THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

El agua

«La decisión de Zapatero de cargarse el Plan Hidrológico Nacional con un decretazo y sin consultar con nadie está en el origen de los actuales problemas»

Opinión
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El agua

Ilustración de Alejandra Svriz.

Acabamos de conocer una noticia especialmente escandalosa: que, a causa de la sequía, los habitantes de muchas ciudades catalanas, entre ellas Barcelona, están ya sufriendo restricciones en el uso del agua.

Esta noticia deja en evidencia la torpeza, la incapacidad y la desidia de las autoridades de Cataluña, con la Generalidad en primer lugar, a la hora de prevenir una situación como la que ahora están viviendo los catalanes. Desde que el mundo es mundo o, por lo menos, desde que se acabó con el nomadismo y se crearon los primeros asentamientos humanos en lugares fijos, la primera y más importante preocupación de los hombres ha sido la de asegurarse el agua necesaria para la vida.

En España todavía podemos contemplar en perfecto estado obras admirables para lograr que los habitantes de pueblos y ciudades tuvieran agua desde la antigüedad. Y ahí están los acueductos romanos de Segovia, Tarragona, Mérida, Córdoba o Valencia; y son obras de hace dos mil años.

Esta crisis del agua en Cataluña debería hacernos reflexionar sobre cómo estamos utilizando el agua en toda España, es decir, sobre nuestra política hidráulica.

Lo lógico es que, a la hora planear esa política, todos los españoles, y sobre todo los políticos, tuviéramos claro que el agua que hay en España es de todos los españoles. Y que, por tanto, nuestra política hidráulica debe buscar que todos los españoles tengamos acceso al agua que necesitamos para nuestro consumo doméstico, pero también para el agrícola, el ganadero o el industrial. Venga esa agua de donde venga. Porque no hay más que conocer un poco de la geografía y del clima de las regiones de España para saber que hay algunas donde sobra el agua y otras donde falta.

Esto que es de sentido común está vetado en España desde que en 2004 Zapatero se cargó, nada más llegar al poder (¡y de qué forma!), el Plan Hidrológico Nacional que el Gobierno de Aznar había elaborado en 2001 con el objetivo de dar un tratamiento racional y nacional a las aguas de España. Lo hizo por medio de un Real Decreto-Ley (¡mira que a los socialistas les gustan los Decretos-Leyes!).

Desde entonces en España tenemos una legislación que desprecia el sentido común en materia de agua porque evita que se pueda hacer lo que cualquier persona o cualquier familia hace en su economía privada, que es guardar sus ahorros cuando puede para afrontar los momentos difíciles que luego pueden llegar. Es decir, construir y cuidar presas y embalses en los que se guarde el agua que sobra, cuando sobra, para usarla cuando y donde falte. Y, muy importante, desarrollar una política de trasvases para evitar que unas regiones tengan mucha agua, que se pierde, y otras muy poca.

«Extraña ideología que prohíbe embalsar el agua en las regiones donde sobra para enviarla a aquellas en las que falta»

Que Barcelona se quede sin agua es, sin duda, un fracaso sin paliativos de las autoridades catalanas. Y que en España no haya una política hidráulica nacional y racional es responsabilidad de los gobiernos que no han comprendido el carácter nacional de esa política o que, fieles seguidores de la nefasta Agenda 2030, se niegan a construir embalses y a hacer trasvases y, por el contrario, fomentan la destrucción de presas. So pretexto de preservar el planeta, esconden otro proyecto político que preconiza el decrecimiento («no tendréis nada y seréis felices») combatiendo la economía de mercado y rechazando la innovación tecnológica. Extraña ideología que prohíbe embalsar el agua en las regiones donde sobra para enviarla a aquellas en las que falta.

Por mucho que los sanchistas, con la vicepresidenta Ribera como máxima portavoz, quieran exonerar a Zapatero de la responsabilidad del fracaso rotundo de la política hidráulica española, con una Barcelona sin agua como muestra más escandalosa, la realidad es inexorable y aquella decisión suya de cargarse el Plan Hidrológico Nacional con un decretazo y sin consultar con nadie, está en el origen de los actuales problemas y de otros muchos más graves que pueden venir.

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