THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Sin necesidad no hay virtud

«Si Sánchez es investido presidente se enfrentará a unos años difíciles en los que no podrá crear una nueva necesidad para convertirla en una supuesta virtud»

Opinión
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Sin necesidad no hay virtud

Ilustración de Alejandra Svriz.

Acabo de escuchar el discurso programático del candidato Sánchez y, tras la interrupción del mediodía, el agrio enfrentamiento con Feijóo. No he podido seguir el resto del debate de investidura para ordenar un poco las ideas y escribir este artículo.

Ha sido un debate bronco, muy en el plano de la rivalidad personal, carente de todo diálogo constructivo, y en el que no se ha abordado el gran tema del momento, el que ha producido la crispación de los últimos meses y, en especial, la última semana tras el acuerdo entre el PSOE y Junts: la ley de amnistía y su justificación. Permítanme unas consideraciones.

¿Por qué es la amnistía el gran tema del momento? Porque puede poner en cuestión, romper si se quiere, nuestra estructura constitucional, es decir, nuestro Estado democrático de derecho. Más allá de las políticas concretas para los próximos cuatro años —y la intervención de Sánchez se ha referido a ciertos aspectos de las mismas, no a todas ni mucho menos, ni siquiera a algunas importantes como la política exterior y, sólo de refilón, la política económica— su discurso puede resumirse diciendo que los últimos cuatro años han sido un éxito claro y en los próximos cuatro seguirá en la misma dirección para culminar este éxito. No muchos detalles más.

Feijóo casi no se ha referido a estas cuestiones, tampoco a los huecos que he señalado, y ha conducido el debate por el plano de los reproches personales: Sánchez ha demostrado no ser fiable porque según le convenga un día dice una cosa y al siguiente la contraria, algo evidente y sabido. Precisamente la cuestión de la amnistía lo demuestra de forma flagrante: lo que era una línea roja, por inconstitucional, antes del pasado 23 de julio, se convierte en algo posible, constitucional y conveniente tras esta fecha. En definitiva, lo que dijo Sánchez hace un par de semanas ante su comité federal: «Hay que hacer de la necesidad virtud».

Ahora bien, ¿hay necesidad? Si la respuesta es negativa, en modo alguno la concesión de una amnistía es una virtud sino, al contrario, es un vicio, una inmoralidad, un error. Veamos.

«Un acuerdo del PP más el PSOE acumulaba 16 millones de votos, el 65% del total y 265 escaños en el Congreso»

Primero, la necesidad. Si de lo que se trata es de formar un gobierno razonable, tras un acuerdo entre partidos rivales pero afines, no había necesidad alguna: un pacto entre PP y PSOE facilitaba este tipo de gobierno y ambos no están situados en posiciones tan distantes ni mucho menos. Son dos partidos que ocupan la centralidad del espacio político y, si bien hasta ahora no se ha dado en estos años de democracia acuerdos de este tipo para formar el gobierno nacional, sí se ha dado en gobiernos autonómicos y locales.

Feijóo le ofreció enseguida esta posibilidad y la respuesta fue rotundamente negativa por parte de Sánchez. Las razones de éste son comprensibles desde el punto de vista personal: primera, había ascendido por segunda vez a secretario general del PSOE en 2017, porque sostuvo, frente a la otra candidatura, que una coalición de su partido con populistas e independentistas era posible y conveniente; segunda, porque al quedar en las elecciones tras el PP era al candidato de este partido al que le correspondía la presidencia del Gobierno. Pero eran razones personales, a lo máximo de partido, no razones que respondían a los intereses generales del país.

Hay que pensar que en un acuerdo de este tipo, el PP más el PSOE acumulaban 16 millones de votos, el 65% del total y 265 escaños en el Congreso y la casi totalidad del Senado, una mayoría más que suficiente para dar estabilidad en los próximos cuatro años a la política y la economía española. A mi modo de ver, esta solución de gobernabilidad era posible, razonable y conveniente. Pero la política del PSOE sigue basada en la idea de polarización que preconiza Sánchez desde octubre de 2016, es decir, el mantenimiento y fomento de dos bloques irreductibles, supuestamente situados en posiciones antagónicas, que hacen imposible el diálogo y el acuerdo. Se trata de una forma estéril de hacer política parlamentaria que arrincona al PP hacia un extremo —la famosa derecha y ultraderecha tan repetida por Sánchez— para obtener supuestas ventajas para la supervivencia, al menos inmediata, del PSOE populista de Sánchez que no coincide con el tradicional PSOE socialdemócrata que nació en Suresnes en 1974 y se consolidó en su arrolladora victoria de 1982.

Para un militante honesto, del partido que sea, lo importante son la lealtad a unas ideas y procurar, por encima de todo, el interés general, no el simple poder por el poder. El partido socialista actual cree que esto último es lo importante y creo que puede estar deslizándose por una pendiente autodestructiva. Ya veremos, el tiempo lo dirá y, desde luego, no lo deseo, pero lo temo.

«No veo dónde Sánchez ve la virtud pactando con los nacionalistas catalanes y vascos, tan opuestos a las ideas socialistas»

No había, pues, necesidad. Pero aún más claro es que no veo dónde Sánchez ve la virtud pactando con los partidos nacionalistas catalanes y vascos, tan opuestos a las ideas socialistas, e incluso con Sumar, no por sus ideas sociales sino por sus ideas identitarias, coincidentes en cuestiones nacionales con los independentistas. Quizás gracias a la preocupación por la covid y por la crisis energética (y económica) ocasionada por la guerra de Ucrania, se le han perdonado muchos errores en la forma de gobernar. Pero de ahora en adelante no habrá excusas.

Sobre todo, ha ocasionado una gran desazón en muchos españoles, el acuerdo con Junts de la semana pasada, no sólo por la amnistía, ya prevista, sino especialmente porque el PSOE ha cedido en todo, hasta en lo inimaginable, a las demandas de Puigdemont, el gran ganador de de las negociaciones. La fragilidad de Sánchez y las cesiones de Sánchez han sublevado, incluso, a muchos socialistas de raigambre, tal como han expuesto en artículos de periódico, y a las mismas asociaciones de jueces y fiscales de izquierdas —entre muchas otras— hasta ahora siempre prudentes para no perjudicar al PSOE.

El resultado de la votación de mañana parece listo para sentencia pero no está asegurado del todo, Puigdemont —y ERC a su rueda— es imprevisible, lo demostró en octubre de 2017: en unas horas pasó de convocar elecciones a declarar la independencia. En todo caso, lo que sí es seguro es que si Sánchez es investido presidente se enfrentará a unos años difíciles y complicados en los que quizás no podrá crear una nueva necesidad para convertirla en una supuesta virtud.

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