THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Cómo ser un mago

«Los yoes digitales de nuestra época son cada vez más sofisticados, buscan generar debates fantasma, crear polémicas constantes para generar interacción»

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Cómo ser un mago

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hay gigantes de la política que crearon sólidos vínculos con la ciudadanía y basaron su autoridad en el carisma. Este tipo de liderazgo sostenido en el carisma político aparece en su versión moderna, actual, entre 1775 y 1820, período revolucionario, y hoy se ha sofisticado y ha evolucionado hasta lo que podríamos denominar liderazgos populistas. La figura del hombre a caballo como gesto simbólico de la conquista del poder político para el nacimiento de un nuevo Estado es un recurso de líderes carismáticos, desde Napoleón a Putin

Todas las revoluciones mediáticas tienen consecuencias políticas, porque alteran la forma en que la sociedad y sus gobernantes se perciben y se relacionan entre sí. Hoy vivimos una revolución mediática digital con enormes consecuencias políticas y sociales. No podemos disociar la política actual de la creciente necesidad de una marca personal construida en las redes sociales, esta adaptación del líder carismático al ámbito digital ha generado un tipo de «carisma digital» que rompe con la política sobria, equidistante y pausada. 

La auto-creación digital se mueve en la economía de la atención. Como en cualquier economía, hay ganadores y perdedores. Hay quienes captan una cuota de mercado suficiente de nuestro tiempo y nuestros clics, de nuestro cuidado y nuestra compasión, de nuestras libidos y nuestros anhelos y nuestros corazones y nuestro tiempo libre y, quizás sobre todas las cosas, nuestra mirada. Auto-crearse es una forma de auto-divinización. Jules Barbey d’Aurevilly, novelista francés, dijo que la cultura dandy del siglo XIX era para «dioses en miniatura». El dandy, distante y despreocupado, nunca está sujeto al afecto de los demás ni a la contingencia que conlleva ser amado u odiado. 

El yo creado del pensamiento humanista, el dandy del París y Londres del siglo XIX trata de producir un efecto en las masas. Escribe d’Aurevilly que el dandi siempre intenta producir lo inesperado, lo que lógicamente no podrían anticipar aquellos acostumbrados a jugar dentro de las reglas del juego. Los dandies someten a las masas totalmente a su voluntad. Lo suyo es la creación de un mundo narcisista a través de la influencia sobre una audiencia.

Ser un autocreador es, por definición, estar al margen y en contra de la multitud, trascender a la sociedad para convertirse en una especie de mago. Como lo expresó un cronista dandy muy influyente en su época, el novelista y ocultista Joséphin Péladan en su libro de 1891 How to become a mage: «Para convertirse en un mago, es necesario liberarse del control mental de su cultura, y eso requiere tener conciencia de que gran parte de lo que considera sus pensamientos y sus sentimientos pertenecen a la sociedad, no a uno mismo. Esa fue la magia de Péladan, y es tan posible e importante ahora como lo fue en su época.​

Los yoes digitales de nuestra época son cada vez más sofisticados, buscan generar debates fantasma, crear polémicas constantes para generar interacción, dominar el tema de conversación o dirigir la atención hacia si mismos… Todo esto es a la vez un ejercicio de poder, de autodivinización. En las redes los políticos más amados y odiados por los líderes de opinión se convierten en una especie de genios con visión, coraje y fuerza, ello les confiere una virtud y un magnetismo extraordinarios. Hay algunos líderes carismáticos que además dominan la conversación, transforman el caos en una narrativa clara sobre la que solo el líder ejerce control. El “culte de soi-meme” es una constante.

El liderazgo político de nuestra está basado en este arquetipo. Emplea las redes sociales para crear conductas de imitación, digitales y reales. Su objetivo es transformar a sus seguidores en un colectivo apasionado de héroes guerreros que luchan por la reafirmación constante de unas opiniones. Los espacios digitales y medios de comunicación suelen seguir consignas de ciertos líderes. A medida que las guerras culturales evolucionan hacia una condición social estable, endémica y de conflicto continuo entre las masas anónimas que se enfrentan bajo sus estandartes, salirse de estas dinámicas es algo parecido a una traición. Las lealtades pueden cambiar a través de traiciones y las lealtades de las audiencias pueden cambiar individualmente o en masa de formas incoherentes.

Si nos fijamos en las pautas intelectuales, psicológicas, de los ciudadanos y sus sistemas culturales y políticos, vemos que esta cultura en torno al carisma digital está modificando la percepción moral del individuo y de la sociedad, lo cual tiene implicaciones en el tipo de líderes que elegimos, y en el tipo de relación que se establece entre el líder político y la ciudadanía. Hay líderes que saben, mediante el carisma, amplificar e intensificar este sentido de conexión y refuerzan la relación con la ciudadanía y otros que apuestan más por el enfrentamiento o la política del muro.

El liderazgo populista no podría haber surgido sin los mecanismos de celebridad y el magnetismo personal propio de los líderes carismáticos y el tipo de relación y la intensidad de este vínculo que se genera en las redes sociales recuerda a la cultura de las celebridades y el reality show. Pero este tipo de liderazgos y carismas son, también, potencialmente autoritarios. Al ser un fenómeno tan antiguo como cualquiera de las ideas y prácticas liberales que surgieron en la era de las revoluciones, tenemos numerosos casos que demuestran, desde Napoleón Bonaparte pasando por Benito Mussolini y hasta llegar a Donald Trump, el potencial autoritario del líder carismático. 

Este estilo de liderazgo explica las victorias intermitentes durante los últimos cien años de líderes pintorescos y peligrosos, seductores de masas que buscan el aplauso constante. El carisma puede ser un don concedido a los gobernantes más validos, pero también a los más defectuosos. Lo que caracteriza al líder carismático es que transforman la imagen de una sociedad y crea fieles devotos hacia esa imagen. La promesa de la autocreación del líder carismático encierra el atractivo revolucionario y la amenaza del autoritarismo al mismo tiempo, pues el culto a la personalidad siempre encuentra un eco, un aplauso, pero este aplauso también puede permitir la erosión de las reglas y los consensos políticos existentes. 

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