THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

El ogro burocrático

«Las burocracias tienen su propia lógica, y como todo organismo parasitario crecen a costa del huésped, que somos nosotros: la economía real»

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El ogro burocrático

Ilustración de Alejandra Svriz.

Varios autores (Juan S. Mora Sanguinetti, Javier Quintana, Isabel Soler y Rok Spruk) han aprovechado que se ha constituido una nueva base de datos de regulaciones en España para cruzar los datos con otros indicadores (regiones, industrias, años, empleo…) y ver cómo se comportan. Lo interesante de este estudio es no sólo el cuidado en el método de análisis, sino la relevancia de la muestra. Han analizado más de 200.000 regulaciones creadas entre 1995 y 2020. Veinticinco años (un lustro, según el ministro Urtasun) de producción ininterrumpida de condicionamientos de la actividad económica que resultan en una amalgama descomunal, inabarcable, pero que tiene implicaciones reales para nuestras empresas. 

Como en otras ocasiones, este estudio da contenido estadístico a las conclusiones de un buen planteamiento de la teoría económica. Así, tal como recoge el estudio, cuantos más grilletes se le ponen a la actividad empresarial, más se dificulta su labor y menos empleo se crea. No hace falta pasar el cedazo de la correlación estadística para saberlo, pero ahora tenemos una idea muy exacta de en qué medida es así: «Un incremento del 10% de las nuevas regulaciones se relacionan con una caída relativa del 0,5% en el número de empleados para las empresas de menos de 10 trabajadores», dice el artículo. 

El daño que hace el aumento de la regulación es mayor en las empresas más pequeñas, y en las de reciente creación. Cuanto más pequeña es una empresa, más recursos tiene que dedicarle, proporcionalmente, a moverse por las redes que tienden las Administraciones Públicas.

Las nuevas empresas quizás están entre las más pequeñas, y eso puede explicar en parte que estén entre las más perjudicadas. Pero puede que las que estén instaladas tengan ya un conocimiento del proceloso mundo de la regulación que ellas no tienen, por lo que se entra en el mercado partiendo de una desventaja. Por otro lado, las empresas del sector industrial son las que más sufren el manantial de nuevas regulaciones, que es más una alfaguara. 

De modo que las Administraciones Públicas alimentan su tamaño a base de conspirar contra la genuina creación de trabajo. Las burocracias tienen su propia lógica, y como todo organismo parasitario crecen a costa del huésped, que somos nosotros: la economía real. Siempre, claro está, con el cuidado de que el aprovechamiento de nuestros esfuerzos no acabe por matar al huésped, pero todavía no estamos en ese punto. ¿O sí?

«Todo organismo público lucha por sobrevivir aunque los motivos de su creación hayan desaparecido»

Actúan con una lógica propia: la del crecimiento. Cuanto más regule una burocracia, más empleados y más medios necesitará. Pero más importante que el crecimiento es la propia supervivencia. Todo organismo público lucha por sobrevivir aunque los motivos de su creación hayan desaparecido. El FMI, por ejemplo, se creó para vigilar un sistema de cambios fijos. Ese sistema saltó por los aires el año 1971, y ahí tenemos al FMI sobreviviendo otros dos lustros de los de Urtasun, y los que quedan. 

Milton Friedman contó en La tiranía del statu quo que el presidente Reagan contó al Congreso que todavía existía una oficina cuyo trabajo consistía en probar el té que se importaba de fuera para comprobar su calidad; un vestigio del siglo XIX. Los miembros de la Cámara de Representantes se rieron sorprendidos de que algo así pudiera pasar, pero Friedman contó en el libro que pese al chascarrillo de todo un presidente en la Cámara que controla el gasto público, la oficina seguía existiendo. Sí, las burocracias son rocosas. 

Y no hay estrategia más adecuada para la supervivencia que el crecimiento. Thomas Sowell, un eximio economista y estudioso de las relaciones sociales, contaba cómo recién salido de la facultad fue contratado por una oficina que se dedicaba a gestionar ayudas a los desempleados. Calcularon internamente que iban a necesitar menos fondos y menos personal en un futuro cercano, atendiendo a la evolución del empleo. La oficina pidió que se aumentaran los fondos y el personal, y acabó yéndose a una oficina con el doble de espacio para albergar a los nuevos funcionarios. 

Una de las vías del crecimiento de una burocracia es la regulación. Cuanto más nos condicionen nuestra actividad, más burócratas necesitará para vigilarnos, y si es posible sancionarnos ¡y multarnos! Por eso crecen las regulaciones a borbotones, dejando nuestra vida económica perdida de obligaciones, prohibiciones, condicionantes, sanciones, guías y papeleo. Nos ponen una camisa de fuerza de papel; pero de toneladas de papel.

«La maraña legislativa nos obliga a vivir permanentemente en la irregularidad»

Hay otro hallazgo interesante del estudio, que tiene más implicaciones de las que parece. Los autores recogen esta idea: «La teoría económica sugiere que, lejos de la máxima la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento (ignorantia juris non excusat), el aumento del volumen de la normativa, así como la posible falta de coordinación entre las administraciones reguladoras, aumenta la probabilidad de incumplimiento por parte de los agentes económicos».

El estudio se ciñe a su propósito de entender cómo puede afectar ello a la vida económica. Y, claro, a los costes que tiene que asumir la empresa para cumplir la regulación hay que añadir todos los que deben asumir simplemente porque es imposible cumplir todas las regulaciones. 

Pero hay una implicación mucho más profunda. La maraña legislativa nos obliga a vivir permanentemente en la irregularidad, cuando no en la ilegalidad. Un ciudadano que cumple la ley es un ciudadano libre, porque no hay ningún medio legal en manos del Estado que se pueda utilizar en su contra. Y lo mismo pasa con las empresas, sus accionistas y sus gestores. Sensu contrario, un ciudadano o una organización que incumplan una u otra normativa son un blanco fácil por parte de cualquier rama del Estado. Por eso, una sociedad regulada no puede ser una sociedad libre. El ogro burocrático nos tiene en sus manos. 

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