THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

La implacable lógica del muro de Sánchez

«Ni el gran partido de la izquierda española ni la propia izquierda han asumido que en una sociedad compleja, como es la española, hay pluralidad política»

Opinión
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La implacable lógica del muro de Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

Nos hemos tomado las uvas, hemos estrenado una agenda, y esperamos que el nuevo año no se contamine con las querellas del anterior. Pero la vida es un entramado de acciones continuas, y la convención con la que marcamos el final de un año y el comienzo de otro no puede interferir en ellas. Lo que sí podemos hacer es un balance de lo que fue 2023, para hacernos una idea de lo que nos espera.

El año pasado ha sido muy importante en el plano político. El Partido Popular ha recuperado el control del poder regional y local, y los españoles han dado una exigua y trémula mayoría de apoyo a Pedro Sánchez. El presidente se mantiene en la cúspide de un castillo de naipes, que mantiene el equilibrio porque cada uno piensa cumplir todos sus propósitos. La piñata de Sánchez escenificada en Ferraz es una descripción inexacta de la situación del Gobierno. Sí, los socios de Sánchez le zarandean para llevarse cada uno su parte. Sólo que, en realidad, quien paga no es él, sino la Constitución española y las instituciones de nuestra democracia; de la Corona abajo. Ahí se las den todas. 

Feijóo no es presidente por dos motivos. El primero es que no le propuso nada a los españoles. ¿Qué es eso de desmantelar el sanchismo? ¿Qué pensaba hacer al llegar al poder? Nunca nos lo dijo. Y el segundo es que a Pedro le ha vuelto a funcional el cuento del lobo. Sánchez ha traicionado a los votantes del PSOE que aún creen en la actual democracia española, ¡a los que aún crean en España! Pero han vuelto a esconderse bajo la máscara del temor a la ultraderecha, y o le han votado o se han quedado en casa. De nada sirvió a Feijóo el cortejo de los exvotantes del PSOE.

A Sánchez le ha funcionado. Y en cualquier manual de resistencia vendrá que si una política funciona, no hay que cambiarla. Al contrario. En su discurso de investidura, Pedro Sánchez dijo que lo que él llamó «gobierno de coalición progresista» ha sido «el único muro eficaz contra las políticas de la ultraderecha». Lo dijo Sánchez: «O bien abrimos la puerta a ese movimiento o lo frenamos en seco, erigiendo un muro».

En esa «ultraderecha» está Vox, y está también el Partido Popular. Sánchez no se plantea formar una coalición de gobierno con el PP y arrinconar a las formaciones extremistas y contrarias a la Constitución que, hoy, son su principal apoyo. En el manual de Sánchez, PP sólo puede ser una alternativa al PSOE, no un apoyo para la mejor gestión de los asuntos públicos. Y como el voto de la derecha está dividido, y el PP no puede ser alternativa si no es con Vox, lo que le propone Sánchez es que no pacte con los de Abascal. Ni con Sánchez ni con Abascal. Que se mantenga eternamente en la oposición, mientras él va troceando la Constitución y entregándosela a ERC, Bildu, Pudimos-Sumar, JxC, PNV et al. La democracia, para Sánchez, pasa porque no haya alternativa a su gobierno. 

El PSOE siempre ha construido ese muro. En realidad, ni el gran partido de la izquierda española ni la propia izquierda han asumido que en una sociedad compleja, como es la española, hay pluralidad política. Y nunca ha asumido que la derecha tiene el mismo derecho a ejercer el poder, cuando el cómputo de votos se lo permite.

Felipe González y Alfonso Guerra, que ahora quieren hacerse pasar por demócratas, decían eso de «la derecha más extrema de Europa». Sí, Sánchez dice que el PP quiere desmantelar el Estado del Bienestar, pero es que González le dijo a Aznar, a la cara, delante de millones de españoles, que quería robar las pensiones. González quiso formar un «bloque constitucional», siempre de la mano de los nacionalistas, del que quedaría excluido el Partido Popular de José María Aznar. Más, por cierto, Izquierda Unida. 

El PP siempre estuvo del otro lado del muro del PSOE. Hubo un tiempo en que la marca política de ETA también lo estuvo. Pero, claro, ETA incluía a los dirigentes socialistas en sus listas de la muerte. Nada queda de eso. Madrid bien vale el olvido de unos asesinatos políticos. Pero el PP, ahora acompañado por Vox, nunca ha sido aceptado por el PSOE. No lo iba a ser ahora.

PP y Vox tienen muy difícil volver a gobernar. Pero para el PSOE es imposible hacerlo si no es con el resto del gobierno-Frankenstein. Sin la hidra de Pudimos, es imposible. Sin el nacionalismo catalán, también. Sin Bildu, nada. Sin el PNV, no hay manera. Sánchez está haciendo lo único que puede hacer: aceptar la realidad. Y jugar a que el PP tampoco podrá gobernar si no es de la mano de Vox. 

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