THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

Vuelve 'Trump-demont'

«La hipotética victoria de Trump o las cesiones de un futuro gobierno español a los independentistas catalanes traerán una crisis constitucional en ambos países»

Opinión
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Vuelve ‘Trump-demont’

Donald Trump.

Ni el asalto de Trump al Capitolio ni el de Puigdemont a la soberanía española les hizo desaparecer. El retiro en Mar-a-Lago de uno y el de Waterloo del otro les ha hecho volver con fuerza, pese a que Trump se enfrenta a los tribunales por graves delitos y Puigdemont sigue prófugo de la justicia española. Pese a sus múltiples juicios, el expresidente norteamericano se dirige a ser el candidato a la Casa Blanca del Partido Republicano y el líder independentista se ha convertido en el hacedor de reyes del Gobierno de España.

Los dos líderes pueden poner en jaque a sus respectivos países y demuestran que el populismo sigue vivo y no deja de acechar a las democracias. No son los únicos. El triunfo de Erdogan en Turquía, la neutralización en Israel del Tribunal Supremo por el Gobierno Netanyahu, las penas a líderes opositores en la India de Modi, la polarización del espacio público en el México de López Obrador, un Ecuador donde los narcos asesinan a líderes políticos, una Argentina gobernada por los kirchneristas en la que un libertario populista como Milei se convierte en el gran protagonista de la campaña electoral; hace pensar que la democracia ha entrado en recesión en el mundo.

Tanto Trump como Puigdemont amenazan el futuro de la democracia en Estados Unidos y en España. El expresidente americano es hábil a la hora de explotar el miedo y la inseguridad que siente el blanco rural, no universitario y con menos recursos ante el avance de otras minorías raciales que obtienen ventajas especiales. Nada mejor que explotar la identidad como línea de división política para triunfar. Cambiemos Trump por Puigdemont y blancos por independentistas y veremos cómo menos de la mitad de Cataluña intenta imponer su visión del mundo al resto de España sin respetar los cauces legales o democráticos.

La hipotética victoria de Trump o las cesiones de un futuro gobierno español a los independentistas catalanes traerán una crisis constitucional de grandes dimensiones en ambos países. En Estados Unidos, el líder republicano intentará formar una administración en la que pueda controlar al Fiscal General, al Departamento de Defensa y a los organismos de la seguridad del Estado como el FBI, así como acosar a la sociedad civil contraria a sus ideas. En España, el populismo de Puigdemont ataca al Estado de Derecho cuando se coloca por encima de la ley al pretender una amnistía para los líderes separatistas condenados y un referéndum ilegal para conseguir la independencia a cambio de la investidura de Sánchez.

«El socialismo moderado español permanece pasivo ante los desmanes de los socios de su presidente en funciones»

Es difícil de entender que el votante de izquierda en España solo vea la paja de Vox como un peligro para la democracia y no sea capaz de ver la viga del independentismo y de la izquierda radical en el ojo propio, que es el populismo que hasta el momento ha amenazado de verdad la integridad territorial del país, la estabilidad del Estado de derecho y una economía de mercado que descansa, sobre todo, en el respeto a la propiedad privada que se pierde de manera paulatina y, no digamos ya, con Ada Colau como posible ministra de Vivienda, como apuntaba THE OBJECTIVE.

La ceguera y el radicalismo de la izquierda, que siempre fue internacionalista, podrían blanquear en la universidad y los medios de comunicación los objetivos del independentismo catalán y sus consecuencias en País Vasco y Navarra. Al igual que el establishment del Partido Republicano cierra filas en torno a Trump pese a sus múltiples imputaciones delictivas, el socialismo moderado español permanece pasivo ante los desmanes de los socios de su presidente en funciones.

Un nuevo Frankenstein que subvirtiera de manera radical el régimen del 78 dañaría la credibilidad de la democracia española. El voto fanático-populista se impondría al de la mayoría de los españoles que no se han manifestado así en las urnas sino por una centralidad y un cambio tranquilo y efectivo. La debilidad actual de Vox podría tornarse de nuevo en fortaleza gracias a la retroalimentación que le concede el separatismo. La pasión desatada de un gobierno patchwork liderado por Sánchez nos conduciría a una incertidumbre mayor que la actual y a distanciarnos de ese 28% del mundo que ahora vivimos en democracia.

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