THE OBJECTIVE
Anna Grau

'Fachosfera', 'fachoamnistía' y traidores a todo gas

«Nos quieren engañados y aburridos de los asuntos públicos, y es fácil que lo consigan. Contra esa indiferencia, hay que luchar con todo lo que se tenga»

Opinión
7 comentarios
‘Fachosfera’, ‘fachoamnistía’ y traidores a todo gas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Cuando se habla de delitos como apología del terrorismo o alta traición, a mucha gente le suena a algo como que muy rancio, lejano y antiguo. Como si habláramos de Antonio Tejero o de los tres mosqueteros. Parece poco progre preocuparse de esas cosas, ¿verdad? Pues vamos a darle una vuelta a cómo funciona la alta traición en la época moderna.

¿Se acuerdan de cuando, en 2022, todo el mundo contuvo la respiración ante el brusco viraje de nuestra política, la de toda España, en Marruecos? De repente va Pedro Sánchez y se posiciona al lado de Rabat en el conflicto del Sáhara Occidental, dándole un giro copernicano a 40 años de cuidadosos equilibrios con Marruecos y con Argelia.

Mucho se especuló entonces sobre cuáles podían ser los motivos. Y las consecuencias. Que si se trataba de frenar el castigo migratorio desencadenado tras la acogida humanitaria en España del líder del Frente Polisario Brahim Gali (y de la torpísima gestión diplomática de la misma, que le acabaría costando el puesto a la ministra de Exteriores…). Que si Marruecos tenía material de chantaje contra el presidente del Gobierno. Que si la broma nos podía costar muy cara con Argelia, que amagó con romper puentes políticos y comerciales…

Precisamente entonces era importante cuidar la relación con Argelia porque España se estaba jugando algo muy importante. El gas. Sucede que España, con sus siete plantas regasificadoras de gas licuado, estaba en una posición óptima para llevar el gas argelino (incluso el de otras procedencias, pero sobre todo ese) a Europa, vía Midcat. Un gasoducto de 227 km que partiendo de la población catalana de Hostalric tenía que llegar a la francesa de Barbaria. De haber cuajado este proyecto, la dependencia europea —sobre todo alemana— del gas ruso habría menguado considerablemente, España se habría puesto en valor en la geoestrategia energética y no es muy difícil adivinar que todos habríamos salido ganando. Bueno, todos menos Marruecos, que evidentemente no deseaba que España se decantara más hacia Argelia, por si acaso y por si el Sáhara; un poco Francia, que con su inteligente y desacomplejada apuesta por la energía nuclear depende menos de los fósiles y acaso recelaba de una pérdida de protagonismo en favor de España; y no digamos Vladímir Putin, que tenía y tiene en la loca necesidad europea de gas un arma de guerra formidable.

El resto es historia conocida, o que se va conociendo poco a poco. Sobre por qué, exactamente, Pedro Sánchez se plegó a Marruecos y dejó morir el Midcat, hay especulaciones. Muchas. Sobre por qué el Gobierno catalán (en el que todavía estaba Junts per Catalunya, ojo: el Midcat se malogra en verano de 2022), cada vez hay más certezas. Obviamente a Putin perder capacidad de chantaje energético sobre Europa le interesaba tan poco como a Puigdemont perder capacidad de chantaje sobre el Gobierno de España. En la era de las guerras híbridas, la alta traición es eso. Son cosas así.

«Lo que ha pasado en el Congreso de los Diputados con la ley de fachoamnistía es una comedia, un teatrillo»

¿Cuántas más cosas de estas no habrán pasado, estarán pasando o pasarán? ¿Y qué consecuencias tiene para todos y cada uno de nosotros, votemos lo que votemos, pensemos lo que pensemos? Cuando le llegue su próxima factura de la luz, con el IVA recién disparado, reflexione sobre ello.

Esas son las traiciones y las procesiones que van por dentro. Las cositas tremendas que no se quiere ver ni reconocer que ocurren mientras se hacen chistes sobre la fachosfera. Lo que ha pasado esta semana en el Congreso de los Diputados con la ley de fachoamnistía (chistes aquí podemos hacer todos…) es una escenificación, una comedia, un teatrillo. Por supuesto que los de Puigdemont no habrían votado en contra de no saltar con red, de no saber que lo que tenían ya lo tienen, que sólo pueden quedarse igual o arañar más, y en el peor de los casos, disfrutar y presumir de su matonismo parlamentario. De marcar paquete antiespañol. Los de Sánchez encajan un aparente revolcón que tampoco es para tanto, no cuando tienes la piel política de lagarto, y a lo mejor hasta te preguntas si no te viene bien dejar este embarazoso tema para cuando ya hayan quedado atrás las elecciones gallegas. Dicen que el PSOE acaricia la ilusión de que el PP siga gobernando en Galicia, pero perdiendo el halo mágico de la mayoría absoluta. Lo cual aumentaría el melancólico plomo en las alas de Alberto Núñez Feijóo.

Qué cansancio todo, ¿no? Sí, ya lo creo. Últimamente cansa mucho vivir aquí. O vivir a secas. Cansa todo. El sábado pasado, camino del restaurante de Madrid donde fuimos a comer con Fernando Savater, era hermoso no poder dar ni tres pasos sin que alguien le parara para darle cariño, admiración y apoyo. Yo no sabía si alegrarme por el hecho en sí o porque pueda darse, y verse normal, semejante abismo entre lo publicado y lo público. Entre lo que El País dice que sucede y lo que sucede realmente.

Nos quieren engañados, incomunicados y aburridos de los asuntos públicos, y es fácil que lo consigan. Si cedemos a esa espantosa fatiga que por momentos se apodera poco a poco de todos nuestros músculos de librepensar. Contra esa catatónica, embrutecedora indiferencia, hay que luchar con todo lo que se tenga.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D