THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

El milagro de Milei: ortodoxia liberal convertida en discurso populista

«Es muy difícil que Javier Milei llegue a ser presidente de su país. Pero si lo logra, puede cambiar por completo la cultura política argentina»

Opinión
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El milagro de Milei: ortodoxia liberal convertida en discurso populista

Javier Milei.

El voto, en las últimas elecciones primarias en Argentina, se ha dividido en tres tercios, de tamaño irregular. El último de ellos es el peronismo, que ha recabado el apoyo del 27,2% de los argentinos. Sergio Massa es el heredero del kirchnerismo, una versión espectacularmente corrupta del populismo peronista. En segundo lugar, con el 28,3%, está la fracasada derecha macrista, con Patricia Bullrich de líder para las elecciones presidenciales. Y por encima de los otros dos bloques, Libertad Avanza y su líder, Javier Milei (30,2%). 

Milei es la gran sorpresa de la noche electoral. Es una sorpresa, porque se esperaba que podría alcanzar uno de cada cinco votos, no casi uno de cada tres. El voto en las elecciones PASO, las que acaban de celebrarse, es obligatorio. Prepara el terreno para las elecciones presidenciales, que tendrán lugar el 22 de octubre en primera vuelta, y si ello no es suficiente para que un candidato se lleve más de la mitad de los votos, el 19 de noviembre en segunda vuelta. 

Es seguro que concurrirán los candidatos de los tres bloques, más los de los grupos minoritarios, en la primera vuelta. Si se repiten los resultados que hemos visto ahora, la elección será entre Javier Milei y Patricia Bullrich. El voto peronista se debatirá entre quedarse en casa o apoyar a Bullrich. Pero si es Massa quien logra colarse, y su rival es Milei, el economista con cabellera de león tendrá muchas opciones de convertirse en el presidente de Argentina. 

Milei ha obrado un milagro: la conversión de un discurso liberal y ortodoxo en economía, en un discurso populista. Vamos a leer sus palabras después de las elecciones primarias. Lo primero que hizo fue defender el liberalismo tal como lo define Alberto Benegas Lynch hijo: «El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Nuestras instituciones son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia entendida como la libertad de entrada y salida, la división del trabajo, y la cooperación social». 

«Nadie, antes que él, ha defendido el liberalismo de una forma tan clara, tan fiera, en Argentina»

Son las ideas opuestas a lo que ha regido la Argentina desde Juan Domingo Perón. Milei lo sabe, y sabe que nadie, antes que él, ha defendido el liberalismo de una forma tan clara, tan fiera. Por eso puede decir esto: «Los políticos no son la solución. Son el problema. Y no quieren aplicar la solución de las ideas de la libertad porque va en contra de sus intereses. Por lo tanto, si ellos no quieren cambiar, vamos a sacarlos definitivamente». En ese momento, el tono de su voz sonaba ya como un redoble de campanas. 

Una defensa fiera, decía yo, y no sólo por la melena leonina. Sino por la claridad de su discurso liberal sin fisuras, y son concesiones al estatismo. Terminaba diciendo Javier Milei: «Basta ya de la falacia ad hominem de la discusión de las formas. Discutamos el contenido. El contenido que ustedes no tienen, y que a nosotros nos sobra. Por lo tanto, invito a los argentinos a sumarse a la revolución liberal». Una revolución que va a lograr, dice, que la Argentina vuelva a ser una potencia mundial. Y concluyó con su lema: «¡Viva la libertad, carajo!». 

Su programa político se basa en tres ideas. La primera es el desmantelamiento del sistema de compra de votos generalizado que ha corrompido hasta el tuétano a aquélla sociedad. Hay dos corrupciones que son una la imagen especular de la otra. Por un lado la corrupción del voto a cambio de unas ayudas que mantienen a la mayoría de los argentinos en la pobreza, y que condena a los nuevos ciudadanos a elegir entre prosperar y quedarse en el país, y por otro la brutal corrupción de los dirigentes kirchneristas, que amasan fortunas ingentes. Milei quiere acabar con la primera corrupción. Quienes están en la segunda, no se lo van a permitir.

La segunda idea es la liberalización de la economía. La competencia como libertad de entrada es lo contrario de una economía anquilosada, entre otros motivos, por las regulaciones que sirven a los intereses creados. Por otro lado, el sistema se mantiene a duras penas por la extracción desaforada de una clase productiva cada vez más exigua. Un programa que imponga una austeridad sin contemplaciones podrá liberar fiscalmente a la sociedad, y favorecer de nuevo la creación de riqueza. 

Javier Milei le ha dicho al Financial Times que las medidas de austeridad propuestas por el Fondo Monetario Internacional son «muy pequeñas» en comparación con lo que tiene preparado él para el país. «El FMI son sólo un puñado de burócratas que saben que el negocio de un banco es cobrar intereses». 

La tercera idea es la dolarización. La inflación es el corolario de una política socialista, puesta al servicio de una pequeña cámara que se enriquece indeciblemente a costa de la masa. La inflación favorece el engaño masivo. Masivo es, también, el empobrecimiento que acompaña a la pérdida de valor de la moneda nacional. El dólar se intercambia ya por 600 pesos en el mercado. La inflación devora los ahorros, primero, y las rentas, después. Desordena la producción, y rompe la colaboración en el mercado. Dolarizar la economía argentina, si se hace bien, le dará la oportunidad de crecer, que ahora no tiene. 

«Siete décadas de peronismo no podían tener otro resultado que la miseria»

Javier Milei ha puesto como ejemplo de lo que quiere para su país a Irlanda. Me parece un buen ejemplo, pero para un largo plazo. Más a corto plazo, y si logra la presidencia argentina, el antecedente histórico que debe mirar es el de la Alemania de Erhard. Ministro de Economía de Konrad Adenauer de 1949 a 1963, Erhard desoyó los consejos de sus socios estadounidenses, que le recomendaban una suerte de keynesianismo intervencionista, y optó por hacer una reforma monetaria, liberalizar los precios, y desregular la economía. El efecto en la producción fue inmediato, y el bienestar de los alemanes empezó a mejorar muy pronto. 

Nos estamos acostumbrando a ver a los argentinos en la miseria. Siete décadas de peronismo (progresismo, lo llamaríamos aquí), no podían tener otro resultado. Casi se nos ha olvidado que Argentina fue, durante décadas, uno de los países más liberales del mundo. Y que estaba abierto a la llegada de capitales y de trabajadores procedentes de todo el mundo. Y que llegó a ser una de las economías con mayor renta per cápita del mundo. 

Juan Domingo Perón lo arruinó todo. Recuerdo que en una ocasión alguien le preguntó: «General, y ¿cómo vamos a pagar todo esto?», en referencia a los programas de gasto público que prometía el presidente argentino. «Que ¿cómo lo vamos a pagar? ¡La Argentina es rica!». Y lo era. Lo fue. El peronismo, que es el socialismo con características argentinas, ha acabado por arruinarlo.

Es muy difícil que Javier Milei llegue a ser presidente de su país. Pero si lo logra, puede cambiar por completo la cultura política argentina. El FT cita a una analista, Ana Iparraguirre, quien hace ver que él ya ha cambiado la cultura política del país: «Milei ha conseguido que los políticos puedan hablar de cosas que se habían vuelto políticamente incorrectas en Argentina: recorte de programas sociales, responsabilidad fiscal, despilfarro gubernamental. Ese impacto será duradero». Si llega a la presidencia y tiene éxito, puede convertirse en el anti-Perón.

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