THE OBJECTIVE
Alejandro Molina

Galindo, 'l'amiable compositeur'

«El amigable componedor Galindo tendrá que asesorar para darle encaje en la transacción a la autodeterminación, que es el final de todo el relato»

Opinión
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Galindo, ‘l’amiable compositeur’

Ilustración de Alejandra Svriz.

El relator, el mediador, el árbitro y, ahora, por fin, el verificador. La enumeración de denominaciones que había de recibir el tercero que, por exigencia de los autores del golpe separatista de 2017, había de incorporarse a las negociaciones con el Gobierno para hacer efectivas su impunidad y otras futuras prebendas a cambio de que Pedro Sánchez fuera presidente, no tiene cuento. Denominaciones tomadas, nada inocentemente, del Derecho Internacional, para impostar en la escena mundial que España tiene un «conflicto» con una minoría territorializada. Piénsese, por ejemplo, que un relator en Naciones Unidas es quien tiene el mandato de examinar e informar públicamente sobre situaciones de violación de derechos humanos en países o territorios específicos. Ahí es nada. Me juego una gónada a que por ahí empezó Puigdemont a apretarle las tuercas a nuestro voluble e inescrupuloso presidente: exigiendo la presencia de un relator.

El verificador, nos dicen los medios gubernamentales, «velará por el cumplimiento» de los acuerdos de las partes «en el conflicto», asesorándolas y «acompañándolas». No hay vaina que no acometa la coalición de progreso que no tenga un «acompañante». Siempre que lo oigo me imagino a un pobre españolito con un tipo pegado a él echándole un brazo por los hombros mientras pasean los dos cabizbajos.

Bueno, que me voy por las ramas. Que el PSOE y Junts tengan un «conflicto» está por demostrar, pues para mí que la relación va como la seda: a cambio de la impunidad de unos delincuentes Sánchez ya es presidente y hasta se carcajeó jactándose de ello en la mismísima tribuna del Congreso. Y si existe un conflicto, Sánchez no necesita melatonina ni media benzodiacepina para dormir; como cuando, a pesar de aquellos sofocados resuellos televisivos, se encamó al día siguiente con el matón aquel que ahora anda por ahí de presentador en YouTube o algo así, me da igual.

Pero vamos al meollo. El verificador es un tal Galindo, un salvadoreño con experiencia en reciclar sangrientos guerrilleros colombianos convirtiéndolos en respetables parlamentarios y, es de suponer, en prescribir remedios para la digestión de la sangrienta guerra civil que asoló su país entre 1979 y 1992. Como se ve, es justo el escenario que tenemos España desde que en 2017 el socio de investidura de Sánchez intentó dar un golpe de Estado de opereta que duró ocho segundos.

«Ni siquiera hace falta irse a Ginebra para ocultar a la opinión pública el contenido de la negociación»

La localización de la mise en scène tampoco es casual. ¿Qué pintan Cerdán y Nogueras en Ginebra? ¿Tiene alguno de ellos cuentas pendientes con la Justicia española? Aunque yo no lo descartaría, está claro que se trata de otra exigencia del fugitivo: conversaciones en un «país neutral», alimentando así la fantasía de dos sujetos de Derecho Internacional que necesitan distanciarse del escenario bélico de su «conflicto». Vamos, como cuando los americanos se fueron a París a negociar con Vietnam el fin de la guerra en aquel país.

¿Y qué es lo que hará exactamente el verificador? ¿Dar fe de la realidad de las propuestas? Para eso no hace falta irse a Ginebra ni traer a un fulano desde El Salvador para «acompañar» a nadie. Se ponen por escrito y se publican en la prensa: fin del cuento. O como aquella ridiculez que hizo una vez Artur Mas, que se fue a un notario a firmar su «contrato con los catalanes». Pero es que ni siquiera hace falta irse a Ginebra para ocultar a la opinión pública el contenido de la negociación. El propio Cerdán tiene declarado que, mientras Sánchez abjuraba públicamente de la amnistía, él llevaba desde marzo negociándola en su nombre con Puigdemont.

Si con verificar lo que pretenden es que este salvadoreño ejerza una suerte de magistratura de opinión sobre la opinión pública española denunciando el incumplimiento de los acuerdos, podían empezar por decirnos qué es a lo que se compromete esta cuerda de convictos y prófugos una vez facilitada la investidura; porque contrapartida para el interés general de España no se atisba ninguna. Con todo el respecto para el esforzado Galindo: no parece que la opinión pública de un país europeo con 46 años de democracia a sus espaldas necesite del «acompañamiento», la interpretación ni la tutela opinativa de un salvadoreño con expertise en blanquear guerrilleros, y menos para formarnos un cabal juicio de la conducta de nuestros representantes políticos cuando disponen ilegítima e ilegalmente de lo que no es suyo con quien tampoco tiene la legitimación para pedirlo.

El verificador Galindo a lo que viene en realidad es a fungir de amiable compositeur, que decían los juristas; que es cuando las partes realmente están de acuerdo, y no necesitan por tanto ni a un juez ni a un árbitro dirimente, pero sí a alguien que les haga el contrato, la transacción. Y aquí el amigable componedor Galindo con razón tendrá que asesorar para darle encaje en la transacción a la autodeterminación, que es el final de todo el relato. Porque Cerdán cursó estudios de Formación Profesional como técnico en electrónica y la tal Nogueras –agárrense amigos- tiene dicho que «tuvo intenciones de estudiar Derecho, pero finalmente no llegó a matricularse y empezó a trabajar dentro de la empresa [textil] familiar». Tuvo intenciones: «No sufre glosa ninguna/ porque huyen de rondón la razón y la intención/ por su parte cada una», que dijo el poeta renacentista español. Ay, si yo les contara de las melancólicamente frustradas intenciones de mi juventud; pero hay que tener cojones para contarle eso a la prensa como parte del currículum.

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