Cómo leer los posos de las urnas
«Cataluña es mayoritariamente contraria a la independencia y al referéndum y cualquier negociación de investidura debe tener claras estas dos verdades»
El patrón se repite: primero las elecciones, después la fantasía. Las urnas «hablan» y los políticos interpretan los resultados como los astrólogos interpretan el movimiento de los astros. Los medios, por qué negarlo, también participamos del esoterismo electoral. No hay diario sin su aportación fantasiosa. Y como este año que las elecciones han coincidido con la ventana de fichajes de verano, viajo desde la fantasía de la sección de política a la fantasía de la sección de deportes, para terminar buscando seriedad en las páginas del horóscopo. No la encuentro, pero doy con alguna pista. Quien se haya asomado a su horóscopo en más de un diario habrá comprobado que sus destinos no coinciden. ¡No es lo mismo ser escorpio en El País que en La Gaceta! La lectura de los astros va por barrios. Igual sucede con la lectura de las urnas. El destino de la siglas, como el de los signos, es caprichoso.
En un país tan divido como el nuestro, lo raro sería que no hubiera lecturas electorales discrepantes. Pero el problema no es la discrepancia, sino las ensoñaciones. La realidad está abierta a interpretación, siempre que la interpretación no desafíe las reglas elementales de la lógica. Entre mis fantasías postelectorales preferidas está la que atribuye agencia colectiva a una suma de individuos, como cuando desde la DGT se pide a los ciudadanos que salgan de vacaciones de manera escalonada. Pero mi preferida es la que suelen enunciar con solemnidad los políticos tras unas elecciones que alumbran un parlamento dividido: «Los españoles han votado diálogo».
«Tenemos tendencia a interpretar la información en alineación con nuestras creencias»
La urnamancia es un arte fascinante. Escrutado el 23-J, voces afines al bloque de izquierdas han atribuido el pinchazo de la derecha a una reacción colectiva de antifascismo. Nadie está libre de sesgos. Tenemos tendencia natural a interpretar la información en alineación con nuestras creencias y nuestra identidad anhelada, y a ignorar los datos que las contradigan. Lo interesante, por eso, no es confirmar el sesgo, sino detenerse en sus ángulos ciegos. Si la victoria por la mínima del bloque que lidera el PSOE se interpreta como un portazo al fascismo y un espaldarazo al sanchismo, ¿qué opinar de las comunidades donde ha ganado la derecha? Que, por cierto, son todas, salvo Canarias, Cataluña, Navarra, Extremadura y País Vasco.
Como es verano, voy a hacer mi propia interpretación de los posos electorales. Me centraré en Cataluña, donde los partidos contrarios al referéndum (PSC-PP-Vox) han logrado 27 de los 48 escaños en juego. Es decir, el 56%. Y los partidos contrarios a la independencia (PSC-PP-Vox- Sumar) 34 de 48 escaños, el 71%. Con la propensión que tienen nuestros políticos y comentaristas al esoterismo electoral, a atribuir intenciones colectivas a decisiones individuales, a simplificar la complejidad de los patrones de voto y las razones que subyacen a los resultados de las elecciones, están tardando en sacar conclusiones de estos números. El pueblo de Cataluña ha hablado. Es mayoritariamente contrario a la independencia y a la celebración del referéndum, y cualquier negociación de investidura debe tener claras estas dos verdades indiscutibles.