Zorras, eructos y Estados fallidos
«La impunidad de las redes criminales convierte a Cádiz en un Estado fallido, que se suma al otro actor que horada a nuestro país: el independentismo catalán»
Sánchez I El Polarizador no tardó ni una tarde en señalar con su dedo a todo aquél al que no gustaba «Zorra». La canción que representará a España en Eurovisión debe agradarnos, de lo contrario llevaríamos el «Cara al Sol» al festival, Sánchez dixit. Seguro que el Movimiento Feminista de Madrid, que consideró absurdo que la canción empodere a las mujeres, forma ya parte de la fachosfera del presidente.
La canción de Nebulossa es divertida y, sin duda, será uno de los himnos en las verbenas de este verano, pero no creo que gane el festival europeo. Hay una versión mejor y más viral que como un nuevo Chikilikuatre debería ir a Eurovisión, una joya de la parodia, el Facha del programa Polonia. Protagonizado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, ésta no ha dudado en reírse de sí misma y a buen seguro le sacará rédito político. Si Ayuso pensara como el Polarizador en jefe, diría que a quien no le mole es de la rojosfera y prefiere «La Internacional».
El Benidorm Fest fue divisivo, pero los premios Goya nos trajeron ración doble. Allí nadie se acordó de los guardias civiles asesinados en Barbate ni reivindicó los problemas de los agricultores en el escenario; para qué si no son trabajadores y además reciben dinero de la PAC. Eso sí, los millonarios de turno como Almodóvar, que a principios de los 90 no dudaron en abrir una sociedad en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes Británicas, no tardaron en sacar su ración de odio, emulando al Polarizador de Moncloa para atacar a los que critican los 167 millones que recibió el cine español el año pasado en subvenciones, pese a recaudar 81 millones en taquilla. Cuatrocientas películas made in Spain no superaron los 20.000 euros y cerca de 250 no llegaron a sacar los 1.000 euros. Sin embargo, la Academia española terminó multipremiando a La sociedad de la nieve financiada por Netflix, no con nuestros impuestos, con 60 millones.
Lo mejor de los Goya fue la actuación estelar de la presentadora de TVE Inés Hernand. La influencer, que tan bien lo hizo con la miniserie Gen Erasmus, perdió el oremus, regoldó sin piedad y soltó un Peeedrooo de groupie alocada como el de Penélope Cruz en los Oscar. Hernand parecía un alien salido de la barriga de Sigourney Weaver y hasta el icónico Consejo de Informativos de RTVE no pudo evitar el bochorno y criticó su falta de neutralidad y profesionalidad.
«Marlaska está tan quemado que ya no sirve ni como fusible para la conexión eléctrica del Gobierno»
Mientras el presidente nos distrae con el pan y circo de Eurovisión y la alfombra roja, en el Campo de Gibraltar el narcotráfico carcome al Estado y sus instituciones (jueces, políticos y fuerzas de seguridad) y a la ciudadanía. Ver como decenas de personas jalean a los narcos que asesinan a dos agentes de la Benemérita en Barbate, me recuerda el fanatismo de los palestinos que gritaban Allahu Akbar cuando las camionetas entraban en Gaza cargadas de muertos y rehenes israelíes heridos tras el atentado de Hamás. La falta de medios y la indefensión de las fuerzas de seguridad ante el narco o las duras críticas de los familiares de los fallecidos no inmutan al ministro del Interior. Marlaska está tan quemado que ya no sirve ni como fusible para la conexión eléctrica del Gobierno. Qué sabrá o qué habrá hecho para que Sánchez no lo cese después de los múltiples escándalos que ha tenido en el ejercicio de su cargo.
La impunidad de las redes criminales convierte a Cádiz en un Estado fallido dentro de España, que se suma al otro actor que horada a nuestro país en busca del perdón absoluto: el independentismo catalán. Puigdemont sigue taladrando el Estado, esta vez con la inestimable ayuda de un Feijóo que mete la pata con un off the record sobre posibles indultos al inquilino de Waterloo, opacando el escándalo de la trama rusa del procés a pocos días de las elecciones gallegas. Y Sánchez, que es un maestro en infectar España de odio cuando más lo necesita, la coge al vuelo, mientras Feijóo la pifia unos metros antes de llegar a la meta.