La jeta de Almodóvar
«Pese a cumplir las condiciones citadas por el director, los empresarios españoles no reciben las generalizadas subvenciones que se destinan a la industria del cine»
Estuvo torpe el vicepresidente de la Junta de Castilla y León al criticar las subvenciones que recibe el cine español. Y no tanto por criticarlas, faltaría más que no pueda ser criticado el destino dado a los recursos públicos, como por la agresividad verbal empleada en la crítica. Debería aprender García Gallardo que los excesos verbales de un político en cualquier manifestación pública permiten desviar la atención desde la cuestión de fondo que se quiere plantear hacia el modo en el que se ha planteado. Y así ha sucedido.
Sin embargo, convengamos que los recursos públicos no son ilimitados y convengamos a su vez que gobernar es decidir. Convenidas ambas cuestiones, carece de sentido impedir o demonizar las opiniones sobre la oportunidad o conveniencia de destinar al cine español el volumen de ayudas públicas que recibe. Pegándonos a la coyuntura política, honestamente cabe preguntarse por ejemplo si la totalidad o parte de los 400 millones de euros anuales con los que se subvenciona al cine al no estaría mejor empleada en la adquisición de embarcaciones de condiciones operativas eficientes para que la Guardia Civil pudiera utilizarlas en su heroica lucha contra el narcotráfico. Pero un debate como el que acabo de exponer puede resultar abortado de raíz si se plantea enmarcado con términos de ofensa o de desprecio y en el momento inmediatamente previo a la fiesta anual del cine español, ese evento tantas veces utilizado como aquelarre para temas ajenos a la cinematografía.
Expuesto lo expuesto, la respuesta de Almodóvar ha sido infumable y no por razones de forma sino por su contenido material. Empezó asegurando que el cine español devuelve con creces las subvenciones que recibe, afirmación que me resultó sorprendente pues la utilidad y razón de ser de una subvención estriba en que no tiene que devolverse. Aclaró a continuación lo que él entendía por devolución refiriéndose a los importes de impuestos y de Seguridad Social que el cine proporciona al Estado, así como a los puestos de trabajo que genera y entonces mi sorpresa tornó en estupor. Reconozco que no daba crédito a lo que escuchaba. ¡Vaya jeta! ¿Desconoce Almodóvar que todos los españoles pagan impuestos directa o indirectamente? ¿Desconoce que más de 22 millones de ciudadanos presentan anualmente su declaración de IRPF a la Agencia Tributaria? ¿Desconoce que todos los que tienen un empleo cotizan regularmente a la Seguridad Social? ¿Desconoce que cualquier empresario también paga sus impuestos y, además, cotizaciones sociales por sus empleados?
Fuera cual fuese la formación académica que tenga Almodóvar, con toda seguridad no desconoce la respuesta a ninguna de las preguntas anteriores. Él sabe perfectamente que a un español de a pie no le basta con pagar sus impuestos y sus cotizaciones sociales para acceder a una subvención. Y también sabe con certeza que el hecho de tener empleados no posibilita que cualquier empresario reciba subvenciones públicas. Es obvio que no, por sí solas ninguna de las circunstancias enunciadas convierte al pagano en beneficiario de una subvención. No se alcanza así a entender el peregrino argumento del cineasta, pero debe reconocerse que al esgrimirlo demostró tener una jeta descomunal, más grande que su éxito como director y productor de cine, subvencionado eso sí.
«Solo medio millón de las pymes españolas —un 16%— recibió alguna ayuda oficial con ocasión de la pandemia»
Me imagino el enfado de los propietarios de pymes escuchando a Almodóvar. Ellos conforman un colectivo de tres millones, de los que prácticamente la mitad tienen empleados y generan en conjunto más de nueve millones de puestos de trabajo. Consecuentemente, constituyen la principal fuente de recaudación del IRPF y de la Seguridad Social y aportan un volumen significativo de lo recaudado en el IVA y en el Impuesto Sociedades. Y, sin embargo, son relativamente pocos los que perciben subvenciones públicas y, en todo caso, sujetas al cumplimiento de condiciones restrictivas o a la concurrencia de circunstancias excepcionales.
Como ejemplo, según los datos publicados solo medio millón de las pymes españolas —un 16%— recibió alguna ayuda oficial con ocasión de la pandemia. Seamos serios, cumpliendo las condiciones de Almodóvar los empresarios españoles no reciben las generalizadas subvenciones que se destinan a la industria del cine. Debería idear otros argumentos más admisibles para justificar las ayudas al cine que sin duda podría encontrar, tales la defensa de la cultura, la extensión del español, la proyección de la marca España o el favorecimiento del ocio colectivo.
En fin, que no ha estado oportuno Almodóvar. Mejor aún, que ha estado claramente inoportuno. Tanto como lo habría estado un individuo que presumiera de contribuir al pago de impuestos y hubiera tenido una sociedad off shore en Panamá, ese paraíso fiscal que dejó de ser así calificado por obra y gracia de Zapatero. O tanto como el que presumiera de respeto a la democracia y, habiendo sido designado presidente de una mesa electoral, no se presentara a presidirla el día de las votaciones. O tanto como el que arremetiera contra las fake news habiendo manifestado públicamente en televisión que Aznar quiso dar un golpe de Estado. «Cosas veredes» que dijo Don Miguel a Sancho por boca de Don Alonso. Pero bueno, algunos hay a los que todo les es perdonado, incluso tener una jeta del tamaño de su ego.