THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Bravo, Mercadona

«Los problemas de agricultores y ganaderos no están en los intermediarios, sino en los impuestos que recaen sobre los hidrocarburos o la maraña de regulaciones»

Opinión
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Bravo, Mercadona

Ilustración de Alejandra Svriz.

Como las imágenes del día de la Lotería de Navidad, pero sin la misma cadencia, vemos con una regularidad cíclica, inexorable, los mismos mensajes procedentes de los productores agrarios. Su miseria (la de algunos, que a otros les va muy bien) tiene su causa en los malditos intermediarios. COAG hace un informe mensual para niños impresionables en el que compara los precios en origen y en destino.

La aceituna de mesa pasa de 1,70 euros por kilo cuando el productor se despide de ella a 6,16 cuando el consumidor se la lleva a casa. Un margen de intermediación del 262%, queridos niños. En el caso del brócoli, el margen es del 428%, pero en el de los limones es del 880%. La situación para los ganaderos no es muy distinta. Y, en general, los consumidores pagan casi cuatro veces lo que cobran quienes están en los primeros estadios de la producción.

Si uno no es tan niño, ni tan impresionable, sabe que «los intermediarios» no son unos ladrones que inflan los precios, o que se quedan con casi todo el valor que aportan los agricultores. Sí, la lechuga la entrega el agricultor a 21 céntimos el kilo, y el precio en el destino es de 1,20; prácticamente seis veces lo que cobra el agricultor. 

Pero la lechuga por la que cobra el agricultor no es el mismo bien que la que compra el consumidor. Producir no es transformar físicamente, es acercar al consumo. Y desde que el agricultor le entrega el producto a la cooperativa hasta que hace bip en la caja del supermercado, han pasado varias etapas, todas necesarias para que llegue a su destino, que es la cesta de la compra. 

Primero, el producto tiene que ir al mayorista en destino, y quizás antes haya tenido que ir a un mayorista en origen. No todo el producto es igual, o es apto para la venta, y hay que seleccionarlo. Es necesario transportarlo, y destinar la energía suficiente para que se mantenga a la temperatura adecuada. Y luego, tiene que distribuirse de nuevo a los minoristas, que es a donde acudimos los consumidores para encontrar esos y otros productos. 

«En todas las etapas hay que hacer un gasto importante en energía, para transportar los productos o mantenerlos en buen estado»

En todas las etapas hay que pagar salarios. En todas hay que hacer un gasto importante en energía, para transportar los productos o para mantenerlos en buen estado. En todas hay mermas: una parte del producto que se pierde. Y hay otros costes, como los de organización, amortización de capital y demás, a los que hay que hacer frente. 

Si a los agricultores y ganaderos les parece un negocio fenomenal, no tienen más que dedicarse ellos a llevar sus productos a los consumidores. No es fácil. Porque no se trata de que el cultivador de lechugas vaya a la ciudad, sino de convocar a un río de consumidores que quieran comprar. Y no van a ir a ningún lugar donde sólo se vendan lechugas. Los consumidores quieren ser efectivos con su compra, y comprar todo lo que necesitan de un modo agradable, sencillo y en un lugar cercano. ¿Van a hacer ellos esa labor?

Bien, pueden encargarse de los pasos intermedios entre la producción en origen y la entrega del producto a los minoristas, pero ¿serán capaces de hacer un trabajo mejor, y con más efectividad, que todas las empresas que ya están compitiendo por ser las mejores? Si de verdad los intermediarios se llevan beneficios fabulosos por no hacer prácticamente nada, serían tontos si no lo hicieran

Pero quizás sea exactamente al revés. Lo que ocurre es que tienen la suerte de que en España tenemos un sistema de distribución muy competitivo y eficaz, que hace que lo que producen no se quede en el sitio, que llegue a los consumidores. 

«El ogro burocrático también devora la actividad económica en el campo»

¿Cuán eficaz es la distribución en España? Veamos el caso de Mercadona. Es el supermercado número uno en España. Su capacidad de gestión le permite copar varios de los pasos que median entre los agricultores y los consumidores. Y su margen de beneficio es del 3,2%; del 2,5% después de impuestos. Es decir, que de cada cien euros que ingresa sólo convierte en beneficio dos y medio. ¿Podrán los ganaderos y agricultores hacer un mejor trabajo que la empresa de Juan Roig? Más bien tienen que darle las gracias a él y a otros intermediarios y supermercados. 

Los orígenes de sus problemas son otros. Por ejemplo, todos los impuestos que recaen sobre los hidrocarburos, y otros, que alejan sus productos de los consumidores. O toda la política que está librando la Unión Europea contra las energías abundantes y baratas. La maraña de regulaciones que ata de manos y pies al agro. El ogro burocrático, que también devora la actividad económica en el campo. Y la Agenda 2030. 

De modo que ¡bravo, Mercadona, y bravo el resto de intermediarios!

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