Cortejando a Puigdemont
«El ‘procés’, lejos de haber muerto, ha extendido sus tentáculos al ámbito nacional gracias a que el PSOE lo ha exportado al resto de España»
El PSOE coprotagonizó el advenimiento de la Constitución. Poco más de cuarenta años después, los socialistas serán también los principales responsables de su desmantelamiento: la estructura jurídica e institucional del 78 está siendo reemplazada por otra capaz de colmar las ansias de poder de su secretario general. Confieso que el espectáculo del artista destruyendo su propia obra ante un público enfervorecido y fanatizado es tan fascinante como dantesco.
Pedro Sánchez ha asumido que su perpetuidad en la Moncloa pasa por propiciar un escenario que dificulte la gobernabilidad al adversario político, bien sea excluyéndolo de la danza de los pactos, bien azuzando a sus activistas mediáticos para que la partida se libre siempre en el marco conceptual que interesa a la izquierda. Lo peor de todo es que la oposición no parece haberse percatado de lo que ello implica.
Efectivamente, aquel cordón sanitario del ‘no es no’ que puso en marcha Sánchez con la moción de censura a Rajoy no fue contra la corrupción. Ni tan siquiera fue contra el Partido Popular o contra Vox: era un cordón sanitario a la alternancia política y al pluralismo ideológico. Han instalado en millones de españoles la creencia de que sólo el socialismo es democrático, ergo cualquier pacto, decisión o medida que aproveche al partido socialista está justificada.
Si hace poco más de tres años la democracia pasaba por traer a Puigdemont de vuelta a España para que rindiese cuentas ante la justicia, hoy exige la amnistía al expresidente catalán y a miles de acusados o condenados por el procés o por los desórdenes públicos previos o posteriores. Todo lo que no sea adaptarse a esta mutabilidad democrática te embarca en una deriva ultraderechista.
«Mientras millones de españoles disfrutan de un merecido retiro estival, el PSOE ha iniciado los prolegómenos del ritual de apareamiento con el independentismo»
Hay que reconocer que los votantes socialistas gozan, sin duda, de un tránsito intestinal envidiable y de unas tragaderas dignas de estudio. Antaño toleraron la derogación de la sedición, la rebaja de la malversación, los indultos a los líderes procesistas contra el criterio del Supremo, el nombramiento de sus exministros de Justicia como fiscal general y magistrado del Constitucional, la degradación legislativa o la colonización de las instituciones. Hoy se deleitan con la antesala de una ley de amnistía que los académicos en nómina de la izquierda se están encargando de dulcificar, cuando no directamente de avalar.
Mientras millones de españoles disfrutan de un merecido retiro estival, el PSOE ha iniciado los prolegómenos del ritual de apareamiento con el independentismo catalán. Los de Sánchez han desplegado orgullosos ante Puigdemont su poder institucional, demostrando hasta dónde pueden llegar si es menester: han propiciado un recurso de la Fiscalía contra una resolución de la sección de vacaciones del Constitucional que, tras desestimar una cautelarísima del expresidente catalán que solicitaba dejar sin efecto la orden de detención cursada por el Supremo, inadmitía su recurso de amparo. Algo a lo que el Tribunal de Garantías venía obligado por tratarse de una petición que exige una respuesta urgente, pero que los servidores mediáticos del sanchismo han presentado como un intento de dificultar la investidura por parte de lo que ellos llaman «el brazo judicial de la derecha».
Soy consciente de que, para el común de los mortales, esto suena a otra batallita judicial incomprensible, pero su importancia trasciende a lo aparente dado que forma parte de la liturgia de un cortejo que desembocará en la investidura de Sánchez. En cualquier caso, no deben llevarse a engaño, pues es muy probable que Puigdemont ya haya sido seducido y que estemos asistiendo a meras maniobras para justificarse ante su radicalizado electorado, que vive aún anclado en los ocho segundos en los que estuvo en vigor la declaración de la república catalana.
Lo que no admite discusión alguna es que el procés, lejos de haber muerto, ha extendido sus tentáculos al ámbito nacional gracias a que el PSOE -y lo que otrora fue Podemos y ahora es Sumar- lo han exportado al resto de España. El Congreso será un reflejo de lo que fue el Parlamento catalán, con la diferencia de que, esta vez, el Constitucional acabará amparando, en todo o en parte, las pretensiones del independentismo. No han sido derrotados, no: han ganado en la medida en que el triunfo de Sánchez pasa por el suyo.