Durmiendo con el enemigo
«La campaña ha eclipsado el caso de la policía nacional mallorquina que bajo una falsa identidad ha estado infiltrada en el movimiento separatista de Gerona»
Lamento que, en el fervor de las campañas electorales, haya pasado, casi sin dejar tiempo para meditarlo, el caso, hondamente humano, de la agente de la policía nacional mallorquina que bajo la falsa identidad de María Perelló ha estado infiltrada en el burbujeante movimiento separatista de Gerona.
La topo María ha estado ligada durante cerca de tres años a un destacado activista llamado Óscar –al que, por cierto, el fiscal pide cuatro años de cárcel por participar activamente en el sabotaje al AVE en octubre del 2018— y a su círculo de parientes y amistades, y cuando iba a ser desenmascarada, ha puesto tierra de por medio so pretexto de que la reclamaba en Mallorca su madre, aquejada de una grave enfermedad, «mimetizándose con el paisaje» como dicen en el Ejército: o sea, que ha desaparecido.
Su caso parecía que iba a levantar, por lo menos en Cataluña, una cierta polvareda. Pero, como decíamos, las elecciones desplazan y borran estas noticias de indiscutible «sabor humano» como un viento se lleva las hojas muertas.
El pobre Óscar dice que ella era el amor de su vida y que ha traicionado su confianza. Está desolado e indignado… Como también lo están todos los «activistas» a los que presentó a María, que la consideraban una de los suyos y compartían con ella sus confidencias y sus pueriles pero potencialmente dañinos proyectos políticos. Es comprensible esa indignación. El chasco es de los que escuecen.
«Espero que Marlaska o su sucesor condecore a María y le busque acomodo en un destino menos ingrato»
Vete a saber dónde estará ahora María destinada. Aunque no ha corrido peligro de muerte, como Lobo u otros policías y guardias civiles que se infiltraban en ETA, o como los espías que Smiley enviaba al otro lado del Telón de Acero, o como los agentes del FBI infiltrados en la mafia; y esa falta de peligrosidad acentúa el componente de sordidez inherente al trabajo de topo, espero que el ministro Marlaska o su sucesor condecore a María y le busque acomodo en un destino menos ingrato: una buena sinecura, porque haber estado tres años «durmiendo con el enemigo», aunque ese enemigo sea un pánfilo como el tal Óscar, tiene que haberle dejado a la pobre agente cierto sabor a ceniza.
O a lo mejor sucede lo contrario; permítaseme especular ociosamente: puede que, en vez de repugnancia y melancolía, le diese cierto morbo acostarse con el enemigo, engañándole precisamente mientras le complacía. Quizá hasta le cogió un poco de cariño mientras le sonsacaba sus secretitos. Me pregunto si sentiría una satisfacción viciosa en esos encuentros, especiados por el goce de engañar; en esa vida sexual y amorosa traicionera, sí, pero justificada por el cumplimiento del deber: la captación de información.
La psique humana tiene estas cosas. Al fin y al cabo el sexo es también una escenificación del poder. Esa satisfacción morbosa nos parece harto más plausible en el caso de Dani, el policía varón, tatuado y con cresta, que bajo la tapadera de instalador de aire acondicionado se infiltró en el movimiento anarquista de Barcelona y hace un par de años, cuando se descubrió el pastel, también desapareció súbitamente del escenario —parece que ahora trabaja en una embajada, en el extranjero—. Parece que Dani era un máquina, porque cinco mujeres de esos colectivos ácratas querían ponerle una querella (esfuerzos baldíos, condenados al fracaso) y pedirle daños y perjuicios por haber jugado con sus corazones y burlado sus sentimientos. Es lógico y normal que ellas estén tristes, decepcionadas e indignadas, pero al lector, al leer las hazañas del poli infiltrado, le velaba los ojos la bruma de una ensoñación perversa…
Como por inercia o por machismo automático, o por complejo de primitivos, tendemos equivocadamente a suponer que las mujeres son más sensibles y más tiernas que los varones, y nos parece que el esfuerzo de María acostándose con Óscar, y frecuentando, de su mano, los locales gerundenses donde se reúne con sus amigos y discute todo el día de tonterías separatistas, y paseando con él románticamente por la ribera del Onyar, es más meritorio. Un sublime sacrificio, aunque tenga ribetes grotescos de aventura de Mortadelo y Filemón en la tierra del fuet de Casa Tarradellas.