El sindicalismo al revés
«Miles de trabajadores serán innecesarios, dejando a España a merced de un gas caro vendido por sátrapas que ajustarán cuentas con nosotros»
De todos es conocido el odio visceral, la inquina ideológica, el rechazo sectario de algunos miembros del gobierno de España a la energía nuclear. No les descubriremos nada afirmando esto. La ministra del ramo y hasta el propio presidente del gobierno se han permitido el lujo de mentir flagrantemente desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados al respecto. Mentir en la sede de la soberanía nacional se ha convertido en algo habitual, amparado en un relativismo indecente en el que ya no se distingue la realidad de la ficción (eso a lo que llaman post-verdad).
Cuando llegaron en 2019, llevaban en su programa electoral el cierre de las centrales nucleares españolas. Venían con un objetivo claro, fundamentado en el fanatismo inefable que supura al vivir perennemente en el eslogan. Que fuera contraproducente a los intereses de la sociedad, de la transición energética y de la mitigación del cambio climático daba igual. El dogmatismo extremista no vive de realidades, sino de perpetuas contradicciones en las que los políticos mediocres se encuentran muy cómodos ante la desidia holgazana, la dejadez y al abandono de la razón por unos ciudadanos alienados hasta límites vergonzosos.
En este caldo de cultivo vinieron, vieron y creyeron vencer. Sentaron en una mesa a los dueños de las centrales nucleares españolas y acordaron (claro, no quedaba otra) un calendario de cierre por el cual los reactores se irían clausurando entre 2027 y 2035. De este modo se consumó la pérdida de la forma más eficiente, segura, fiable y barata de producir electricidad. Se consumó porque los que tenían que velar por el interés general velaban en realidad por otros intereses, mucho más bastardos y partidistas.
La incertidumbre entre los profesionales nucleares es grande. Los primeros en peligrar, los trabajadores de la central nuclear de Almaraz (Cáceres) cuyos reactores dejarán de operar en 2027 y 2028, respectivamente. ¿Los siguientes? Los trabajadores de la central nuclear de Ascó (Tarragona) que verán los suyos apagarse poco después. Estamos hablando de miles de trabajadores, que serán innecesarios una vez que los trillones y trillones de neutrones cesen su baile infinito, extinguiendo unas reacciones en cadena que un día se apagarán para siempre dejando a España a merced de un gas caro vendido por sátrapas que ajustarán cuentas con nosotros llegado el momento.
Al anuncio de la muerte llega siempre el carroñero presto al festín de los despojos. Ley de vida. Necesariamente tenían que hacer aparición los sindicatos, en su perenne preocupación impostada por los empleos que se van a perder. ¿Qué pensabais que iba a pasar si se cerraban las centrales nucleares? En serio ¿qué pensabais que iba a pasar? ¿Acaso os habíais creído los cantos de sirena del gobierno cuando hablaba de las inversiones para reindustrializar las zonas? ¿No habéis pasado nunca por la zona de la central nuclear de Zorita? ¿No habéis ido nunca por la zona de la central nuclear de Garoña? Estaría bien que algún día salierais de la moqueta y os dierais una vuelta por allí para ver de primera mano lo que le espera a Almaraz y Ascó. Id a echar un ojo a los comercios y restaurantes que ya no existen, los pueblos que agonizan y el éxodo de personas que antes vivían de las centrales nucleares. La España vaciada es eso, no lo que os creéis en Madrid para arrancar un puñado de votos.
Sin embargo, ya sabemos todos cuál es la querencia natural del sindicalista patrio. Llega un gobierno de izquierdas, cierra las centrales nucleares en una sinrazón ideológica de manual y ¿a quién pide cuentas el líder sindical? Al dueño de las centrales nucleares, faltaría más. No le pide cuentas al gobierno que las quiere cerrar, porque son unos cobardes. No montan una huelga, no organizan manifestaciones porque vayan a cerrar las centrales nucleares, porque son unos cobardes. Tampoco organizan protestas públicas por los miles de puestos de trabajo que se van a perder, porque son unos cobardes. Sin embargo, en un acto de valentía que arrancará la ovación del palmero acólito, les piden cuentas a los dueños de las centrales nucleares. Les piden cuentas a unas empresas que, además de que les van a quitar unos activos en pleno esplendor de operación y tener que pagar cientos de millones de euros al año en impuestos injustos e injustificados, tienen que aguantar la inaceptable cobardía de un colectivo que jamás se atreve a morder la mano que le da de comer.
Así, hace unos días asistimos atónitos a cómo la sección de industria de CCOO «exigió» a las centrales nucleares que aclaren el futuro laboral de sus plantillas y que concreten «opciones de estabilidad» para los trabajadores. Se lo exigen a las centrales nucleares, no se lo exigen al gobierno que es quien las quiere cerrar y quien las va a cerrar. Quien va a dejar a miles de personas sin trabajo es el gobierno amigos, no las empresas eléctricas. El gobierno. ¿Necesitáis un mapa o es que os interesa estar perdidos? El sindicalismo al revés. Bueno, el sindicalismo real, me temo. ¿Otra de langosta, Unai? Venga, dale.