THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

La esclusa de Overton

«Un gobierno constitucionalista debería mantener viva la memoria de lo ocurrido en Cataluña en 2017; no por resentimiento sino para que no vuelva a ocurrir»

Opinión
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La esclusa de Overton

Puigdemont, Junqueras y otros políticos independentistas, el 27 de octubre de 2017. | Europa Press

Las ventanas de Overton en España son ventanales, son portones, son las esclusas del canal de Panamá. La ventana de Overton es una teoría sobre la aceptabilidad de una idea política, y cómo esa aceptabilidad fluctúa con el tiempo. (La Wikipedia la define así: «La ventana de Overton es la gama de políticas políticamente aceptables para la mayoría de la población en un momento dado»). Una idea que parece impensable hace unos años da un giro de 180 grados y entonces lo impensable es no apoyarla. También ocurre con las personas. Alguien que declamaba estar en contra de una postura política se convierte, en poco tiempo y porque ha cambiado la coyuntura, en uno de sus mayores defensores. Lo explicaba muy bien el politólogo griego Stathis Kalyvas en un tuit ya célebre: «Lo he visto varias veces a lo largo de mi vida, pero la transformación de los críticos incendiarios en mansos apologistas es siempre un espectáculo fascinante». 

Este fenómeno lo hemos visto muy explícitamente en el Gobierno de Pedro Sánchez, y especialmente en su relación con el independentismo y nacionalismo catalán. Recordemos cuando pasó de decir que en octubre de 2017 hubo rebelión a defender que habría que eliminar ese tipo penal; o cuando prometió que traería a España a Puigdemont para juzgarlo (algo que no resultaba creíble por dos motivos: Sánchez no es nada fiable y, al mismo tiempo, el presidente no puede traer a la fuerza a un fugitivo sin que lo acepte el país que lo acoge) para luego beneficiar a sus socios políticos con indultos. 

«Los medios afines al Gobierno arrancan su maquinaria de ‘matices’ sobre Puigdemont»

Ahora Puigdemont es una persona clave en las negociaciones para una posible investidura de Pedro Sánchez. La esclusa de Overton empieza a funcionar. Los medios afines al Gobierno arrancan su maquinaria de matices. Ya no es el presidente que se fugó en un maletero, que dinamitó la convivencia en Cataluña, que destruyó el catalanismo pactista (al catalanismo le gusta decir que la principal víctima del procés es el catalanismo, es decir: el procés con su rupturismo y sus prisas acabó con la posibilidad del chantaje sutil, elegante, del catalanismo). Ahora es un personaje «listo y reservado, con talento para magnetizar con discursos y en redes. Más que un político de raza, interpreta el liderazgo carismático hasta chocar con la realidad», como ha escrito Jordi Amat en El País. El autor se queja de que su «caracterización como enemigo» nos impide comprender al personaje. Se le ha pintado de loco, aprovechado, o «prófugo que se debía cazar más por orgullo nacional que por justicia». Amat termina su artículo con una referencia a Weber: «Puigdemont, ante la disyuntiva entre principios y responsabilidad». 

Si se sigue abriendo la ventana de Overton, Puigdemont acabará teniendo estatuas en Linares. La victoria de Sánchez y aliados el 23-J significa que a millones de votantes españoles realmente les da igual que el sanchismo se haya dedicado sistemáticamente a blanquear el independentismo. Se ha abierto la ventana de Overton de par en par. Esa aceptación implica un olvido sobre todo lo ocurrido en Cataluña desde 2017. La tarea de cualquier gobierno constitucionalista debería ser mantener viva la memoria de lo que ocurrió en esos meses; no por ningún resentimiento sino para que no vuelva a ocurrir. 

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