Intelectuales sanchistas arrepentidos
«Cuando estos intelectuales se dan de bruces con la realidad, como Javier Cercas, no asumen públicamente que Sánchez está ahí también por su culpa»
Considero que el concepto de intelectual es algo grueso, como el de filósofo. No se puede aplicar de forma ligera. Sé que los partidos políticos necesitan santones de las letras que den empaque a sus argumentos. Los partidistas los llaman intelectuales para refugiarse bajo sus faldas cuando se sienten inseguros. Esto pasa también con el papel político de la «gente de la cultura», siempre dispuesta a apoyar al que más subvenciones y contratos prometa. Ahora bien, si todos estos, intelectuales y artistas, se miran con distancia, sobre todo fuera de la amistad, el asunto toma otra perspectiva.
Escribo esto al hilo de Javier Cercas y su columna distraída contra el sanchismo; es decir, de una pieza escrita sin darse cuenta cabal de sus palabras o eludiendo lo que ha pasado en los últimos años. No hay nada en su artículo que no se haya escrito y dicho mil veces desde la otra orilla, donde hay escritores denunciando con persistencia el camino autoritario del sanchismo, al son de los insultos de los intelectuales como Cercas.
Esto no quita verdad a lo que dice. Sí, Sánchez ha pervertido la democracia al basarla en la mentira al electorado y en la destrucción de la Constitución y de la nación por un interés espurio. Cierto, Sánchez polariza y pacta con rupturistas, golpistas y defensores del terrorismo como instrumento político. Claro que sí, pero no fue ayer, ni la semana pasada, lleva perpetrando esta política desde 2018.
Donde el artículo de Cercas «distrae» es en que Sánchez no lo hizo solo. Tuvo detrás a un partido, el PSOE, que se sometió y que, lejos de ser ese ideal socialdemócrata que lleva al éxtasis a esos intelectuales de ceguera selectiva, se convirtió en un coro autómata al servicio de un autoritario. Hoy es una organización sin crítica interna ni corrientes o discrepancia alguna. Lo de García-Page es lo del Partido Campesino en el régimen comunista de la RDA; es decir, una coartada infértil y calculada.
No solo ha contado Sánchez con su partido, sino con una tropa de intelectuales, escritores y periodistas, entre ellos, Javier Cercas. Unos y otros justificaron su autoritarismo, repitieron sus eslóganes, y forzaron argumentos sorprendentes para votar a un Sánchez que solo existía en su imaginación. Mientras en la otra orilla solo veíamos a un autócrata sin escrúpulos, ellos encontraban en el líder socialista la esperanza para un mundo de fantasía lleno de luz y de color que precisaba de un muro que lo aislara de la «pérfida» derecha.
La responsabilidad de estos intelectuales en el desaguisado actual es enorme. Sus palabras sirvieron para convencer al electorado de la izquierda de la bondad del PSOE sanchista, para que la mentira y la traición pasaran como necesidades ineludibles, y convertir la indignidad en algo honorable, en un sacrificio personal en aras de un bien mayor: el poder de Sánchez. Pedro es un tirano, pensaron, pero es nuestro tirano, el hombre que impide que PP y Vox lleguen a la Moncloa. Porque estos intelectuales se dedicaron a insultar a la oposición legal y constitucional atribuyéndole todo tipo de males, al tiempo que se abrazaban a los que odian la libertad de los otros.
«Estos intelectuales pueden discrepar de la jerarquía partidista, pero volverán a ir a misa y comulgar»
Cuando estos intelectuales se dan de bruces con la realidad, como Cercas, y toman los mismos argumentos de la otra orilla que hasta ayer despreciaron, no hacen un acto de arrepentimiento ni piden perdón. No asumen públicamente que Sánchez está ahí también por su culpa. La soberbia del feligrés se lo impide. Por eso tiran por elevación, como Javier Cercas, y dicen para no señalar al PSOE que toda la clase política es igual, una caca de vaca, y que votarán en blanco.
Repudian a Sánchez porque miente y pisotea la Constitución a petición de los golpistas fugados de la justicia pero no sacan la consecuencia, que es votar a quienes le pueden echar del poder para que no haga más daño. Y no lo hacen ni dicen porque el socialismo es una religión laica, el PSOE una Iglesia, y Sánchez es su Papa. Estos intelectuales pueden discrepar de la jerarquía partidista, pero volverán a ir a misa y comulgar, como el Dios-Partido manda.
La responsabilidad en las quiebras políticas no es exclusiva de un partido o un líder, ni siquiera de una institución civil o militar, también de los que escriben y crean opinión. Haber sembrado cizaña durante años polarizando a la gente, alimentando la exclusión del adversario, animando a votar al jefe imaginario, aplaudiendo el autoritarismo por un bien partidista confundido con el común, no es para estar orgulloso. Es para confesar que uno se equivocó, que contribuyó al mal, a la perversión de la democracia. Es para decir que se fue cómplice de la deriva iliberal que nos sitúa junto a los peores de Europa, que nos avergüenza fuera y para lo venidero.
Si la columna de Javier Cercas, aplaudida por quienes añoran los tiempos del «PSOE bueno y hegemónico», sirve para que otros salgan del armario, bienvenida sea. Lo único es que sería recomendable una asunción de responsabilidad. Si la asumen en la victoria, cuando ganan los suyos, también deberían hacerla en el fracaso y en la traición. No vale solo imitar el J’accuse de Zola y darse golpecitos en el pecho, sino la consecuencia plena hacia el amor que dicen tener a la democracia y al país.