THE OBJECTIVE
Antonio Caño

Quitar el tapón

La izquierda vive un debate artificial sobre su futuro. No se engañen: prescindan de Sánchez y volverá a haber izquierda

Opinión
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Quitar el tapón

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hemos asistido en los últimos días, seguramente obligados por la falta de otros elementos de interés en la agenda informativa, a un debate algo forzado sobre las características y valores que deben definir a la verdadera izquierda.

El punto de referencia para la polémica ha sido la presentación de una nueva formación en ese flanco del espectro político que anuncia su concurrencia a las elecciones bajo el nombre de Izquierda Española y que dice recuperar principios perdidos por el actual Partido Socialista, esencialmente una firme contraposición a los nacionalismos excluyentes que desde hace tiempo copan el poder en Cataluña y el País Vasco.

Digo que el debate es algo forzado porque intenta profundizar en la transformación ocurrida en el socialismo español y en la necesidad de devolver a la izquierda a la senda de la defensa de la igualdad entre los españoles, como si eso hubiera sido una decisión estratégica voluntariamente adoptada, mientras que obvia la verdadera razón de que el PSOE sea hoy lo que es: Pedro Sánchez.

Comprendo el razonamiento lógico de quienes piensan que si el PSOE ha dejado de ocupar hoy el espacio que le corresponde para que nuestra democracia funcione como debe, es necesario crear otro partido que lo sustituya en esa función. Al margen de algunas discrepancias no menores sobre las convicciones que expresa el nuevo partido y de algunas dudas sobre sus verdaderas posibilidades electorales, no discuto el derecho de Izquierda Española a intentarlo.

«No, el PSOE no ha cambiado tanto como puede parecer. Lo que ha cambiado es que hoy lo dirige Pedro Sánchez»

De hecho, comparto la desazón de mucha gente de izquierdas respecto al continuo deterioro moral de esa ideología y me sumo al reclamo angustioso de que algo hay que hacer. Pero iríamos por mal camino si no identificamos cabalmente el problema.

El PSOE no ha tenido un proceso de reconversión política interna que lo sitúe hoy en una posición distinta a la de hace cinco o diez años. Por lo que sé, la Declaración de Granada, que apuesta por una solución federalista que, en el fondo, viene a poner fin al chantaje permanente del nacionalismo, sigue vigente. Como siguen formalmente vigentes todos los demás principios del partido respecto a ese y los demás asuntos sobre los que hoy sus dirigentes se expresan de forma tan desconcertante y bochornosa.

No, el PSOE no ha cambiado tanto como puede parecer. Lo que ha cambiado es que hoy lo dirige Pedro Sánchez. Hace sólo siete años, cuando el partido lo dirigía una comisión gestora presidida por el dirigente asturiano Javier Fernández, el PSOE colaboró con el Gobierno de Rajoy para contener los planes nacionalistas en Cataluña y otros asuntos claves para la estabilidad de la democracia. El propio Sánchez, antes de que sus ambiciones personales le recomendasen lo contrario, fue el más radical de los constitucionalistas contra el intento secesionistas del 1 de octubre de 2017.

Desde aquel momento, no sé de ningún debate en el seno del PSOE en el que se haya decidido un cambio estratégico para desembocar en el PSOE que hoy conocemos. Como todo el mundo sabe, la escandalosa rectificación sobre la amnistía a los delincuentes del procés no fue nunca discutida antes en ningún órgano del partido. Podemos crear todos los partidos que queramos, y quizá haga falta hacerlo si no queda otra alternativa, pero no nos engañemos, el problema no es estructural, es personal: quiten a Sánchez y tendrán otro PSOE.

No descarto que sea tarde para eso. Es posible que el liderazgo de Sánchez haya corrompido de tal manera al partido que no haya vuelta atrás. Tal vez hemos alcanzado el punto en el que no habrá más PSOE después de Sánchez. Será recomendable, en esa circunstancia, disponer de una formación capaz de reemplazarlo. Personalmente, no creo que sea Izquierda Española. Pero eso es lo de menos. Lo importante es entender que mientras la izquierda sea esta amalgama de mediocridad y sometimiento que responde ciegamente a la ambición de Sánchez, no habrá izquierda en España, y que cualquier proyecto, con o sin el PSOE, exige primero oxigenar el panorama, expulsar a los malos espíritus, quitar el tapón para que corra el agua estancada, prescindir del capo.

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