Adiós a Rubiales
«Seguramente, en el fondo fantasmal de su conducta se encuentre el miedo de un macho decadente y perplejo, sobrepasado por inefables circunstancias»
La prensa internacional se lo está pasando bomba con las andanzas de Rubiales. El kilometraje sentimental poco cuenta en estos días estivales de calor absolutista y sesos deshidratados. Toda carnaza es buena para emborronar papeles. Bien es cierto que nuestro presidente de la Federación de fútbol gusta de los focos y las cámaras, y no se caracteriza precisamente por la discreción inocua. En fondo y forma siempre se ha comportado como un pintoresco exhibicionista.
Los periódicos allende nuestras fronteras han descubierto ahora a un tipo de proceder infamante que, según parece, ya llevaba años prodigando unas maneras de gañán montaraz. Antaño le reían las supuestas gracias y salidas de tono simiescas en ambiguos y claustrofóbicos vestuarios. Un machismo que ha quedado retratado con la mano agarrándose la entrepierna, besando abrasiva y abusivamente a una jugadora y llevándose a otra en el hombro hacia la cueva. Los guiris, ya digo, lo están flipando mucho. Y sólo falta que les demos razones para el fácil sonsonete del Spain is different y el romo laberinto patrio.
A finales de los años setenta, Marco Ferreri dirigió una película de título premonitorio: Ciao maschio (Adiós al macho). Todo hacía presagiar, en ese momento de feliz feminismo, que el orangután erecto iba de capa caída y tenía los días irremediablemente contados. Hay, sin embargo, excepciones a puñados. Demasiadas. Y lo más preocupantes es que, como los psicópatas, estos desaprensivos sin freno ocupan sillón en la cúspide de la maltrecha pirámide social.
Estaría tentado de considerarlos unos cavernícolas sin más si no fuera porque hace poco volví a la espléndida En busca del fuego de Jean-Jacques Annaud, una peli muda con gruñidos (la escritura del primitivo lenguaje corrió a cargo de Anthony Burgess). Es maravilloso asistir al descubrimiento del amor (y el humor) por parte de un neandertal, que, gracias a la sapiencia amatoria de una pizpireta sapiens, abandonará la cópula frenética y solipsista en favor del reconocimiento en el sexo de los ojos febriles de la amante. Así, en una suerte de misionero avant-la-lettre, intuye azorado que el amor físico es cosa de dos, e incluye un sinfín de sensuales posibilidades que van mucho más allá del desahogo primario.
«Seguramente, en el fondo fantasmal de su conducta se encuentre el miedo de un macho decadente y perplejo, sobrepasado por inefables circunstancias»
Son pequeños pasos que, a lo largo de la historia, mujeres y hombres hemos dado más o menos cogidos de la mano y a un ritmo parejo. Había, no obstante, un desagradable impulso machista por imponer el paso. Ha menguado, sin lugar a duda, pero todavía quedan excrecencias hirsutas. Si por ellos fuera todo seguiría igual que cuando los neandertales aún no reconocían a su semejante/opuesto. Es decir, todo seguiría diferente y con esas desigualdades que algunos vindican por el bien de una libertad de barra fija y terracita al sol.
Sea como fuere, Rubiales tiene los días contados. El adiós a Rubiales es inminente, aunque no por ello deje de pensar en la cantidad de Rubiales que campan aún a sus anchas. Con sus comentarios soeces, su derecho de pernada y su mano falangista masajeándose el escroto. Seguramente, en el fondo fantasmal de su conducta se encuentre el miedo de un macho decadente y perplejo, sobrepasado por inefables circunstancias. No entiende nada, el pobre. Tampoco hace tanto tiempo (de hecho, una semana) era agasajado por la corte milagrosa del balompié y a sus bravuconadas correspondía un coro de risotadas viriles. Hoy está en la diana incluso del exótico y gélido Svenska Dagbladet.
No digo yo que el ocio veraniego tienda a la hipérbole de la anécdota informativa. Pero, en cualquier caso, me temo que la estampa de Rubiales no es un fósil aislado, sino que tiene su predicamento consuetudinario. Repasen, si no, las declaraciones de notables representantes del género masculino tras la victoria mundial de la selección femenina. Un poema. O un pictograma.