THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Todo empezó con el PSC

«Sánchez justificará sus pactos con los nacionalistas diciendo que son de izquierdas, como hizo el PSC en el 2000, cuando empezó el socialismo identitario»

Opinión
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Todo empezó con el PSC

Pascual Maragall.

Los primeros pasos para llegar a acuerdos postelectorales y así formar gobierno parecen confirmar la orientación del actual PSOE: seguir pactando con los partidos nacionalistas para llegar a conformar una mayoría parlamentaria de gobierno. 

Muchos sostienen que este giro que supone pactar, siempre y sin dudarlo, con los nacionalistas, comenzó con Rodríguez Zapatero. De hecho, también podría argüirse que ya antes, en los años noventa, hubo pactos del PSOE y del PP con CiU y con el PNV al objeto de formar gobierno. En estas transacciones los nacionalistas reclamaban nuevas competencias, mejor financiación e inversiones en obras públicas, mientras que los dos grandes partidos, tras una negociación, accedían a su peticiones para garantizar una etapa estable de gobierno, lo cual era razonablemente positivo. 

Ahora bien, todo ello iba en perjuicio del conjunto de España porque las demás comunidades autónomas se sentían discriminadas  y entre ellas cundía el malestar y justificados recelos. Además, con esta forma de dar pasos en la construcción del Estado de las autonomías se dificultaba su cierre federal, era una organización territorial permanentemente abierta. Sin embargo, dado que se trataba de acuerdos tácticos, puntuales y concretos, que duraban tan solo una legislatura, la situación, aunque no fuera la ideal podía sobrellevarse. 

Pero en el año 2000, la naturaleza de estos acuerdos empezó a cambiar en Cataluña y unos años más tarde, especialmente con Pedro Sánchez como secretario general del PSOE, en España. Los acuerdos pasaron de ser meramente tácticos a ser estratégicos: socialdemocracia y nacionalismo fueron teóricamente compatibles de acuerdo con las ideas del nuevo socialismo identitario, sea nacionalista o de género. Es donde ahora estamos. 

Sin embargo, no es que primero se haya construido la teoría y después se haya aplicado en la práctica. Es todo lo contrario: en un momento dado, en Cataluña, los socialistas se dieron cuenta que sólo podían derrotar a Jordi Pujol en unas elecciones autonómicas  si le imitaban y desarrollaban un nacionalismo catalán de izquierdas. El nacionalismo de derechas era CiU y el de izquierdas el PSC (más ERC e IC). Todas las fuerzas políticas catalanas eran nacionalistas, a excepción del PP, al que se consideraba partido anticatalán por excelencia. Esta fue la razón para fundar Ciudadanos. 

Ciertamente, el PSC había intentado derrotar a CiU con sus mismas armas pero con nulo éxito: CiU ganaba siempre en las autonómicas y el PSC (PSC-PSOE), no olvidemos el paréntesis, siempre ganaba en las generales al mostrar la cara de Felipe González en los carteles mientras Alfonso Guerra daba mítines en el área metropolitana de Barcelona. Los que se abstenían en las autonómicas, y facilitaban la victoria a Pujol, eran votantes del PSOE que no se sentían estimulados a votar al nacionalista PSC

¿Qué pasó en el año 2000, concretamente en el mes de febrero? Que unos meses antes, en octubre de 1999, los socialistas habían sufrido una nueva derrota especialmente dolorosa. Como candidato a presidente de la Generalitat presentaron a Pasqual Maragall, entonces situado en la cumbre de su popularidad tras su paso por la alcaldía de la Barcelona olímpica. Pues bien, por muy poco (fue ganador en votos pero no en escaños) también fue derrotado y Pujol siguió siendo presidente de la Generalitat hasta 2003.  

