La izquierda que quiere la derecha
«La izquierda que conviene a España es la constitucionalista. Todo guiño o acercamiento a sus enemigos es una traición o un riesgo para la democracia»
La Nueva Política no ha terminado. Creíamos que la muerte de UPyD, Ciudadanos y Podemos, y el estancamiento y declive lento de Vox habían dado la puntilla a la moda, pero no es así. El fenómeno del nacimiento de verdaderas izquierdas y derechas sigue entre nosotros. Ahora bien, es lógico que aparezca ahora en el espectro izquierdista con varias formaciones dado el camino que ha tomado el PSOE de Sánchez.
Tenemos entretenimiento para rato porque Edmundo Bal fundó Nexo, una agrupación de centro-izquierda para ocupar el espacio entre el PP y el partido socialista. Tomó del brazo a Francisco Igea, el último superviviente de Cs en Castilla y León, y creó una plataforma «reformista y progresista». A esto apareció también un movimiento político, La Tercera España, patrocinado por intelectuales y escritores, con la misma vocación que Nexo, aunque menos leguleya y administrativista.
A estos dos se ha sumado Izquierda Española, constituyendo el grupo que más ha molestado al PSOE y a sus medios de comunicación. No obstante, entre esa formación y La Tercera España hay diferencias notables, algunas apuntadas indirectamente por Savater, que avaló La Tercera España. La reconstrucción de la izquierda, escribió, no pasa solo por alejarse de los nacionalismos, sino por renunciar a la cultura woke, a los «populismos posmodernos». Porque a la espera de un manifiesto fundacional, Izquierda Española no dice nada sobre la religión woke que identifica hoy al progresismo, en especial lo relativo al sexo, género, LGTBI, raza y otras identidades, más allá de una declaración feminista corriente. Este asunto es importante porque todo este identitarismo se filtra en la legislación para deshacer la igualdad, recortar la libertad y, por ejemplo, borrar a las mujeres tal y como ha perpetrado el ministerio de Irene Montero.
Da la sensación de que limitarse a la centralización pura y prometer la práctica eliminación del libre mercado, como hace El Jacobino en sus 30 puntos, no gusta ni convence a La Tercera España. De hecho, el manifiesto de estos últimos reivindica la economía liberal como el «medio más eficaz para promover el desarrollo económico», y alerta sobre el «prejuicio contra la empresa privada». De hecho, Savater dijo en el citado artículo que Izquierda Española debe «comprender que su papel eficaz hoy es colaborar con el resto de la oposición de derechas (…) en el derrocamiento del régimen actual». ¿Con Vox también? He de decir que esto me desconcierta por varios motivos, el más importante es el voto. ¿Van a pedir que se vote a PP y Vox en las circunscripciones que sea conveniente? No hay que ser Claudine Gay, la politóloga experta en victimizar, para saber que el sistema electoral favorece a los que concentran el voto, y que algunos escaños se deciden por un puñado de papeletas.
«Parece que repudiar al PSOE pero no votar a la alternativa constitucionalista es un anatema o provoca sarpullido»
Si el objetivo prioritario y urgente de estas izquierdas nuevas es echar a Sánchez, ya saben cuál es el camino. Joaquín Leguina dijo en la tertulia de Herrera en COPE este 8 de enero que la solución es que los electores de Vox voten al PP, aunque sea con la nariz tapada. Con la misma idea, quizá esos socialdemócratas desesperados por Sánchez y desesperanzados por la marcha del PSOE tengan un remedio exprés para acabar con el Eje del Mal: votar a los populares.
Además, el PP tampoco es una fiera liberal y conservadora, nacionalista y clerical, sino más bien una agrupación socialdemócrata, a menudo tecnocrática, constitucionalista cabal, reformista con reparos y bastante predecible. Vamos, que Feijóo no es Milei ni Meloni. Ese voto racional no va a tener lugar, lo sé, pero no está de más anotarlo aquí porque parece que repudiar al PSOE pero no votar a la alternativa constitucionalista es un anatema o provoca sarpullido. Hacer asquitos ideológicos o sentimentales a la razón nunca ha sido buena solución.
Lo que subyace a todo esto es qué izquierda conviene a España. Los posmodernos dicen que España es un constructo cultural y que, por tanto, podemos hacer con ella lo que nos salga del decreto. Este país lo aguanta todo, cierto, desde burgueses metidos a bolcheviques bolivarianos hasta racistas periféricos. Y los normaliza. Aceptamos lo podrido como animal de compañía y seguimos tan contentos; aunque no todos, vista la proliferación de organizaciones que reivindican la vuelta a la «verdadera» izquierda o derecha.
La izquierda que conviene a España es la constitucionalista, no porque la Constitución sea un libro sagrado, sino porque es nuestro código de convivencia. Todo guiño o acercamiento a sus enemigos es una traición o un riesgo para la democracia. Esto es lo que ha hecho el PSOE, romper el consenso político para formar una nueva mayoría con los nacionalistas y la extrema izquierda. Por eso el PP lo que quiere es tener enfrente a un partido mayormente fiable y leal a las instituciones y a las reglas de juego, no lo que hay ahora. Un PSOE, digamos, que no chantajee al PP con la llegada de los 10.000 millones de euros para que apruebe sus autoritarios decretos ómnibus. Entonces, partiendo de la responsabilidad y del sentido de Estado, que las izquierdas construyan el partido que consideren oportuno. Allá cada uno.