Cuando ganemos los viejos
«En breve, los principales usuarios de la red de la sanidad pública y los que mejor poder adquisitivo conservan se convertirán en la fuerza que manejará la política»
Consciente del desapego, el hartazgo y la desafección política que nos han causado estos últimos días de bulla política en nuestra agotada paciencia para lo público, asumo el riesgo que supone —con un gobierno en funciones sin un ganador electoral— empezar a darle la matraca con lo que está por llegar. No me lo tenga en cuenta, por favor, que es sin maldad.
Llevamos desde el domingo analizando lo que ha pasado en la urnas, lo que pasará en los partidos políticos que han perdido sillones de poder, y cómo se organizará este regalito envenenado que es la gestión del Estado y su Senado en tiempos en los que los nacionalismos se han desinflado, pero que van dirigir como nunca la política del país al que no quieren pertenecer. Demasiada saliva, tinta, maquillaje…en miles de análisis postelectorales desde todas las perspectivas menos desde una: la de un electorado que se está haciendo muy viejo en este país al que bien podríamos llamar La ingobernable.
Una masa social que cuando vuelva a votar porque le toque —si conseguimos deshacer el embrollo de los chantajes—y en su mayoría estará exenta de participar en una mesa electoral pero habrán puesto sobre la misma todo lo suyo: sus pensiones, sus descuentos en los transportes, sus rebajas en gimnasios, museos, cines, teatros, sus medicinas gratuitas… En las próximas elecciones cerca del 25% de la población con derecho a voto serán mayores de 65 años. Un grupo mucho más numeroso que los menores de 20 años y sustancialmente dependiente de que los que trabajamos y con nuestras aportaciones pagamos su retiro.
«En 2040 seremos el país del mundo con más ancianos por delante de Japón, Suiza y Singapur»
Que la gente viva más años siempre es una buena noticia —de eso nos alegramos todos—, pero implica cambios en nuestra estructura social y económica que nadie ha abordado con la finura que supone encarar un cambio de esa envergadura sin que haya fricciones generacionales. La pensión media es de unos 1.300 euros al mes en 14 pagas, unos 19.000 euros anuales. Un gasto que este mes de julio por primera vez ha superado los 12.000 millones de euros, un 10,8% más que en 2022 y que supone el 11,7% de nuestro PIB. Parece mucho pero no es suficiente.
La edad dorada quiere y necesita más, porque para el 95% la pensión es su única fuente de ingresos y no cubre sus gastos a pesar de que el 90% de los jubilados vive en una vivienda de su propiedad. En los últimos 15 años se han convertido en el grupo social con mas capacidad de consumo a diferencia de los jóvenes que han recortado su gasto. Dicen que en 2040 seremos el país del mundo con más ancianos por delante de Japón, Suiza y Singapur.
Así que, será cuestión de tiempo, que sus cosas sean las cosas de todos. Porque, en breve, los principales usuarios de la red de la sanidad pública y los que mejor poder adquisitivo conservan de España se convertirán en la fuerza social que manejará la política en las futuras elecciones. Sé que solo mentarle la bicha y aventurarle tener que volver a ver una urna le produce escalofríos y descomposiciones. Es posible, también, que por el contrario le ilusione la idea de que Papá Noel le traiga un nuevo referéndum este año. Siempre será mejor ir a votar que no, que duda cabe.
Pero son demasiados los desafíos que están llamando a la puerta sin que haya nadie en casa. Toca hacer un ejercicio de construcción social sin egoísmos ni chantajes para que podamos vivir todos. A ver si somos capaces.