Sánchez será de nuevo presidente
«El actual presidente echará el resto y concederá todo lo que tenga que conceder a Junts per Catalunya o EH BIldu para conseguir ser investido»
Advertí la misma noche de las elecciones municipales y autonómicas de mayo que haría mal Feijoó en confiarse, pues la victoria electoral era engañosa. Si bien el mapa de colores denotaba una abrumadora mayoría del Partido Popular, la victoria en votos era bastante magra y quizá no garantizaría sumar suficientes escaños con Vox en unas generales que, en el momento en que escribía aquel tuit, no habían sido convocadas.
Pedro Sánchez, una de cuyas mayores virtudes políticas es la audacia, debió de leer en los resultados algo parecido (o quizá simplemente quiso evitar que los suyos tuvieran tiempo de hacerle la autocrítica y defenestrarle) y convocó elecciones generales el día 23 de julio.
Contra los pronósticos de todas las organizaciones demoscópicas privadas, que otorgaban mayorías más o menos cómodas a la suma de las formaciones de Núñez Feijóo y Abascal, los resultados electorales del domingo, pendientes en el momento de escribir estas líneas del recuento de voto en el extranjero (que si produce cambios de un par de escaños entre bloques quizá pueda alterar el devenir de los acontecimientos de las próximas semanas, aunque lo veo muy improbable), pueden considerarse un triunfo del actual presidente (que en el mejor de los casos salía a empatar, entendiendo por empate una repetición electoral).
También constituyen, en mi opinión, una derrota sin paliativos del líder de la oposición Núñez Feijóo, que probablemente creía que su peor resultado posible le empujaría a tener que pactar un gobierno de coalición con Vox, y que quizás incluso soñaba con obtener un número de escaños suficiente que le permitiera pactar con el PNV y Coalición Canaria y conseguir la abstención de alguna otra fuerza para gobernar en solitario.
«La suma de votos positivos que debe obtener Sánchez para ser elegido en segunda votación es de 170»
La realidad es que, con los actuales resultados, solo dos opciones se me antojan posibles: Frankenstein II o la repetición electoral a final de año. La tercera opción, una posible investidura de Feijóo gobernando en solitario con el apoyo de Vox y PNV, teniendo en cuenta que el PNV tiene elecciones autonómicas en el horizonte, la veo totalmente imposible, pues doy por hecho que PSOE, Sumar, ERC, Bildu y Junts, que totalizan 173 escaños, votarían en contra.
Asumiremos inicialmente que tanto Vox como el PP se opondrán a una posible investidura de Sánchez durante las próximas semanas. Como la suma de estos partidos es 169 diputados, la suma de votos positivos que debe obtener Sánchez para ser elegido en segunda votación es de 170. Idealmente deberían buscar tener al menos 172 por si Coalición Canaria o UPN se opusieran, pero sinceramente creo que esto es bastante improbable. Veamos las posibilidades de Sánchez:
PSOE + Sumar = 153
ERC: 7
PNV: 5
EH Bildu: 6
Junts: 7
BNG: 1
En principio parece relativamente sencillo que ERC, PNV y BNG ofrezcan sus votos a Sánchez a cambio de las correspondientes concesiones. Eso otorgaría al actual presidente la cifra de 166 diputados. Incluso si atrajera al potencial pacto a los 2 escaños que acumulan UPN y Coalición Canaria, sería insuficiente para conseguir mayoría simple. En definitiva, parece claro que la única investidura posible para Pedro Sánchez pasa por un voto afirmativo en dicha investidura bien de Junts, bien de EH Bildu… y la abstención del otro. O el voto positivo de ambos, claro está.
El camino de Sánchez no es sencillo. Pero ante la alternativa posible, la repetición electoral en un probable entorno de deterioro económico, creo que el actual presidente echará el resto y concederá todo lo que tenga que conceder a cualquiera de esos partidos para conseguir ser investido. No ha demostrado anteponer Sánchez los intereses de España a los suyos propios en el pasado, así que no parece sensato asumir que lo hará durante los próximos días.
«Es evidente que cualquier líder o votante del PSOE siente mucha más afinidad por Bildu que por el PP»
Mientras, en la oposición, quizá deberían pensar si ofrecer como principal y casi única propuesta «echar al otro», en un país fuertemente polarizado, no consigue galvanizar aún más los votos del adversario que los propios. Si aceptar el actual marco económico y social como si fuera algo inamovible te deja suficientes elementos de diferenciación política (pienso, por ejemplo, en transición energética, movilidad, inmigración o sistema de pensiones).
Y, por supuesto, quizá deberían dejar de creer en ese unicornio llamado «PSOE bueno» o en votantes socialistas que prefieren un Partido Popular blandito y convencido de las bondades de las ideas de izquierda antes que a Bildu o Esquerra, o que asisten horrorizados al atropello de las leyes por parte de los políticos. Es evidente hace décadas que ni ese partido ni esos votantes existen: cualquier líder o votante del PSOE siente mucha más afinidad por Bildu que por el PP (excepto los ex líderes defenestrados, en algunos casos y solo de boquilla), y están convencidos de que las leyes no deben estar por encima de la «voluntad popular».
En fin, ellos sabrán. A los ciudadanos solo nos queda lo de siempre: trabajar para intentar mantener a nuestros hijos (tras pagar lo necesario para mantener las estructuras que los políticos decidan que son «esenciales» y que por tanto deben ser sufragadas con nuestros impuestos).
Rondan en mi cabeza estas palabras de un bloggero llamado Kantor en 2011:
«Argentina es el único país importante que ha abandonado el Primer Mundo. Durante años se ha presentado su extravagante y melancólica peripecia durante el siglo XX como una aberración en la era del crecimiento. Sin embargo, en mis noches de insomnio Argentina es la primera democracia avanzada del mundo, y las demás tarde o temprano se irán desplomando…» ¿Será España la siguiente?