Izquierda española (y de derechas)
«Izquierda Española no es, o no parece que vaya a ser, un partido de derechas; quizá lo más criticable es que suena a una izquierda ligeramente anticuada»
¿Para qué sirve una ideología? En teoría, para aclarar las ideas políticas. Una ideología es un atajo mental para comprender la política. Pero en un mundo en que la política es solo superficie retórica y un juego de sombras, la ideología confunde más que explica. ¿Qué significa ser hoy de derechas o de izquierdas? Nada. Las etiquetas a menudo nos las pone el adversario, que no tiene especial interés en ser exacto al definirnos.
Ante el anuncio del nuevo partido Izquierda Española, que se vende como una alternativa progresista antinacionalista, varios analistas han señalado que en realidad, a pesar de su nombre, el partido es de derechas. Algunos señalan que se va a producir una situación sin precedentes: un partido autoproclamado de izquierdas acabará quitándole votos al PP. Una analista incluso ha dicho que «El votante de la izquierda no nacionalista es el votante del PP de Rajoy» (esta última reflexión me desarma).
Si el partido se parece a las ideas del grupo del que surje, El Jacobino, es indudablemente de izquierdas. Su líder, Guillermo del Valle, reivindica la izquierda de los ochenta y noventa; uno de sus referentes es el líder histórico del PCE Paco Frutos; Del Valle hace un discurso clásico antioligárquico, de una izquierda obrerista, y hace especial hincapié en el componente clasista del proceso independentista catalán, que critica como un movimiento oligárquico y burgués. No es, o no parece que vaya a ser, un partido de derechas; quizá lo más criticable es que suena a una izquierda ligeramente anticuada, que encaja en una época de Estados de bienestar «de un solo país».
Izquierda Española, en definitiva, es un partido de izquierdas. Y muchas de las ideas de su líder contra Maastricht, contra la OTAN y su supuesta (bueno, supuesta, más bien falsa) culpabilidad en la guerra de Ucrania, contra el neoliberalismo, contra las oligarquías (un concepto muy cargado ideológicamente) podrían seducir al votante de Podemos. ¿Por qué, entonces, ha salido toda la opinión sincronizada a calificarlo de derechas? Es muy sencillo. En España, la medida de la moderación es la posición que uno tiene con respecto a los nacionalismos.
Uno puede ser maoísta ecoterrorista y trans y será considerado de izquierdas; pero en el momento en que tenga un cierto interés en denunciar los excesos de los nacionalismos periféricos, inmediatamente pasará a formar parte de la derecha. Me gusta recordar una reflexión del expresidente del Senado Manuel Cruz, que decía que no hay temas de derechas ni de izquierdas, sino soluciones de derechas y de izquierdas. En España, el tema más de «derechas» es la crítica a los nacionalismos. Y si uno se acerca a él, acaba siempre contaminado.