Puigdemont, bueno y mártir
«Sánchez nos quiere hacer creer que el Estado de derecho español no sería más que una gran trama de la derecha españolista para amordazar al nacionalismo»
Sánchez nos quiere hacer creer que el Estado de derecho español vive contra Puigdemont. Según sus palabras, el entramado institucional y legal de este país no sería más que una gran trama de la derecha españolista para amordazar al nacionalismo, acusar injustamente a los independentistas de delitos que nunca cometieron, y evitar la paz en Cataluña.
En ese relato, Sánchez señala a los jueces prevaricadores, a esos descarados instrumentos derechistas que persiguen al bueno de Puigdemont como en su día hicieron con Junqueras. En las manos de esos jueces no hay justicia ni bondad, tampoco sentimiento ni inteligencia, ni siquiera interpretación fundada de la ley, solo lawfare, inquina y recelo.
No es poca cosa. Este es el discurso que precede a la intervención en el Poder Judicial, y a la sustitución de los jueces libres por otros de partido. Es una típica maniobra previa. Primero se crea el ambiente de rechazo a una institución atribuyéndole intereses espurios, contrarios a la concordia general, a la moral, a la patria, a lo que sea, y después se actúa. Lo siguiente es la colonización. Es cuando el autoritario mete a los suyos en el Poder Judicial con la excusa de la armonía de poderes. Atentos, porque si el ciudadano acepta la idea de que el Poder Judicial es un enemigo del pueblo y de la paz, la independencia de los jueces tiene sus días contados.
Para fundar ese relato que borre todo rastro de democracia, de separación de poderes, un Gobierno como el de Sánchez confunde a la ciudadanía con informes como el de la Fiscalía. Si el juez García-Castellón acusó a Puigdemont de terrorismo por el caso de Tsunami Democràtic, el Gobierno se ocupa de que la Fiscalía emita un informe que exculpa al fugado golpista. Esto se ha producido con un giro radical de opinión del fiscal del Tribunal Supremo, Álvaro Redondo, dispuesto a emular el sanchismo del Letrado Mayor del Congreso.
Solo si todos los instrumentos del engranaje institucional, desde la Cortes a la Fiscalía pasando por el Tribunal Constitucional, dan la misma nota, se podrá considerar que Sánchez tiene una orquesta. Así, no hará falta más que el director musical mueva la batuta para que todos interpreten su papel en esta pieza. El libreto, por cierto, más que unamuniano, con su Puigdemont bueno y mártir, es valleinclanesco. Por el escenario van desfilando personajes estereotipados, predecibles en su servidumbre, y tan combustibles como el director, un tal Sánchez, quiera.
«Escucharemos en los próximos días las hazañas de un Puigdemont «exiliado» por la maldad de la derecha española y de los jueces»
La obra está bien definida. No pueden decir a estas alturas que engañan a nadie. En los manuales de comunicación política Sánchez y su tropa partidista y mediática van a ocupar al menos un capítulo. Nos están dejando ejemplos palmarios del camino a una democracia iliberal que podrán servir en el futuro para alertar a otros incautos. Pueden abrir los ojos, por ejemplo, a una sociedad cegada por el patriotismo de partido y el odio al adversario, capaz de aceptar lo que sea para tener razón, tan ignorante como cainita y torpe. O a un país capaz de echar por la borda una democracia liberal por la promesa de una «distribución de la riqueza».
Escucharemos en los próximos días las hazañas de un Puigdemont bueno y mártir, de un político «exiliado» por la maldad de la derecha española y de los jueces. Un hombre, el ex presidente de Cataluña, al que solo comprende Sánchez, que con mucho esfuerzo altruista está enderezando este anticuado sistema del 78 por nuestro bien. En su denodado trabajo será auxiliado, como siempre, por la prensa del movimiento sanchista, que insultará a los jueces independientes y a los políticos de la oposición.
Puigdemont no será golpista, ni terrorista, malversador o traidor a la patria, sino merecedor de un premio, el gordo, el de gobernar España desde sus siete escaños porque Sánchez le necesita. Ya decía Valle Inclán por boca de un sepulturero en Luces de Bohemia que en este país no se premia el mérito, sino el robar y ser un sinvergüenza. No siempre, don Ramón María. Es que a veces cambiamos la definición de robar según quien sea el ladrón.