THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Estado de inquisición

«Parece como si cambiar de opinión como ha hecho Javier Cercas fuera delictivo o indecente en este país del ‘sostenella’ y no ‘enmendalla’»

Opinión
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Estado de inquisición

Ilustración de Erich Gordon.

No quería meter mi cuarto a espadas en estos debates ciertamente interesantes y de los que tanto se habla, ya que el que da la cara se expone a que se la partan, y que cada palo aguante su vela, y etcétera, así que me callé sobre las descalificaciones a Savater o Azúa que atribuyen sus posicionamientos a la edad y al resentimiento.

Pero después de leer, ayer, en THE OBJECTIVE, otra crítica a Javier Cercas y esta vez escrita por Anna Grau, valiosa e incisiva parlamentaria de Ciutadans (partido al que, dicho sea de paso, yo mismo estuve votando hasta que me dije Ich habe genug), he pensado que esta inquisición de izquierdistas, derechistas y mediopensionistas contra el famoso novelista va más allá del caso personal y está adquiriendo hechuras de síntoma (síntoma preocupante) de maniqueísmo, fundamentalismo, o si se quiere «polarización» del debate público nacional. 

¿Qué ha hecho Javier Cercas (en adelante JC)? ¿Qué se le reprocha?

Pues lo que ha hecho es escribir artículos sobre los acontecimientos de la actualidad política y dar su opinión sobre ellos. A esto JC tiene derecho —empecemos por lo primero—, derecho o legitimidad intelectual, sustentada en sus celebradas novelas de ideas (Soldados de Salamina, El impostor, El monarca de las sombras, etc.) y en el crédito que le da un periódico desde hace años. Vamos, que no es un taradito que se ampare bajo seudónimo, como tantos campeonísimos de la Verdad.

En un artículo, antes de las elecciones, JC exponía los motivos que le asistían para votar a los socialistas. En otro, declaraba su fe, ciega pero que ya se intuía —o yo intuía— vacilante, en que éstos no concederían la amnistía a los delincuentes del procés. Y en un tercer artículo, que es piedra de escándalo, habiendo constatado que sí será decretada la amnistía, anuncia su decepción con el PSOE, el partido al que ha votado toda su vida, y su decisión de no volver a votarlo. 

Es decir: creí una cosa, me engañé (o me engañaron), y al dolorosamente constatarlo he cambiado de opinión, y lo digo. ¡Parece que esto sea delictivo o indecente en el país del sostenella y no enmendalla!

La izquierda reprocha a JC que en realidad no ha sido nunca de verdad progresista, sino un facha embozado, a la espera del momento propicio para asestar una puñalada por la espalda a la causa del Bien.

La derecha le afea que ese cambio de opinión sea tardío, se malicia que a las primeras de cambio volverá a las andadas y le exige que en vez de votar en blanco como dice que hará en adelante, vote a cualquier otro partido de la excitante y atractiva oferta política nacional. ¿Pero por que tendría que hacerlo, si a lo mejor a él no le parece que esos otros partidos sean realmente sexys?

«Pero, vamos a ver: ¿desde cuándo es una felonía, en democracia, votar en blanco o no votar?»

Querida, respetada Anna: por más que todos nos consideremos el más listo, el más adelantado y el más valiente, el tempo de cada uno para caerse de un guindo no se le puede reprochar, ni menos aún se debe insinuar, sin aportar pruebas, la existencia de motivos ocultos o intereses espurios e inconfesables en un escritor que por decir lo que piensa –¡a lo que en realidad le obliga la honestidad!– se ha ganado tantos enemigos de izquierdas, de derechas y mediopensionistas, pudiendo ahorrárselo.

Acuérdate de Juan, 8, 7: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra». ¿O es que alguien te reprochó a ti que durante largos años colaborases con cierto medio de prensa barcelonés, aportando, a diario, el talento de tu pluma y el aura de tu más que notable y justamente celebrado encanto a la causa carpetovetónica que aquel periódico abanderaba? 

Yo, desde luego, nunca te lo reprocharía, pero ándate con cuidado porque está visto que hoy en España cualquiera se siente autorizado para enjuiciar al prójimo, condenarle o perdonarle la vida. 

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