Frankenstein está más vivo que nunca
«La actuación del tal Óscar Puente, al que no teníamos el disgusto de conocer, ha dejado claro cuál va a ser el talante de Frankenstein en el futuro inmediato»
Al minuto siguiente de que S.M. el Rey encargara a Alberto Núñez Feijóo la presentación de su programa para ser investido como presidente del Gobierno delante de los 350 diputados que componen el Congreso, todos los aparatos de propaganda del sanchismo reinante se pusieron a repetir como papagayos obedientes la consigna de que aceptar ese encargo era una forma de hacer perder el tiempo a los españoles.
Lo han repetido tanto que a todos los que ya conocemos los modos de funcionar de Sánchez y los suyos no nos cupo la menor duda de que la celebración de ese debate de investidura, por más que se supiera que tenía pocas posibilidades de salir adelante, les molestaba profundamente.
Ahora sabemos que el miedo que los sanchistas y sus socios tenían a este debate estaba plenamente justificado. Porque los dos días de debate han servido para dejar claro delante de los españoles quiénes y cómo son los que componen la banda de Frankenstein y cuáles son sus planes, muchos de los cuales Sánchez escondió o negó durante la campaña electoral. De manera que, si sabemos interpretar lo que ha pasado en el Congreso, lo que se ha dicho, lo que se ha escondido y, muy importante, las formas que allí hemos contemplado, son muchas y muy interesantes las enseñanzas que podemos sacar.
La primera, aunque ya sabida de antemano, es la inexistencia del voto en conciencia en el PSOE de hoy. A ni uno solo de los 121 diputados socialistas le ha temblado la mano a la hora de votar en contra del candidato del partido más votado por los españoles, como no les temblará, llegado el caso, cuando voten a su candidato, que estará unido a comunistas, golpistas y filoterroristas.
Y eso que tenían un esclarecedor antecedente en lo que ocurrió en la investidura de Rajoy en octubre de 2016, cuando la ejecutiva del partido dio la orden taxativa de abstenerse en aquella votación y, sin embargo, hubo 15 socialistas que, con el argumento de que había que votar en conciencia, desobedecieron a su ejecutiva: Margarita Robles, Susana Sumelzo, Odón Elorza, Rocío de Frutos, Zaida Cantera, Meritxell Batet, Joan Ruiz, Merce Perea, Manuel Cruz, José Zaragoza, Lidia Guinart, Marc Lamuà, Pere Joan, Sofía Hernanz y Luz Martínez Seijo. Por cierto, todos ellos fueron premiados inmediatamente por Sánchez con puestos en las listas de diputados y senadores y hasta con un ministerio, como en el caso de Robles y con la Presidencia del Congreso, como en el caso de Batet.
«El matrimonio de los sanchistas con los que quieren acabar con España es tan indisoluble como los matrimonios antiguos»
Ahora ha quedado claro que la conciencia de los diputados socialistas les ha llevado a obedecer ciegamente lo que les han mandado. He dicho «ciegamente» y eso es un error, han obedecido con los ojos bien abiertos porque de lo que votaran depende su sueldo, siempre muy superior al que pueden obtener si no estuvieran en política.
La segunda enseñanza que podemos sacar de esta investidura fallida es que Frankenstein está vivo, más vivo y más Frankenstein que nunca. Ya lo vimos la noche electoral cuando, Sánchez y su gente saltaban de alegría después de haber perdido, porque sabían que los comunistas, los golpistas y los filoterroristas estaban con ellos. Lo confirmamos el día de la elección de la Mesa del Congreso. Y, si hubiera alguna duda, en este debate ha quedado claro que el matrimonio de los sanchistas —me resisto a llamarles socialistas por si aún hay alguno decente— con todos los que quieren acabar con la Constitución y con la nación española es tan indisoluble como los matrimonios antiguos.
La constatación de la buena salud de Frankensterin es la mejor explicación de la prepotencia y la chulería con la que los cónyuges de este matrimonio se han comportado a lo largo de las sesiones del debate. Prepotencia y chulería que no ha guardado ni las mínimas formas ni el menor respeto al candidato, a su Grupo Parlamentario y a sus más de 11 millones de votantes.
Algunos comentaristas han hablado de Sánchez como si estuviera secuestrado por los independentistas catalanes. Si eso fuera verdad concitaría nuestra compasión porque estar secuestrado no es algo agradable. Pero, y no había más que verle y el lenguaje corporal es muchas veces más expresivo que el verbal, en estas sesiones se ha hecho evidente que de secuestrado nada, más bien podemos afirmar que se le ha visto encantado de encabezar una coalición de enemigos de la libertad, de la propiedad y de España.
También ha quedado claro, por si alguno no se había enterado todavía, la profunda hipocresía del autócrata, cuando ha dicho y ha hecho decir a su gente que todas las concesiones que ha regalado y las que va a regalar ahora a los golpistas las hace para dialogar con todos, mejorar la convivencia democrática y rebajar la tensión. No le importa lo más mínimo, sino todo lo contrario, cerrar todas las puertas de diálogo con los partidos del centroderecha, descalificar hasta personalmente- como vimos estos días- a los políticos que no están en Frankenstein, y aumentar la tensión hasta límites insospechados con ese centroderecha, que, por el contrario y por boca de Feijóo, no ha parado de ofrecerles pactos y alianzas.
«Para Sánchez, los 11 millones de votantes del centroderecha no pesan nada al lado de los 854.000 votos de Junts y ERC»
Señal de que, para el objetivo último que Sánchez y su gente persigue, la República Federal de republiquitas ibéricas, los 11 millones largos de votantes del centroderecha no pesan nada, al lado de los 854.000 votos que obtuvieron Junts y ERC. Con ellos sí que hay que dialogar y llegar a acuerdos, pero nunca con el PP.
Otra enseñanza, y muy importante, que nos ha dejado este debate es la evidencia de que Sánchez está dispuesto de enseñar los dientes más enfurecidos en la próxima legislatura. De esto ha sido una buena muestra la arrogancia con la que ha mandado a uno de los socialistas peor educados que saliera a insultar a Feijóo. La actuación del tal Óscar Puente, al que la mayoría de los españoles no teníamos el disgusto de conocer, ha dejado claro cuál va a ser el talante de Frankenstein en el futuro inmediato.
Saber todo esto, que el debate de investidura nos ha enseñado, se hace imprescindible para que los que queremos defender la libertad y la nación española, que, por cierto, es una realidad muy anterior a la Constitución, podamos organizar nuestra lucha contra los enemigos de España, que capitaneados por Sánchez no nos van a dar tregua.
Una lucha en la que vamos a tener la suerte de contar con un Feijóo, que ha demostrado cumplidamente su madera de líder y, además, que le tiene cogido el punto al autócrata, que ya hemos visto cómo ha eludido debatir con él.
Con su liderazgo y las firmes convicciones de los que no queremos que, a base de trampas y engaños, se cambie nuestro régimen constitucional tenemos que empezar desde hoy mismo esa lucha, que, si no desfallecemos, vamos a ganar.