Su amnistía = tu condena
«La amnistía bajo chantaje no es una inocentada ni es un crimen sin víctimas, como nos quieren hacer creer. Amnistiar a unos es fatalmente condenar a otros»
El domingo 10 de septiembre a mediodía estaban convocadas manifestaciones espontáneas (no rubricadas por ningún partido político en concreto) frente a ayuntamientos en toda España para protestar contra una eventual ley de amnistía a favor de Carles Puigdemont, el resto de protagonistas del golpe separatista del 17 y, por el mismo precio, unos cuantos malversadores y corruptos que pasan por ahí. Estas manifestaciones se habían convocado por redes sociales bastantes días antes. En las 48 horas precedentes, el mismo día, a la misma hora, ayuntamientos como el de Barcelona, encabezado por el socialista Jaume Collboni, convocaron un minuto de silencio por las víctimas del pavoroso terremoto de Marruecos, que ese domingo por la mañana ya rebasaban las 2.000 personas.
Presten atención por favor a todos estos detalles porque no los van a leer en casi ningún sitio. Carecemos hace tiempo de un periodismo mínimamente contextualizado, por decirlo con amabilidad. Que se podrían decir otras cosas. Pero, mordiéndonos la lengua y absteniéndonos de sacar ninguna conclusión de la sospechosa coincidencia entre ambas convocatorias, quizá podamos estar todos de acuerdo en que ha de ser humanamente posible quererse solidarizar con las víctimas del terremoto y, a la vez, protestar contra la ley de amnistía/impunidad.
Quien esto firma, portavoz de Ciutadans en el Parlament, acudió con este ánimo, junto con varios compañeros, el domingo 10 de septiembre a mediodía a la plaça Sant Jaume de Barcelona. No es que las dimensiones de esa plaza evoquen las del Camp Nou. Pero caber, cabíamos todos los que estábamos, fuese por Marruecos, contra la amnistía, o por todo. No lo debieron ver así en el Ayuntamiento, ya que hicieron todo lo posible por desalojar a los manifestantes contra la amnistía, fáciles de identificar porque muchos portaban banderas españolas.
¿Tuvo este intento de desalojo injustificado algo que ver con que, en cuanto el alcalde Collboni asomó la cabeza en la plaza, se llevara un abucheo monumental? La interpretación es libre. Por mi parte, sólo decir que pocos días antes, a las puertas del Parlament habíamos guardado otro minuto de silencio por un feminicidio coincidiendo con una ruidosísima, atronadora manifestación de los bomberos voluntarios. Nadie intento echarles, callarles ni desalojarles, y ellos se sumaron tranquila y espontáneamente al minuto silencioso, retomando sus protestas un segundo después.
«Siempre somos los cándidos demócratas, los aspirantes a libres e iguales, los que tenemos que poner la otra mejilla»
Yo misma participé de corazón y con convicción en el minuto de silencio por Marruecos en Sant Jaume. No fue un minuto de silencio perfecto. Ni mucho menos. Pero tampoco hacía falta abreviarlo a la brava como hizo el alcalde socialista de Barcelona, quien en lugar de mantener la compostura institucional se escabulló a los 40 segundos o así hacia el interior de las dependencias municipales, donde nadie que no fuese representante institucional demostrable podía seguirle. Algunos de buena fe lo hicimos. Le seguimos Ayuntamiento adentro, pensando que a lo mejor quería redondear el minuto, o incluso repetirlo entero con mayor recogimiento. Qué va. Collboni prefirió dejarse de minutos de silencio por Marruecos y ponerse a rajar ante cámaras y micros acusando a todos los que fueron (fuimos) a protestar contra la amnistía de reventarle el acto. Se ve que lo consideraba suyo y sólo suyo. Poco después, medios de comunicación afines difundían vídeos de protestas anteriores o posteriores al minuto de silencio haciendo creer que habían sido simultáneos. Lo cual era una manipulación tan burda, una mentira tan grosera, que cumplidamente se denunciará en el Parlamento catalán. No en nuestro nombre ni con nuestros impuestos.
Es sólo un ejemplo de lo que pasa cuando te dejas tomar la ley, la calle y el pelo. Los mismos que cuando les da la gana queman contenedores, cambian los letreros de la Plaza España de Barcelona para llamarla «Plaza 1 de Octubre», agreden a los no separatistas y hasta a alguno de los suyos que se les antoja demasiado tibio (Pere Aragonès tuvo que salir escoltado de la manifa de esta Diada, no por menos concurrida más democrática que otras veces…), no toleran ni media protesta en sentido contrario. O la intentan tapar y desalojar o, si todo eso falla, te pueden llamar golpista…¡ellos a ti! ¿Es o no es formidable?
Que no, que la amnistía bajo chantaje no es una inocentada ni es un crimen sin víctimas, como algún interesado muñidor de pactos nos quiere hacer creer. Porque amnistiar a unos es fatalmente condenar a otros. Porque la impunidad eterna de Caín es la eterna muerte civil de Abel. Porque siempre somos los mansos de corazón, los buenos convivientes, los cándidos demócratas, los aspirantes a libres e iguales, los que tenemos que poner la otra mejilla y comulgar con la rueda de molino de un diálogo inexistente. Pues aquí diálogo no hay, sólo monólogo. Siempre de los mismos. Y es una pena que cuando siempre los mismos toman la calle y las instituciones, tan poquitos se atrevan (nos atrevamos) a mantener el tipo y hacerles frente. ¿Dónde estaba el verano azul constitucional el domingo 10 de septiembre a mediodía, alguien me lo puede decir?
El 8 de octubre de 2017 se rompió la omertá, el muro de silencio y de sumisión, con una tremenda manifestación unitaria —un millón de personas al fin sin complejos desbordando las calles de Barcelona…— convocada por Societat Civil Catalana (de la que fui presidenta en Madrid, y sigo siendo orgullosa socia al corriente de pago) y que obtuvo el apoyo entusiasta de los partidos constitucionalistas para quien quiera llamarlos así, que yo prefiero llamarlos partidos normales, aptos para toda Cataluña, útiles para toda España. Eso incluía al partido que yo represento, Ciutadans, en 2017 y le incluye ahora. No puede decirse lo mismo del PSC-PSOE, que el 8 de octubre del 17 estuvo representado en aquella manifestación, y ahora llama golpistas (¡golpistas, madre del amor hermoso!) a cualquiera que inste a la movilización civil precisamente para que no se amnistíe a quienes sí que dieron un golpe. Un golpe bien bajo. Que lo volverán a dar si nadie les para. Me pregunto cuántos minutos de silencio nos adeudan ya a las víctimas de años de hipocresía y cobardía. Faltan relojes en el mundo para contarlos.