Sí a la amnistía y a los pinganillos
«La amnistía solo sirve si se pacta con el PP, y es algo que los españoles en su conjunto ofrecen como medida de gracia a los ‘indepes’ en pos de la concordia»
Tómese una tila, y siga leyendo, el título era una provocación. Pero de verdad le digo, vamos a relajarnos un poco con estos dos temas, que la cosa no es para tanto. Verá.
Empiezo con una anécdota de hace ya casi veinte años cuando trabajaba en una serie que creé para ETB, la televisión pública vasca. La serie se emitía en ETB2, el segundo canal de ETB, que emite en castellano, y por tanto la serie se escribía en castellano y se actuaba en castellano. Aun así, ETB nos mandaba mucha documentación fundamental para la producción solo en euskera, y yo que era guionista y productor, y no hablo vasco, protesté porque no me enteraba de nada y no tenía ningún sentido que la cadena dificultara la comunicación con su proveedor comunicándonos en vasco en una producción que era toda en castellano.
La solución que nos dieron fue que incluyéramos en el presupuesto de la serie una partida para la traducción de los documentos en euskera al castellano. Protesté y dije que prefería gastar ese dinero en la propia serie, y entonces un funcionario de la cadena me dijo que había que hacerlo así «porque el euskera es como un enfermo que está en el hospital entubado y hay que cuidarlo». No seguí discutiendo porque entendí que el tipo era un fundamentalista y me estaba estrellando contra un muro. Este enfermo tan querido que nunca termina de curarse pero que tampoco se muere, tiene gracias a funcionarios como el que yo me encontré a un ejército de enfermeros, cuidadores, médicos y terapeutas, que por supuesto cobran por ejercer con tanta dedicación y profesionalidad.
El catalán sufre también la misma enfermedad y recibe los mismos cuidados. Lo cierto es que para estas lenguas es muy difícil curarse si conviven con el castellano (ese idioma que todo el mundo conoce fuera de España, como el español) y que les aseguro que no tiene ningún problema en Cataluña, ni en el País Vasco, ni en Galicia.
«Las lenguas cooficiales lo tienen difícil para colonizar los espacios de ocio y cultura de masas de nuestro tiempo»
Sobrevivir junto al castellano es muy difícil, se trata de una inmensa comunidad de hablantes en muchos países del mundo, que produce series de mucho éxito, que tiene un star system propio, cine, la música que los jóvenes bailan, los canales de youtubers y tiktokers más populares que consumen los niños. Los idiomas cooficiales no son capaces de ofrecer estas cosas a los jóvenes de la manera masiva en que lo hace el castellano, y por tanto, estar fuera del castellano para ellos significa estar fuera del mundo. Podrán poner los llamados policías de la lengua en el patio de los colegios conminándoles a hablar catalán o vasco, pero los niños pasan cada vez más tiempo en el metaverso, y allí en los juegos online como Fortnite, Grand Theft Auto o Call of Duty, los jugadores juegan en castellano o en inglés.
Las lenguas cooficiales siguen vivas principalmente por el valor emocional que tienen para sus usuarios, y resisten gracias al sistema educativo, pero más allá de eso lo tienen difícil para colonizar los espacios de ocio y cultura de masas de nuestro tiempo, y de alguna manera se han quedado fuera de este tiempo. Que pongan pinganillos en el Congreso o en el Parlamento Europeo para que pueda escucharse por ahí el catalán o el euskera ni le hace daño alguno al castellano, ni les sirve de nada a estos idiomas para prosperar, tan solo mantendrán con trabajo a los cuidadores de estos enfermos y levantarán los odios de una gran mayoría de contribuyentes que asociarán una vez más a estos idiomas con el despilfarro estatal.
Mal asunto para la noble causa de preservar nuestro patrimonio lingüístico, mientras, Rosalía seguirá cantando regetón en español, el Rubius comentará los videojuegos en español desde Andorra y la temporada 17 de La Casa de Papel estará en el mismo idioma que la primera. El único contacto con muchos de estos idiomas que tendrán millones de españoles será ver el lamentable espectáculo de gente que pudiendo entenderse en un mismo idioma, parlamenta con otros en idiomas que no entienden, pero lo cierto es que en un lugar como nuestro Congreso donde hace mucho que los políticos dejaron de escuchar a sus contrarios, qué más da el idioma en que se hablen.
