¿De qué se ríe, señor presidente?
«Llegará un día que se le permitirá a Bildu reescribir la historia del País Vasco, como se les permite a Puigdemont y Junqueras reescribir la de Cataluña»
Entre otros detalles merecedores de atención en la reciente foto del presidente del Gobierno con los dirigentes de Bildu, resultó particularmente turbadora la sonrisa con la que el anfitrión recibió a sus invitados, sonrisa que se repitió ampliada un rato después, al comenzar su conversación con Mertxe Aizpurúa, condenada en 1984 por, según afirma la sentencia, «una clara defensa y alabanza de la organización terrorista ETA».
Sánchez podía haber elegido posar ante Bildu con rostro serio y circunspecto, tratando de dar testimonio de que lo hacía obligado por las circunstancias, forzado por la aritmética parlamentaria, como dicen a diario los portavoces socialistas para justificar cada tropelía. Pero no. Prefirió hacerlo con sonrisas. ¿Por qué? ¿De qué se reía el presidente?
¿Se reía de los votantes a los que ha engañado, prometiéndoles una y otra vez que jamás pactaría con Bildu? ¿Se reía de los socialistas que durante años habían defendido que eso era una línea roja que nunca rebasarían? ¿Se reía de su propio portavoz parlamentario, que no hace tanto sostenía que era imposible que el PSOE pactara con Bildu porque ambos partidos estaban separados «por un abismo en cuestiones éticas»?
Claro, que el pacto de Bildu no es el único asunto por el que Sánchez podría sonreír. Podría reírse, incluso con más motivo, de sus ministros a los que obligó a sostener firmemente hasta hace pocos meses que el PSOE nunca negociaría con Puigdemont. Y, echando la vista atrás, podría reírse incluso de los prudentes ciudadanos a los que un día pidió el voto bajo la promesa de que jamás gobernaría con Podemos o de sus compañeros de partido a los que hace tiempo prometió un PSOE mucho más democrático y deliberativo en el que todas las decisiones se tomasen tras debates abiertos en los órganos correspondientes.
«La promesa de un poder largo e indiscutible amansa las conciencias díscolas. Bildu es hoy un garante de ese poder. ¡Cómo no va a sonreír Sánchez! »
Pero las sonrisas con Bildu escuecen especialmente porque pretenden hacernos olvidar que el presidente estaba negociando su futuro y el del país con quienes simbolizan el periodo más negro y sangriento de la democracia española. Nunca nadie causó más daño a España en la historia reciente que los militantes a los que elogió y defendió la mujer que se sentó con el presidente del Gobierno.
La sonrisa del presidente sólo puede entenderse como un certificado de que esa mujer y los suyos son ya parte del club de la nueva izquierda, que ya no están en deuda con España, que ya son uno más en esta coalición canalla contra la derecha. Borrón y cuenta nueva.
La sonrisa del presidente legitima todo lo ocurrido. Estuvo feo matar, pero hay que mirar hacia adelante sin rencor ni venganzas. Y llegará un día, no muy lejano, que se le permitirá a Bildu reescribir la historia del País Vasco, como se les permite a Puigdemont y Junqueras reescribir la de Cataluña.
La sonrisa del presidente hiela el corazón de las personas decentes, pero no resta votos, que es de lo que se trata. Sánchez ha comprobado que la capacidad de encaje de los suyos -los más cercanos, por los puestos, los más lejanos, por puro fanatismo- es infinita. La promesa de un poder largo e indiscutible amansa las conciencias díscolas. Bildu es hoy un garante de ese poder. ¡Cómo no va a sonreír!