THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Hasta aquí se puede leer

«Pedro y Yolanda tuvieron una acompasada, y a veces sincronizada, intervención en la que al final la dirigente de Sumar supo sacar más tensión y chispa a su discurso que un apagado y agotado presidente»

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Imágenes del debate a tres entre Sánchez, Abascal y Díaz.

Esto es lo que hay. Se acaba la campaña electoral. Una campaña electoral que va a quedar irremediablemente para siempre en el recuerdo de todos los españoles. Y eso que ha sido una de las peores campañas electorales que se hayan visto por estos lares. Una campaña bronca y fea que se ha desarrollado en muchas zonas del país con temperaturas superiores a los cuarenta grados. Una campaña que a todos los españoles nos quedará en el recuerdo por el estrés que ha provocado en muchos la fecha de las elecciones. 

Millones de españoles han tenido que aprender los requisitos que había que realizar para el voto por correo. Muchos otros han buceado entre las condiciones necesarias para recurrir por si eran nombrados miembros de las mesas electorales. Hasta el 23 de julio, no sabremos si ha habido algún español que se haya quedado sin votar de los casi tres millones que lo solicitaron.

El domingo 23, miles y miles de españoles tendrán que soportar como mejor puedan el calor que haya en sus colegios electorales. Centenares de ayuntamientos han modificado las sedes para mejorar las condiciones ante las previsibles altas temperaturas que tendrán. Por eso, todos recordaremos estas elecciones siempre en el futuro por cómo vivimos los días de campaña. Uno a uno y pendientes del cartero. Lo que sí ha quedado claro es la profesionalidad de estos carteros y de las más de veinte mil personas contratadas para hacer frente al envío de las papeletas.

Una campaña en la que los pactos del Partido Popular y Vox en comunidades autónomas acapararon los primeros días. Y en la que esta vez sí, parece que un ‘cara a cara’, el de Atresmedia, cambió el paso a todos. A candidatos y a medios. Feijóo desarmó a Sánchez y eso nadie lo esperaba. Todos creían que el espectáculo sería al revés. Y el que menos lo esperaba, el propio Pedro Sánchez, al que los tics en el rostro delataban la sorpresa. Cierto que una vez acabado y cuando todo el mundo le dio por perdedor su artillería amiga inició un fuego de castigo sobre Feijóo acusándole de sembrar no miles, millones de mentiras en el debate. 

Había que buscar razones ocultas y explicativas del desastre de debate del candidato socialista. Nadie esperaba que Feijóo atacara y desarmara a Sánchez. Eso solo podría tener ser obra de alguien secreto. Al final dieron con el alguien: el siempre «maligno» Miguel Ángel Rodríguez. Sí, el que fuera hombre de confianza de José María Aznar, y ahora de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Pareciera que esos medios al citar a los tres en la misma frase explicaran todo el origen del mal en el que se bañaba Feijóo.

La campaña sobre las mentiras de Feijóo en el debate intentaron convertirse en el debate. Las mentiras de Sánchez en el debate, como la de que no habría un peaje en las autovías en el 2024, parecieran diluirse o empequeñecer en esos medios. Unos medios que han sido casi incapaces de recordar nimiedades como los indultos a los secesionistas, las negativas a pactos con Bildu, las amistades y pactos con ERC, la eliminación del delito de sedición o la reducción del de malversación, el atropello de instituciones fundamentales del estado de derecho como la Fiscalía General del Estado o el nombramiento de exministros suyos para el Tribunal Constitucional. Para ellos, fueran solo chiquilladas de Sánchez que no merecieran ser ni recordadas.

En esas andaba la campaña cuando a Feijóo le dio por intentar darles la razón. Quiso «mantenerla y no enmendarla» con que los gobiernos del PP hubieran subido siempre las pensiones de acuerdo con el IPC. Le bastaba decir que el PSOE alguna vez sí las congeló y que el PP las habían subido siempre, pero se enzarzó en un rifirrafe con la periodista de RTVE que había hecho bien su trabajo y tenía los datos contrastados. Ella hizo lo que todo buen periodista debe hacer, repreguntar y repreguntar.

Era evidente el error y reaccionó Feijóo en redes intentando camuflarlo. De alguna forma rectificaba, aunque con truco. Se notaba la mano de Borja Sémper en intentar bajar esa tormenta justamente previa a un debate a tres en RTVE, en el que Feijóo no iba a estar. Una decisión que tras ver el debate puede que no le haya salido tan mal.

Ni siquiera Sánchez, por mucho que intentó equiparar a VOX y PP en cada frase de ataque, consiguió superar el efecto de un rival ausente al que era por eso más difícil de golpear. A un Abascal que demostró cómo un candidato puede pegarse un tiro el solito en los pies cuando acusó a Sánchez y a Díaz de que haber aprobado la Reforma Laboral con los votos de Bildu. Un error tan inmenso que no consiguió recuperar ni con el recuerdo de los efectos indeseados de la ley del solo sí es sí con más de cien violadores en la calle. No tuvo valor Yolanda Díaz para hablar sobre esa dolorosa ley a cuya reforma ella incluso votó en contra. Fue Sánchez el que salió al paso.

Pedro y Yolanda, como se llamaban entre ellos, tuvieron una acompasada, y a veces sincronizada, intervención en la que al final la dirigente de Sumar supo sacar más tensión y chispa a su discurso que un apagado y agotado presidente. Se esperaba una «bomba atómica» y solo hubo fuegos artificiales. Ni siquiera la obligada mención en la recta final de la campaña a la foto de Feijóo con un narco gallego hace treinta años pareció natural. No estaba el aludido y Abascal no entró en ese juego al que reiteradas veces invitó la política gallega.

Termina la campaña. Falta un día. A la espera de bombas atómicas que puedan lanzarse en el ultimo minuto esto es lo que hay. Quitando el grasiento Tezanos que todo lo ensucia con su cocina, todos los sondeos apuntaban a que Feijóo ganaba. Y hasta aquí se puede leer. La solución a cómo gobernará, el domingo por la noche. O no.

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