THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Solidaridad, sindicato marxista

«El sindicato de Vox tiene una confusión ideológica fenomenal. Se define como ‘anticomunista’, pero hace suyo el torpe esquema mental marxista»

Opinión
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Solidaridad, sindicato marxista

Rodrigo Alonso, líder del sindicato de Vox.

Miguel Ors Villarejo y Marcos Ondarra han entrevistado al líder del sindicato de Vox, Solidaridad. Su nombre es Rodrigo Alonso. Es un sindicalista de los de antes. De los que llevan trabajando desde niños, dirán unos. De los que formaban parte de un sindicato vertical, responderán otros.

Pero esta última respuesta es muy injusta. Vincular a Solidaridad con el sindicalismo incrustado en el Estado de la dictadura puede funcionar para quienes identifiquen al partido liderado por Santiago Abascal con el franquismo. Pero es una analogía estúpida; progre, si lo prefieren. El Estado franquista no existe, y los sindicatos que están incrustados en el Estado actual son otros. Comisiones Obreras y UGT forman un sindicato vertical, bicéfalo, de moral horizontal y acomodaticia.

Solidaridad, nos informan los periodistas, tiene 15.000 afiliados en medio millar de empresas. Crece convenciendo a los trabajadores de que quien paga, manda. ¿Paga el Gobierno? Manda el Gobierno, no los afiliados de UGT y CCOO. Son sindicatos de clase; la clase burocrática que vive del Estado. En pura lógica marxista, representan unos intereses que chocan con los demás. En particular, con los trabajadores. O, por ser más preciso, con algunos trabajadores; la mayoría.

Sólo se afilia uno de cada ocho trabajadores, y están en la Administración y las grandes empresas. El discurso de los sindicatos está perfectamente adherido a los intereses de los sindicatos, que son también los de las grandes empresas. Negocian con ellas salarios altos, que las compañías grandes pueden asumir porque son más productivas, y los imponen a las empresas pequeñas para ahogarlas y limitar su crecimiento. Sus intereses chocan con los trabajadores de estas empresas. También colisionan con los que quieren encontrar trabajo, pero no pueden hacerlo porque los sindicatos les han quitado un elemento esencial de negociación: su sueldo. 

Solidaridad no necesita mucho para crecer. Está vinculado a Vox, de modo que queda claro que no está asimilado por el sistema. Le basta con pedir a los trabajadores que se afilien y prometerles que, también aquí, quien paga manda. Como dice Rodrigo Alonso, «UGT y CCOO lo que han hecho ha sido crear una macroestructura propia de una gran empresa, de una multinacional, y cobran cantidades ingentes de dinero público. Además, se comportan como mafiosos». De modo que Solidaridad tiene el campo abonado.

«La competencia entre sindicatos permite que haya otra opción alternativa a las dos grandes organizaciones»

La competencia es lo único que protege a los trabajadores. La competencia entre sindicatos permite que haya otra opción alternativa a las dos grandes organizaciones. Es una lástima que Solidaridad no acabe de entender que la competencia en otros ámbitos de la economía es mucho más importante para los trabajadores

Las empresas tienen que competir por los trabajadores. Ya lo hacen. Lo que asegura a los ciudadanos que vayan a mejorar su vida es un entramado empresarial fuerte, sano, y en dura competencia nacional e internacional, por servirles como clientes, y por emplearles como trabajadores. Lo que protege a un trabajador es la confianza de que si está descontento en una empresa, otra pujará por sus servicios. 

Pero el sindicato de Vox tiene una confusión ideológica fenomenal. Se define como «anticomunista», pero hace suyo, punto por punto, el torpe esquema mental marxista, que plantea una oposición frontal, y clasista, entre capitalistas y trabajadores. Cuando lo que protege a un trabajador es la existencia de muchas empresas. Y lo que necesita una empresa para prosperar son buenos trabajadores.

Marx articuló una teoría económica y política sencilla y abstrusa a un tiempo, pero sobre todo asombrosamente falsa, indeciblemente falsa, abrumadoramente falsa. Los marxistas plantearon una oposición entre empleados y empresarios para favorecer la revolución, no para favorecer a los trabajadores. Los trabajadores murieron en los países socialistas por millones, que es la unidad de cuenta de los crímenes del socialismo. Pues bien, el anticomunista Solidaridad adopta el lenguaje marxista con total naturalidad. 

Rodrigo Alonso expone una ignorancia económica abrumadora. Dice que el trabajador es dueño de su trabajo. ¿Qué quiere decir? ¿Se refiere a los puestos de trabajo? Porque esos los crea el empresario de la nada; de su imaginación. El empresario cree que hay una oportunidad para crear valor, organiza un proceso de producción, e idea los puestos de trabajo que cree necesarios para llevarlo a cabo. 

«La alternativa al trabajo como mercancía es el trabajo como rapiña; es decir, la esclavitud. O el socialismo»

Luego dice que al trabajador «no se le puede tratar como mercancía». Claro que no. El trabajador es una persona. Pero sus servicios sí son una mercancía. Se ofrecen y se demandan, y el mercado determina cuál es el precio que puede obtener por prestarlos. Y menos mal, Rodrigo, porque la alternativa al trabajo como mercancía es el trabajo como rapiña; es decir, la esclavitud. O el socialismo. Si es que en cuanto rascas el discurso de Rodrigo Alonso, se acaba en lo mismo. 

Después de cargar contra los trabajadores que mercadean con el trabajo (todos), y contra los empresarios que hacen eso mismo (todos también), dice que defiende el libre mercado. Un contrasentido que sólo anuncia otro más: libre mercado sí, pero globalización no. Quiere un mercado nacional, que no es un mercado libre, sino uno pastoreado por los políticos, al servicio de una concepción industrialista y caduca, y de unos intereses específicos. 

Los trabajadores son también consumidores. Y tanto en uno como en otro aspecto, se benefician de la libre competencia nacional e internacional. Ahogar la cooperación económica y gestionarla desde la política sólo sirve a la casta de la que tanto abomina Vox, y perjudica al resto. Paraliza un proceso de cambio y adaptación que es lo que nos enriquece a todos. 

Por otro lado, Rodrigo Alonso parece albergar la esperanza de que los trabajadores sean dueños de las empresas. Y pronuncia una enigmática frase: «En Alemania», dice en referencia a la Alemania de hoy, «los trabajadores pueden participar de los medios de producción». 

Lo espectacular del caso es que lo plantea como si fuera algo muy complicado o exclusivo de un país avanzado, como es Alemania. Pero si es muy fácil. Los trabajadores no sólo pueden, sino que deberían ser dueños de las empresas. Y lo tienen muy fácil. Sólo tienen que dedicar una parte del ahorro a invertir en ellas por la vía que sea, la Bolsa, los fondos… ¡Qué poca ambición la de Solidaridad! ¿Qué les costaría hacer buenas sus palabras y proponer una sociedad de propietarios?

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