El timo de las mascarillas
«Indigna cualquier tipo de corrupción y de uso indebido del dinero público, pero aprovechar una desgracia colectiva para lucrarse rebasa todo lo tolerable»
No sé si a ustedes les pasa lo mismo, pero cuando aparecen ante mí imágenes con mascarillas, retiro instintivamente la vista. Y es que nada evoca tan claramente el horror de la pandemia que vivimos como ese objeto que nos tapó la boca —literal y figuradamente— durante demasiado tiempo. Las mascarillas nos recuerdan los más de cien mil fallecidos a causa de la covid y que, en muchos casos, murieron solos y a sus seres queridos no les quedó ni tan solo el consuelo de poder velarlos y ofrecerles un sepelio digno.
Y nos recuerdan también cómo el Gobierno de Sánchez ocultó el peligro que se cernía sobre nosotros para poder celebrar la manifestación del 8 de marzo y que Irene Montero y Carmen Calvo pudieran tener sus 15 minutos de gloria mientras el virus se propagaba por entre las manifestantes y los asistentes a los múltiples actos que se permitieron. Así, pues, días después teníamos unas cifras de contagio desmesuradas que sirvieron para recluirnos en casa inconstitucionalmente y para cerrar el Congreso que tanto molesta a Sánchez.
Los españoles no solo sufrimos uno de los confinamientos más duros, sino que también nos infligieron todo tipo de medidas absurdas y arbitrarias —yo, por ejemplo, estuve tiempo sin ver a mi familia pese a que viven a 20 kilómetros porque estamos en comarcas diferentes— que en su inmensa mayoría tenían como protagonistas a las mascarillas. Recuerden: mascarillas para ir por la calle o en tu coche, mascarillas en los aviones cuando ningún otro país las exigía… Aunque ahora, a la luz de los acontecimientos, empezamos a entender porque ese empeño en el uso desmedido de los tapabocas: se estaban forrando a nuestra costa.
Indigna cualquier tipo de corrupción y de uso indebido del dinero público, pero aprovechar una desgracia colectiva para lucrarse rebasa todo lo tolerable incluso en un país tan laxo con respecto a la picaresca como el nuestro. A todo esto hay que sumar que el abusivo uso de las mascarillas ha tenido efectos muy negativos en parte de la población, como por ejemplo agravar enfermedades respiratorias o dificultar la adquisición de la lectoescritura en los niños. Y mientras unos cuantos afines al Gobierno se hacían millonarios, fallecían mil personas al día, el personal sanitario se cubría con bolsas de basuras y muchos negocios acabaron quebrando.
Es realmente difícil enumerar todas las presuntas corruptelas de las que hemos ido teniendo noticias hasta ahora (aquí les dejo el resumen realizado por mi compañero Chema Muñoz), pero me gustaría destacar dos porque son las que afectan a las primeras autoridades del Estado. En primer lugar, Francina Armengol, presidenta del Congreso. En este país existe la presunción de inocencia y, en estos momentos, ella no está imputada, pero se han conocido hechos que no ha sido capaz de desmentir y que imposibilitan que siga ocupando un cargo tan importante.
«Es inaceptable que Armengol siga de presidenta del Congreso porque cada día que pasa desprestigia la institución»
Cuando era presidenta de Baleares —además de otros asuntillos como que su pareja pasó de ingresar 0 euros a 4,3 millones el año que ella accedió al cargo, el horrible caso de prostitución de menores tuteladas o que la pillaran de copas mientras tenía a los ciudadanos encerrados en casa— dilapidó 3,7 millones en unas mascarillas ultrafake que arrumbó en un almacén mientras se apuraba más de lo habitual en pagar el pedido y firmaba un documento en el que decía que eran adecuadas y que recomendaba la contratación de esta empresa. Y por si esto fuera poco, no reclamó ese dinero que previamente había endosado a los Fondos Europeos hasta que no le tocó abandonar el cargo.
Francina Armengol jamás debería haber accedido al cargo de presidenta del Congreso por su poco ejemplar trayectoria y no es digna del mismo por el sectarismo con el que lo ejerce, pero a la luz de todo lo que sabemos ahora, es del todo inaceptable que siga en él porque cada día que pasa desprestigia la institución. La tercera autoridad del Estado no puede estar bajo la sospecha de la Fiscalía europea.
Y, en segundo lugar, tenemos a Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez, a la que, pese a su ausencia de titulación universitaria, se le creó una especie de cátedra en la Complutense y la dirección del African Center inventada ex profeso para ella y que abandonó sin explicaciones justo antes de que empezara el sometimiento de España a Mohamed VI y poco después de que le robaran el móvil —sí, también le han espiado el celular— en una reunión en Marruecos. A esto hay que añadir que se ha incrustado en viajes oficiales de su marido donde ha tenido agenda propia a la que los periodistas no han tenido acceso pese a preguntar insistentemente por ella.
«Los nuevos acontecimientos que han salido a la luz dejan en una situación ciertamente comprometida a Pedro Sánchez»
De nuevo, cualquiera de las cosas que acabo de citar es ya bastante grave y tendría que haber ocasionado más revuelo e indignación del que hubo en su día, pero los nuevos acontecimientos que han salido a la luz dejan en una situación ciertamente comprometida a Pedro Sánchez: Air Europa creó una filial para estrechar lazos con su mujer y le patrocinaron eventos y, pese a esto, no se apartó del Consejo que aprobó el rescate millonario de Air Europa en contra de la Ley 3/2015 que regula los conflictos de intereses y que exige a los miembros del Gobierno que se abstengan en aquellas decisiones que puedan beneficiar a su cónyuges. Y, para acabarlo de rematar, Gómez visitó dos veces en secreto la sede de Air Europa para reunirse con Javier Hidalgo en plena negociación de dicho rescate que nos costó 615 millones de euros a los españoles.
Miembros del Gobierno implicados en el timo de las mascarillas, los negocios de Begoña Gómez, la sumisión a Marruecos, los polémicos rescates a Plus Ultra y Air Europa y la malversación del dinero proveniente de los fondos europeos son motivos más que suficientes para que este Gobierno se disuelva y convoque nuevas elecciones en cuanto los plazos previstos lo permitan porque los españoles nos merecemos algo más que estos horteras de puticlub y de marisquerías.