THE OBJECTIVE
Joaquín Leguina

Decepción e incertidumbre

«La única posibilidad de que Feijóo fuera investido vendría de un arrebato de responsabilidad institucional de algún partido de la izquierda, algo impensable»

Opinión
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Decepción e incertidumbre

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Yo, como tantos lectores y escuchantes, estaba convencido de que la suma de PP y Vox estaría por encima de la mayoría absoluta en las elecciones del pasado domingo pero al final del escrutinio nos encontramos con la victoria –escasa- del PP y a Sánchez en la calle Ferraz celebrando como ganador su derrota.

¿Por qué pensábamos que PP y Vox iban a barrer? Porque nos lo habían anticipado diversas y diferentes empresas demoscópicas, que esta vez se han columpiado tanto como Tezanos. Y algunas de esas empresas han errado la misma noche electoral, suministrando datos obtenidos a pie de urna, es decir, no pidiendo opiniones de lo que los electores pensaban votar sino recogiendo respuestas sobre lo que habían votado. En tales condiciones, los errores cometidos por esas empresas demoscópicas carecen de sentido. Vamos, que se han dejado llevar más por su olfato que por los datos reales obtenidos en sus cuestionarios.

Quizá ha llegado el momento de que nos preguntemos (lo diré en palabras de Ignacio Varela) por qué motivo, desde hace casi una década, cada vez que a los españoles nos ponen una urna delante nos empeñamos en hacer de la gobernabilidad del país un imposible. Qué parte del concepto intereses generales hemos olvidado y nos negamos a recuperar. Por qué hemos convertido en una misión imposible dar un gobierno sensato a este país. Y por qué últimamente nos gusta tanto hacernos daño.

Ya de madrugada comencé a imaginar lo que nos espera con un Gobierno trufado otra vez de Sumar, apoyado por Bildu, ERC, PNV… y para acabar de amolarnos el huido Puigdemont exigiendo el derecho de autodeterminación.

«Feijóo ha logrado hacerse con la mayoría absoluta en el Senado y el mayor grupo parlamentario del Congreso»

Pero miremos las cosas con menor pesimismo. Feijóo, que heredó un partido hecho trizas, ha logrado en poco tiempo una red territorial potente, subir 13 puntos respecto a las elecciones de 2019, hacerse con la mayoría absoluta en el Senado y el mayor grupo parlamentario del Congreso. Pero, claro, la elección del domingo era sacar a Sánchez del Gobierno y eso está por ver.

El próximo 17 de agosto se reunirá el Congreso y habrá de elegir la mesa y eso, hoy por hoy, también está por ver. Luego, el Rey, tras escuchar a los líderes políticos, decidirá a quién encarga la investidura y si Feijóo no renuncia será él quien lo intente, pero es probable que no lo consiga, pues la única posibilidad de que el líder del PP obtenga más votos favorables que contrarios en este nuevo Congreso vendría de un arrebato de responsabilidad institucional de algún partido de la izquierda, algo impensable en la España de 2023.

A partir de ahí es probable que Sánchez lo intente y si tiene éxito volveremos a lo que ya hemos padecido, a las exigencias de los separatistas, a la invasión institucional del nuevo feminismo (con su ley trans a la cabeza), al ecologismo disparatado de la señora Ribera… y detrás y delante de todo eso el tal Puigdemont, un adelantado de la anti España. Así lo ha expresado Ignacio Varela:

«No es regalo pequeño para un abanderado de la anti-España tener en sus manos la elección o no del presidente del país que más odias: administrará el privilegio con sadismo refinado, recreándose en la suerte. Me pregunto qué haría el presidente del Gobierno en funciones si, en plena negociación de la investidura, el fugitivo se plantara en Barcelona y diera una rueda de prensa multitudinaria para exponer sus exigencias al candidato».

Tal como está hoy la política en España dan ganas de dirigirse al conductor del autobús y decirle: «Pare usted, que me quiero bajar».

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