España, la economía más vulnerable de Europa
«La economía española no va ‘como una moto’. Más bien se trata de un tren descarrilado que, más tarde o más temprano, terminará por estrellarse»
Son muchos y muy graves los problemas estructurales que padece la economía española. Y no de ahora, sino desde hace años. De ahí, precisamente, que resulte especialmente preocupante la irresponsabilidad que evidencia el Gobierno de Pedro Sánchez cuando, lejos de reconocer la realidad, opta por maquillar o manipular los datos con el único fin de construir un relato capaz de captar votos vendiendo lo que no es.
La economía española no va «como una moto». Más bien se trata de un tren descarrilado que, más tarde o más temprano, terminará por estrellarse. Y es que, frente al crecimiento económico que destaca el Gobierno, a poco que se amplía la perspectiva temporal, se observa que España ha registrado uno de los peores desempeños económicos del mundo desarrollado bajo la era Sánchez.
Todos los países, en mayor o menor medida, han tenido que hacer frente, primero, al estallido de la pandemia a principios de 2020 y, después, al aumento de la inflación. Pero no todos han salido igual del bache. España tan sólo acumula un crecimiento del 0,4% desde finales de 2019, la cuarta peor evolución de toda la OCDE, tras Alemania, Reino Unido y Chequia. Ha tardado tres años y medio en recuperar la riqueza perdida durante la crisis del coronavirus.
De este modo, además de sufrir una de las mayores recesiones del mundo en 2020, con una caída del PIB superior al 11%, la economía nacional ha experimentado una de las recuperaciones más lentas y débiles, tanto de Europa como del conjunto de países ricos. Nada, pues, que celebrar. Sobre todo si se tiene en cuenta que, debido a este raquítico crecimiento, la fuerte subida que ha protagonizado la inflación desde 2021 ha supuesto un empobrecimiento generalizado de las familias. La renta real de los hogares bajó un 3,6% entre 2019 y 2022, la segunda mayor caída de la OCDE tras Austria.
«Analistas e inversores ya son conscientes de que la sostenibilidad de la deuda constituye un problema serio para España, junto con Italia y Grecia»
Estos pésimos resultados son el síntoma de una enfermedad que tiene su origen en un exceso de intervencionismo y una cada vez más asfixiante fiscalidad que terminan por lastrar la competitividad y productividad del sector privado, única fuente real de riqueza y empleo. El drama, sin embargo, no acaba aquí. España también cuenta con uno de los mercados laborales más rígidos e ineficientes del mundo. Y por eso no es de extrañar que la tasa de paro ronde el 12%, casi el doble que la media de la zona euro.
Pero si a este lamentable cuadro se añade, además, el grave deterioro de las cuentas públicas, la economía española se alza como la más vulnerable de Europa ante el estallido de cualquier tormenta o shock externo de cierta relevancia. Con una deuda pública enquistada por encima del 110% del PIB, un déficit del 4,8% en 2022 y un coste en intereses que ya representa el 5% de los ingresos públicos, el actual contexto de tipos altos supone una seria amenaza para la sostenibilidad financiera del Estado a medio plazo.
España tendrá difícil reducir e incluso mantener más o menos estable el nivel de deuda sin aplicar una dolorosa e impopular receta de austeridad. El encarecimiento de la financiación se traducirá en una mayor factura por intereses en caso de que los tipos se mantengan altos en el tiempo. E incluso si la inflación bajase antes de lo previsto, y con ella los tipos, la necesaria reducción de la deuda se vería, igualmente, lastrada por una menor recaudación y un menor crecimiento nominal del PIB, de modo que tampoco sería la solución. Con unas necesidades brutas de financiación —incluyendo amortizaciones— de más de 250.000 millones de euros al año, por encima del 20% del PIB y creciendo, se antoja muy complicado salir indemne de esta particular espiral de endeudamiento que ha agravado la mala gestión económica y presupuestaria de Sánchez y sus socios.
Analistas e inversores ya son conscientes de que la sostenibilidad de la deuda constituye un problema serio para España, junto con Italia y Grecia. Y lo peor es que el Gobierno de PSOE y —ahora— Sumar no piensa hacer nada al respecto, más bien al contrario. Dado que para ellos no es ningún problema, su proyecto consiste en seguir aumentando el gasto de forma descontrolada confiando en que el crecimiento económico y las subidas de impuestos atemperen el déficit, sin percatarse siquiera de que la subida de tipos y el consiguiente encarecimiento de la financiación suponen un importante cambio en las reglas de juego vigentes en la última década, donde los bancos centrales se han convertido en el salvavidas de los gobiernos más irresponsables y despilfarradores. Ahora toca nadar y la duda es si España logrará mantenerse a flote.