistas, algo así:
«Hola es adiós, gracias que te den, cinco es cuatro, y que te vaya bien, te pudras en el infierno. Soy el partido de las mujeres, mil violaciones y agresores sexuales mediante. No indultaré a nadie, abran de par en par las cárceles. No dormiré tranquilo si pacto con Podemos, roncando en un sueño profundo. Acatar la ley es la forma más rápida de destruirla; no pactaré con Bildu, ¿se lo repito?, no pactaré con Bildu, ¿se lo repito?, no pactaré con Bildu, ¿se lo repito?, si quiere se lo digo cinco veces; y de pronto el PSOE es Bildu ¿De quién depende la fiscalía? Pues eso. Nunca nombraré a un Fiscal General de mi propio partido, pero mi Ministra de Justicia será Fiscal General. Las puertas giratorias deberían estar prohibidas pero los chicos, la cuadrilla, presidirán Correos, RTVE, el CIS; lo que quiera aunque no pueda, pero qué sorpresa, resulta que puedo. Los medios me odian, tomen lluvia de kilos; no he cambiado de posición con Marruecos y Argelia, sólo recibí una llamada al móvil. Soy monárquico pero alauita. Creo en Dios, crucificado, y no he convocado elecciones a finales de julio para ganar, sino para trumpear. Jamás voté congelar las pensiones con Zapatero, eso es mentira, como tampoco fui consejero de Caja Madrid antes de lanzarme a cuchillo para dominar Ferraz, votación con pucherito incluida.
Bolsonaro es Feijóo, Hitler, ¿Don Pelayo?, Mao, Leopoldo de Bélgica, y te diría que cada día me recuerda más a Pol Pot. Yo, sin embargo, soy libre, limpio, honesto, modesto, generoso, ecuánime, reconciliador, atento, culto, guapo, humilde, fiable, nada rencoroso, alto, bueno, ancho, firme, solidario, feminista, demócrata, compasivo, atento, conciliador, desinteresado, independiente, verdadero, misericordioso, evangelizador, empático, justo, gentil, alegre, simpático, fiable, servil, comprensivo, pero alguna vez, muy raramente, un poco escéptico. No polarizo a la gente, la divido. Me acusarán de pucherazo y algunos querrán detenerme por eso —al menos, avisó el 29 de mayo de este tema. Más de media España es de extrema derecha o de derecha extrema —por favor, que cambie de asesores— y si no quieren retroceder, diez, veinte, cincuenta o, qué narices, cien años en un túnel del tiempo que elimine todos los derechos conquistados, vótenme».
Que ganas que pase ya el domingo y que volvamos a esa nueva normalidad que era la vieja normalidad, y que seamos, de nuevo, normales, sin odios, sin polarizaciones, sin mentiras y sin esta panda de golfos.