Hasta aquí con lo de los pinganillos, que sí, que los pongan y se queden contentos.
Ahora vamos con la amnistía, ese otro tema que viene de la mano de lo de los pinganillos en el pack «llave de la gobernabilidad». La gente que aún lee columnas de opinión le dedica mucho tiempo al odio hacia ese político de peinado ridículo –solo superado por el de Milei– que es Puigdemont (un día tendremos que hablar de los peligros de los políticos con peinados no normativos tipo Boris Johnson, Pablo Iglesias, Milei, Puigdemont, que debieran excitar nuestro sentido del peligro como lo hacen las ranas y los peces de colores llamativos para avisarnos de que son especies venenosas). Puigdemont, Quim Torra, Forcadell, Rull y Turull, Artur Mas, Junqueras y toda esta gente está ya completamente amortizada. Aburren hasta a los suyos, no hay más que ver las cifras de participación de las últimas Diadas que caen en picado, como sus propios votos. Ya nadie quiere hacer otro procés, eso es un caso de hace siete temporadas, la serie tiene otros protagonistas ya y otros conflictos, la gente está ya en otra.
«Todos sabemos que realmente es imposible que Puigdemont lo vuelva a hacer, no tiene fuerzas ya ni credibilidad para volverlo a hacer»
Les hablo a los chavales de la edad de mi hija mayor, que votaron este año por primera vez, y a los que hoy tienen 30 años, y es que ni se acuerdan ya de Puigdemont ni de lo que hizo. A los que les suena de algo, les parece un freak que vive en una corte simulada de los Sims en un lugar desangelado como Waterloo que seguramente es más deprimente que ir a dormir los sábados a la cárcel de tu ciudad con tus colegas de partido. Dice que no renuncia a la vía unilateral, pero qué otra cosa pueden decir. No pasa nada, todos sabemos que realmente es imposible que lo vuelva a hacer, no tiene fuerzas ya ni credibilidad para volverlo hacer. Y es más, si les dan la amnistía y lo vuelven a hacer, jamás volverían a formar parte de un pacto de gobierno en España, y legitimarían plenamente un 155 de enorme contundencia y larga duración.
Yo no pienso, como creen muchos, que una amnistía es dar la razón a los golpistas y deslegitimar a la justicia española. A la mayoría de la gente, como dije, ya le da completamente igual esa generación de políticos indepes, nadie los ve como vencedores de ninguna batalla sino más bien como una gente triste, molesta y enfadada, que fue derrotada primero por la justicia, y después por la indiferencia y el aburrimiento. No hay que olvidar además, que esta gente cabalgaba sobre lo hombros de dos millones y medio de personas, a los que representaban y que les estaban pidiendo que hicieran lo que hicieron. Dos millones y medio de personas no son pocas, fueron casi la mitad de los catalanes.
En algún momento habrá que tratar de cambiar el relato de que somos unos fachas rencorosos que queremos aplastarles y acabar con su cultura y sus instituciones. La amnistía debilita ese relato, lo hace poco creíble. Pero solo sirve si se pacta con el PP, y es algo que los españoles en su conjunto ofrecen como medida de gracia a los indepes en pos de la concordia, que es el bien supremo en una sociedad. Que la amnistía sea la medida que ofrecen los españoles de izquierdas, y solo ellos, no sirve nada más que a Sánchez para formar gobierno y a Puigdemont para poder ir a comer calçots a su pueblo. El relato de que la mitad de España es fascista y catalanófoba, y por tanto hay que irse de ella, seguiría vivo. Y por otro lado el rencor y la sensación de enorme humillación que sentirían una inmensa parte de los españoles (principalmente de los españoles que leen columnas de opinión, y les importan estas cosas) también.
Por tanto ambas circunstancias se retroalimentarían y perpetuarían sin solución de continuidad este pesado problema. De modo que lo mejor que podemos hacer todos, en realidad, es pactar de manera transversal esa amnistía. No pasa nada, de verdad, no se acaba España.