En defensa de los derechos lingüísticos (de mi madre)
«Ante el derecho de expresarse en la lengua materna, está el derecho del ciudadano a fiscalizar lo que debaten sus representantes en el Parlamento»
Ante el derecho de expresarse en la lengua materna propia, está el derecho del ciudadano de a pie a fiscalizar aquello que debaten sus representantes políticos en el Parlamento.
Sepa el lector que esta que escribe se gana la vida gracias al multilingüismo, esa bandera que ondeamos (¿orgullosos?) en España desde tiempos inmemoriales. Catalán, vasco y gallego son solo algunas de las lenguas y hablas del territorio español, donde la diversidad lingüística solo es superada por la gastronómica.
Si alguien se va a partir la cara por defender los derechos lingüísticos de cualquier ciudadano del mundo, esa soy yo. Porque las lenguas son riqueza. Que venga Voltaire y me diga a la cara eso de que «las lenguas siempre tienen veneno que propagar». Le parto las piernas.
El día 26 de septiembre se celebra en Europa el Día del Multilingüismo y nos viene al pelo en este mes en que estrenamos interpretación simultánea en el Congreso de los Diputados. Mucho se ha hablado de los derechos lingüísticos. Se han trazado paralelos con la Unión Europea, claro que sí. Pero políticos, tertulianos, taxistas y demás opinadores profesionales parecen haberse olvidado de por qué son multilingües las instituciones de la Unión Europea.
¿Por qué se hablan 24 lenguas en el Parlamento Europeo? ¿Qué derechos lingüísticos se pretenden proteger? ¿Se lo ha preguntado usted? Mi madre se lo preguntó el pasado domingo. Se lo preguntó y se respondió, porque una madre siempre lo encuentra todo, también la respuesta a las preguntas más sesudas.
Mi madre se respondió que, obviamente, en la Unión Europea se hablan todas esas lenguas y trabajan tantísimos intérpretes porque los millones de ciudadanos que estamos allí representados nos tenemos que enterar —bien— de qué están haciendo esos políticos que se supone que trabajan en favor de nuestros intereses. No es por ellos, es por nosotros. Es por el acceso a la información. Es por la transparencia.
«En España tenemos una lengua común que es la propia de todos. ¿Por qué hay unos cuantos que no quieren utilizarla en las instituciones del Estado? ¿Será para asegurarse de que el mensaje no llega?»
Y después de responderse, mi madre soltó un par de exabruptos y luego se quejó amargamente de que ya no podrá seguir los debates de los miércoles en televisión, porque las intervenciones en gallego, en catalán y en vasco las subtitulan. Y mi madre no ve. No ve porque tiene una enfermedad degenerativa. Inclusividad en TVE, pero solo un poco.
Frente a los derechos lingüísticos de los diputados, están los derechos lingüísticos de los ciudadanos. Frente al derecho de Gabriel Rufián, de José Ramón Besteiro y de Mertxe Aizpurua a expresarse en su lengua materna, está el derecho de mi madre a enterarse —bien— de qué están haciendo esos políticos que se supone que trabajan en favor de nuestros intereses.
El 30 de septiembre se celebra el día de san Jerónimo, el patrón de los traductores e intérpretes. San Jerónimo tradujo la Biblia del hebreo y del griego al latín para que el pueblo llano tuviese acceso a ese conocimiento. Hizo uso de una lengua común —que a lo mejor no era la propia de casi nadie— para asegurarse de que el mensaje llegaba.
En España tenemos una lengua común que es la propia de todos. ¿Por qué hay unos cuantos que no quieren utilizarla en las instituciones del Estado? ¿Será para asegurarse de que el mensaje no llega? Que se lo expliquen a mi madre.
Lola Guindal es intérprete simultánea y profesora de Interpretación en la Universidad Pontificia Comillas.