De Podemos a Izquierda Española
«Porque una izquierda que se quiera española tiene que abrazar la idea de un país reindustrializado, única forma hoy de recuperar la soberanía nacional genuina»
La coincidencia temporal entre los últimos diez años de Podemos y los primeros diez minutos de Izquierda Española invita a esbozar una analogía, siquiera telegráfica, entre los dos proyectos más ambiciosos, el uno ya en su ocaso y el otro todavía una incógnita, que se han ideado con el propósito final de desplazar al PSOE en tanto que fuerza hegemónica de la representación política de las capas populares del país. Y ello aunque solo sea porque el éxito o el fracaso de Izquierda Española, ese germen de alternativa electoral e ideológica al social-liberalismo posmoderno y globalista que hoy se encarna en la figura de Pedro Sánchez, va a depender en gran medida de que sepan aprender de los aciertos, pero sobre todo de los errores, que determinaron el viaje de ida y vuelta de Podemos desde la nada hasta la nada.
Porque esa nueva izquierda, la que no se reconoce en la claudicación nacional y liberal del PSOE, debe copiar de aquel primer Podemos, el germinal de Errejón e Iglesias, el uso sistemático de la demagogia, de unas estrategias de comunicación extraídas de los códigos semánticos propios de las redes sociales. Porque, por mucho que nos repugne la idea desde el punto de vista estético, fenómenos como el de Podemos en su momento, igual que ahora mismo el de Milei, un personaje instalado en la borrosa frontera misma del trastorno psiquiátrico, si algo demuestran es que la única manera de que un proyecto político concebido extramuros del establishment (la candidata de lo que en Argentina se conoce como «el círculo rojo» era Bullrich, no Milei) se consolide, que triunfe, no es apelando a un lenguaje ilustrado, analítico, reflexivo y culto.
Podemos logró salir del anonimato en unas europeas porque sus promotores, todos ellos profesores universitarios, recurrían a una burda simpleza discursiva que no andaba lejos de las propias de Trump o de Bolsonaro. En cuanto a las barbaridades que suelta Milei por la boca todos los días, recuérdese que no ha ganado las elecciones en una república bananera de medio pelo, sino en un país, Argentina, que cuenta con una amplia clase media cuyo nivel cultural resulta ser superior al propio de sus equivalentes en España. Izquierda Española fracasará si no asume, y rápido, que la población menor de treinta años ya no entiende otro lenguaje de persuasión política distinto al canónico en los vídeos de TikTok o de YouTube, como tampoco atiende a razonamientos abstractos que excedan en demasiados caracteres al estándar de Twitter.
«Nadie que parezca demasiado culto, serio y educado tiene mucho que hacer en la política hipermediática e infantilizada del siglo XXI»
Porque nadie que parezca demasiado culto, serio y educado tiene mucho que hacer en la política hipermediática e infantilizada del siglo XXI. Si no se entiende eso, no se entiende nada. Y después está el fondo. Pedro Sánchez quiso instalar en Davos la ficción de que los social-liberales de la Internacional Socialista que él preside defienden una cosmovisión opuesta a la de esa Escuela Austriaca de Economía que está popularizando ahora Milei. Pero nada más lejos de la verdad. Y es que, en lo fundamental, los social-liberales del PSOE y gente como Milei comparten más de lo que les separa. Al cabo, ambos creen firmemente que las fuerzas del mercado deben dirigir la economía con las mínimas interferencias posibles.
Podemos se licuó hasta llegar a su insignificancia presente, sobre todo, por carecer de un proyecto económico propio. El problema de Pablo Iglesias fue que, en lugar de leer El Capital, se empapó de bobadas posmodernas y woke surgidas de esas universidades progres norteamericanas donde se forma (y deforma) la élite yanqui. Si aspira a renacer, la izquierda transformadora y española tiene que aprender también esa lección. Porque, de una vez, la izquierda debe dejarse de tonterías estériles y disolventes elaboradas en los laboratorios culturales anglosajones. Si aspira a renacer, la izquierda tiene que leer otra vez a Marx y a Engels, maestros de los que nunca se deja de aprender, pero también a don Laureano López Rodo, aquel brillante planificador franquista que se adelantó en más de medio siglo al Comité Ejecutivo del Partido Comunista Chino en el diseño de una política estatal exitosa de desarrollo industrial. Marx y López Rodó, sí. Porque una izquierda que se quiera española tiene que abrazar la idea prioritaria de un país reindustrializado, única forma hoy de recuperar la soberanía nacional genuina. Si no, también acabaremos como Argentina.