THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

La anestesia del doctor Sánchez

«El Gobierno español y sus palmeros ‘wokistas’ en los medios están dispuestos a todo con tal de ocultar los problemas reales del país»

Opinión
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La anestesia del doctor Sánchez

Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

La operación de destrucción del régimen del 78 y de su Constitución necesita de grandes dosis de anestesia. El equipo médico de Pedro Sánchez ya está en ello. Comenzaron inoculando morfina en la sociedad con el caso Rubiales y ahora con los estudiantes de la Universidad de La Rioja. Duerme España duerme, susurra el doctor Sánchez, mientras la carcoma independentista corroe la unidad del país. 

El Gobierno español y sus palmeros wokistas en los medios están dispuestos a todo con tal de ocultar los problemas reales del país y de imponer su visión hegemónica a la sociedad. Entrometerse en la vida privada es lo que hacen los regímenes totalitarios y lo de la Universidad de La Rioja ha sido de nota. Los comentarios sexistas de los estudiantes del grado de Educación Primaria en un chat privado fueron aireados por la Cadena SER. Tras oír la noticia, el rector de la universidad de La Rioja invitó a denunciarles, lo que recuerda a cómo funciona la delación de cualquier dictadura comunista. Desde luego no se tuvo en cuenta la violación de las comunicaciones privadas de los estudiantes y, la propia universidad, un organismo autónomo, se erigió en el guardián de la moralidad, que el autoritarismo del ejecutivo sanchista quiere imponer a la sociedad española. Las groserías de los estudiantes, que no fueron más allá del ámbito privado, podrían conllevar su expulsión de la facultad de 2 meses a tres años, si se califican como falta muy grave. Los alumnos, que recibieron un ataque desproporcionado de los corifeos políticos y mediáticos del Gobierno y de las redes sociales, debieron quedar estupefactos ante esa jauría político-mediática-administrativa que, sin embargo, no actúa cuando en otras universidades se acosa o agrede a puñetazos de manera pública sin ningún tipo de consecuencias.

«En España andamos adormecidos. Los anestesistas del doctor Sánchez no dejan de inocularnos, un día sí y otro también»

Mientras perdemos tiempo hablando de una situación que no debería pasar de la categoría de anécdota, un tipo como Puigdemont, que dio un golpe de Estado y es prófugo de la justicia, se pasea, casi de la mano, con la Blancanieves de Sumar por los pasillos de las instituciones europeas. Magistrados, políticos y periodistas afines al Gobierno trabajan sin descanso en el blanqueo del delincuente independentista. Nos quejábamos de la imagen internacional que dábamos con Rubiales, y ahora es el Washington Post el que ha tenido que salir a defender la democracia y la unidad del Estado frente a los golpistas de 1 de octubre. 

En España andamos adormecidos. Los anestesistas del doctor Sánchez no dejan de inocularnos, un día sí y otro también, productos hipnóticos que logran distraer a nuestro cerebro de los problemas reales que surgen en cuanto despertamos. Los culebrones de Rubiales, la universidad de La Rioja y otros, son placebos que se administran desde la Moncloa y sus terminales mediáticas para que no sintamos el dolor de la inflación o la amnistía. En cuanto tenemos un mínimo despertar, el dolor es tan intenso que los anestesistas de la Moncloa vuelven a inyectarnos una nueva dosis. El problema es que el cuerpo social se acostumbra a esa morfina totalitaria y puede terminar reclamándola sin necesidad de que nos la administre el equipo médico monclovita.

«Al Gobierno actual no le importa la igualdad de los españoles. El mantra «que viene el fascismo» es un narcótico tan potente que ha nublado el entendimiento de la izquierda»

Será difícil ver una respuesta ciudadana como la que hubo en 2017 tras el referéndum ilegal del 1-O. En estos momentos, la sedación social es tan fuerte por el chute de anestesia del doctor Sánchez y la falta de coherencia de la oposición, que parece difícil que la población salga de manera masiva a la calle a rechazar la ruptura del Estado y de la Constitución que suponen la amnistía y la celebración de un referéndum de independencia. 

Al Gobierno actual no le importa la igualdad de los españoles. El mantra «que viene el fascismo» es un narcótico tan potente que ha nublado el entendimiento de la izquierda, incapaz de discernir que el progresismo nada tiene que ver con el egoísmo del nacionalismo independentista. Cada vez quedan menos disidentes dentro del orwellianismo impuesto por el ejecutivo socialista. «El que se mueve no sale en la foto» de Alfonso Guerra ha sido perfeccionado por el sanchismo a unos niveles que ni el propio exvicesecretario general del PSOE hubiera soñado jamás. 

Las huestes de soldados sanchistas persiguen sin tregua a cualquier opinión discordante de la hegemonía impuesta desde el Gobierno. Su habilidad es tal que hasta han logrado inyectar unas gotas en la oposición. Feijóo un día aboga por reunirse con Junts y al siguiente declina hacerlo. El coordinador general del PP, Elías Bendodo, habla de España como un Estado plurinacional y horas después sale su jefe a enmendarle la plana; un Feijóo que años antes consideraba a Cataluña y Galicia como naciones sin Estado. Esa falta de rumbo en la oposición mantiene a la sociedad española confundida y termina también por adormecerla.

El pacto rupturista de Sánchez con el independentismo es un grave peligro para la democracia española. Es necesario combatirlo y evitarlo con determinación por parte de la oposición antes de que la sociedad reclame una solución rápida ante el deterioro del Estado y la falta de autoridad de las instituciones. Siempre habrá presto otro líder populista y autoritario que pase por encima de los controles de una democracia, que ya habrá sido devastada después de tanta anestesia.

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