«En el año 2000 los socialistas catalanes interiorizaron que Pujol, CiU y el nacionalismo catalán eran imbatibles»

Entonces los socialistas catalanes se replantearon la situación e  interiorizaron que Pujol, CiU y el nacionalismo catalán eran imbatibles, se había demostrado durante 20 años. En Cataluña solo gobernamos en los municipios, se dijeron, pero nunca hemos accedido a la Generalitat. Hacemos grandes esfuerzos para demostrar que somos catalanistas, por tanto, buenos catalanes, se lamentaban acomplejados los socialistas, abducidos por las ideas del adversario. Pero con esto no basta: debemos demostrar que somos más «catalanes» que el mismo Jordi Pujol. Vamos a dar un giro a nuestra política: nos aliamos con ERC, al fin y al cabo también es de izquierdas, entre ellos y nosotros seremos capaces de derrotar al nacionalismo de derechas. Esto se llama hacer de la necesidad virtud. 

Naturalmente, este razonamiento era puramente pragmático: querían ganar, como es natural. Pero ERC, más astuta y con una visión a largo plazo, les puso dos condiciones: reformar el Estatuto y  formar grupo parlamentario conjunto en el Senado. Los socialistas catalanes, como inocentes corderitos, aceptaron muy complacidos, aunque la propuesta de ERC fuera un dardo envenenado. Por un lado, eran previsibles las consecuencias que comportó la aprobación de un estatuto que nadie pedía y que nadie -tampoco el PSC- sabía lo que se debía reformar. Por otro, al formar un grupo parlamentario conjunto, se legitimaba a ERC como partido constitucionalista y de izquierdas. Pasaba a ser un partido respetable.

En las elecciones siguientes, las de 2003, volvió a quedar como partido ganador CiU, esta vez con Artur Mas al frente, pero el pacto entre PSC y ERC (con una triste Iniciativa per Catalunya como complemento) sumó más votos, formaron el funesto Gobierno tripartito con Maragall de presidente con la única misión de aprobar un nuevo Estatuto. Después, tras nuevas elecciones se formó otro débil Gobierno con Montilla al frente, también en coalición con ERC. Ahí está el origen próximo -el remoto estaba en la etapa Pujol- del llamado procés, que aún no ha terminado. 

«No les importó convertirse en nacionalistas de izquierdas -si ello no es contradictorio, que lo es- para alcanzar el poder»

Como conclusión: uno empieza por razones  prácticas, por ejemplo alcanzar el gobierno, y si lo consigue acaba justificando estas razones desde el punto de vista teórico. Los socialistas catalanes querían derrotar a Pujol, no porque fuera nacionalista, sino porque no era de los suyos. No les importó convertirse en nacionalistas de izquierdas -si ello no es contradictorio, que lo es- para alcanzar el poder. Legitimaron a un partido antisistema constitucional como es ERC -y hay que decir en su honor que no lo esconden- para llegar al gobierno con dos lamentables tripartitos que condujeron al procés. No era mera táctica, era una opción estratégica. 

El PSOE de Pedro Sánchez parece dispuesto a hacer algo parecido y, en todo caso, es creíble porque continúa su trayectoria desde 2016 en el partido y desde 2018 en el Gobierno. Pactar con los nacionalistas es una opción estratégica, como lo fue para los socialistas catalanes en su momento, y ha hecho también de la necesidad virtud: ¿está dispuesto a acceder a todo lo que le pida Puigdemont, presidente de la República Catalana, hoy fugado de la justicia,  para ser investido presidente?

No tengo duda alguna, y me alegraría equivocarme, pero ha demostrado con hechos que para Sánchez lo único importante en política es alcanzar o mantenerse en el poder. Sea con ERC, con Bildu, con el PNV o con Junts, hará lo que sea necesario para seguir en el Gobierno. Incluso lo justificará diciendo que son de izquierdas, como hizo el PSC en el año 2000, cuando con él empezó todo, empezó el socialismo identitario y el nacionalismo pasó a ser una opción estratégica del socialismo.

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